CONTADO
› Por Marcelo Zlotogwiazda
Para los psicólogos, las siglas REM corresponden a Rapid Eye Movement (movimiento ocular rápido), y son la denominación de la fase del sueño durante la que se suceden las fantasías más intensas.
Para los rockeros, REM es el nombre de una famosísima banda formada a comienzos de los años ‘80 en Georgia, Estados Unidos, que eligió ese nombre buscando en un diccionario donde figuraba la definición psicológica. Tres de los grandes hits del grupo que en 2001 tocó en la Argentina son “Losing My Religion”, “Shinny Happy People” y “Stand”, que fue la primera canción que la NASA hizo sonar en Marte en 2004.
Pero para los economistas vernáculos, las siglas REM corresponden al Relevamiento de Expectativas de Mercado que realiza el Banco Central recolectando los pronósticos macroeconómicos que elaboran consultoras, bancos y universidades.
Para quien hoy probablemente resulte electa presidenta, el REM fue el único argumento que esgrimió para defender la medición de inflación del Indec. En los dos reportajes que brindó el miércoles pasado, Cristina Fernández repitió casi exactamente: “Con una expansión del PBI de casi el 50 por ciento en apenas cinco años y un fuertísimo aumento del consumo, la dinámica de precios actual es más que razonable. No hablo de la inflación que plantea la oposición sino de la del Indec, que por otra parte es la inflación que sale del Resumen de Expectativas de Mercado, que es un mix de los informes de consultoras y universidades públicas y privadas, y que da un pronóstico para este año del 8,5 por ciento”.
–¿Es decir que usted entiende que la inflación real es la del Indec?
–No tengo ninguna duda.
La Senadora debería saber que si el REM del Indice de Precios al Consumidor está en línea con los resultados del Indec es porque los que participan de ese relevamiento informan lo que ellos creen que arrojará la encuesta oficial y no sus mediciones o estimaciones sobre la verdadera inflación. Hacen eso por la sencilla razón de que para el cómputo de aciertos con que se elabora el ranking de performance, lo que se toma como referencia en este caso es, obviamente, el IPC del Indec.
Eso explica que dos de los cinco participantes que mejor proyectaron la inflación “amorenada” del Indec en los últimos cinco meses fueron las consultoras Economía & Regiones y Ecolatina, que en sus apariciones mediáticas declaran que la inflación real es por lo menos el doble de lo que responden en el REM.
Cristina debería saber todo esto. Y si lo sabe, no debería haber apelado a argumentos mentirosos.
Dejando de lado la tozuda pretensión del Gobierno por defender lo indefendible, la candidata, su marido Presidente y el ministro de Economía son conscientes y reconocen públicamente que la inflación es un problema que hay que enfrentar, y al respecto lo único que insinuó Cristina es la necesidad de incrementar la tasa de inversión para adecuar la capacidad productiva a un nivel de demanda que aspiran mantener en elevado ritmo de crecimiento.
Fuera de eso, lo que hay son meras especulaciones, opiniones interesadas y recomendaciones de la más amplia gama. En este espacio, es interesante lo que acaban de escribir Mark Weisbrot y Luis Sandoval, dos economistas del heterodoxo Center for Economic and Policy Research de Washington en un artículo muy elogioso sobre el kirchnerismo titulado La recuperación económica argentina: opciones políticas e implicancias. Afirman que “la tasa de aumento del gasto público de los últimos meses es insostenible” y conjeturan que lo “probable es que el Gobierno se proponga reducir la inflación mediante una combinación de una política fiscal más ajustada, y un pacto social sobre precios y salarios entre sindicatos, empresarios y gobierno”.
Pero si bien ambos creen que el Gobierno está convencido de que es necesario tomar medidas para retomar el control sobre las expectativas inflacionarias y evitar una espiral de precios y salarios, suponen que “está dispuesto a convivir con niveles de inflación de dos dígitos por algún tiempo como costo inevitable para mantener el rápido crecimiento real de la economía y el consecuente enorme impacto positivo sobre la pobreza, el empleo y la distribución del ingreso”.
Cristina tiene razón cuando dice que “no están dadas las condiciones macroeconómicas para un desborde inflacionario”. La pregunta, si Weisbrot y Sandoval suponen correctamente, es hasta qué inflación de dos dígitos (¿15 por ciento?, ¿20 por ciento?) y por cuánto tiempo más, el saldo de la situación es favorable al crecimiento y a la equidad.
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