CONTADO
› Por Marcelo Zlotogwiazda
Para evaluar la relevancia de las medidas para abaratar el crédito que se anunciaron el miércoles pasado es útil tener un cuadro de situación sobre el mercado de préstamos, y para eso nada mejor que el último informe monetario del Banco Central. Lo primero que sobresale es que el nivel de préstamos al sector privado no financiero (casi 80.000 millones de pesos) equivale al 11,4 por ciento del Producto Bruto Interno, que es bastante más que el piso del 7,0 por ciento al que se había llegado tres años atrás, pero que está muy lejos de recuperar anteriores niveles históricos, y a una distancia abismal de lo que sucede en economías comparables: en Brasil el financiamiento bancario es proporcionalmente el triple, y en Chile más del quíntuple.
Además del bajísimo grado de financiamiento, una porción considerable está orientada al consumo, a través de tarjetas, créditos personales y prendarios. Esos tres rubros concentran el 40 por ciento del total. Si a eso se suman los cerca de 13.000 millones de pesos de préstamos hipotecarios, se llega a que más de la mitad no tiene como fin el fondeo de inversiones reproductivas.
En tercer lugar, se observa que lo que cobran los bancos por las líneas al consumo ya era caro y encima ha subido un poco desde la crisis internacional desatada por la explosión de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos: la tasa de interés promedio para créditos personales fue del 26,1 por ciento en setiembre, y del 27,5 por ciento para las tarjetas. Es decir, unos 10 puntos por encima de la inflación verdadera.
No obstante, las líneas destinadas al consumo son las que más han crecido en volumen en los últimos doce meses: 67 por ciento los préstamos personales y 47 por ciento el financiamiento con tarjetas.
Aun dejando de lado cualquier suspicacia sobre la intencionalidad y oportunidad del anuncio, y suponiendo que las medidas se traduzcan en hecho concretos, los datos de contexto llevan a interpretarlas como poco trascendentes para enfrentar los desafíos macroeconómicos prioritarios.
Para empezar, dos de los tres puntos del acuerdo con los bancos tienen por objetivo abaratar y por ende promover los préstamos personales y el crédito con tarjeta, que como se vio no necesitan de ese estímulo para crecer a un ritmo muy intenso. Por otra parte, en una coyuntura de tensión inflacionaria como la actual cabe poner en duda la conveniencia de impulsar todavía más el consumo, que no es precisamente el de los sectores más postergados sino de personas del sector formal que ya están bancarizadas.
Lo que no admite controversia es la necesidad de apuntalar el proceso de inversión, y en ese sentido el aporte de las medidas anunciadas se limita, en el mejor de los casos, a rebajar al 9 por ciento anual el costo del descuento de documentos por un monto de hasta 75.000 pesos por cada pyme. A lo sumo puede servir para mejorar un poquito el capital de trabajo, pero difícilmente alcance para ampliar capacidad productiva. No es nada, pero casi.
Es muy difícil establecer con algún grado de aproximación en qué medida la tasa de interés influye en el proceso de acumulación reproductiva. Pero lo que los especialistas sostienen es que si el Gobierno cree que una tasa nominal del 9 por ciento anual es el nivel atractivo para la inversión, resulta imposible que el sector financiero ofrezca ese precio si se lo deja librado a las leyes de mercado. Explican que ése es el costo de la mezcla de fondos que captan entre los diferentes tipos de depósitos, a lo que hay que agregar algún margen de utilidad. Por ejemplo, el Banco Nación dispone de líneas al 9 por ciento pero con 3 puntos subsidiados.
De todas maneras, los que conocen bien el tema señalan que la barrera al acceso al crédito por parte de las pymes no está en el nivel de la tasa de interés, sino que viene dada por la falta de predisposición de la banca privada, que en general se vuelca preferentemente a otras líneas más rentables, por la ineficacia de la banca pública, por la resistencia al endeudamiento por parte de los empresarios, y por la informalidad de muchas firmas, que les anula cualquier aspiración.
Para revertir el descrédito para inversión que sufre la economía se requiere de un Estado mucho más activo, ya sea mejorando la performance de la banca pública, ampliando las líneas de financiamiento promocionales, o a través de nuevas instituciones como el Banco del Sur.
En función de ese objetivo, las medidas del miércoles pasado sirven incluso menos que las del miércoles anterior para bajar los precios.
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