OPINIóN › INFLACIóN
› Por Alejandro Robba *
Como se sabe, la hegemonía política determina cuál es la línea de pensamiento económico que prevalece en la sociedad. Ese sistema de ideas se convierte en sentido común y en corriente principal cuando las universidades y centros de estudios las repiten y las reproducen a través de un relato que las reviste de un halo de ciencia, pero que –al final–- no son otra cosa que especulaciones al servicio de la ideología de la clase dominante. No es casual que en Argentina el neoliberalismo sea la corriente económica todavía central (mainstream).
En algunos ámbitos académicos, como parece vergonzante ser neoliberal, se enmascaran como seudo heterodoxos, pero con un poco de debate aparecen todos los vicios del mainstream. Ni qué hablar de los economistas de izquierda que no salen de una teoría marxista-marginalista que mira la economía desde el caleidoscopio ortodoxo y ven la intromisión del Estado en la economía como un Satanás que retrasa la conciencia de los trabajadores y con ello la revolución socialista. Por derecha y por izquierda, el peronismo-kirchnerismo no es un movimiento nacional y popular sino populismo latinoamericano. Para la Unión Democrática en búsqueda de un Braden, las clases populares están confundidas, adormecidas o compradas por “los planes”, embutidos y gaseosas varias.
Algo está cambiando. Una grieta recorre la Argentina y muchos países de Sudamérica. El relato económico hegemónico está teniendo algunos problemas para explicar la Gran Recesión actual. En verdad, el neoliberalismo metió a los países centrales en la crisis y no sabe cómo sacarlos. Nuestro país recorrió un camino similar hasta la debacle del 2001-2002, pero la salida fue completamente distinta, heterodoxa, y los resultados están a la vista. ¿O tiene que venir el Banco Mundial a decirnos que vivimos en un país normal? Muchos lo sabíamos, otros tienen que escucharlo de un extranjero, algo que Jauretche catalogaría como colonialismo cultural. Aquí un ejemplo.
En la convocatoria del 8N circuló en las redes una foto con un cartel que decía: “Sra. Presidenta: la emisión SI genera inflación”. Más allá de lo amplio de las demandas de ese día (hay que tener poco de qué quejarse para salir a la calle con esa consigna), el cartel habla de ideas que –a fuerza de repetirlas– se convierten en verdades inapelables.
El debate sobre la inflación en Argentina atrasa cuarenta años por lo menos. Hasta los liberales saben (y ocultan) que existe un solo caso en que la emisión provoca aumento de precios: cuando la economía se encuentra en pleno empleo, es decir si existe un desempleo muy bajo (sólo friccional) y una utilización de la capacidad instalada casi total. En Argentina, estos supuestos no se cumplen, y menos en un año de bajo crecimiento, con un 7 por ciento de desempleo, 34 por ciento de trabajo informal y 75 por ciento de utilización de la capacidad industrial.
Es decir, la consigna del cartel valía para un caso particular. Un cartel diferente podría ser: “Sra. Presidenta: como hay inflación (que surge en el sector real de la economía) tiene que emitir, de otro modo no se podrán realizar las transacciones al nuevo nivel de precios y la economía se va a enfriar”. Adicionalmente, no sería raro ver otro cartel que dijera: “Sra. Presidenta: el gasto público SI genera inflación”. En su lugar propongo: “Sra. Presidenta, como la crisis internacional nos impacta, aumente la inversión pública aunque entremos coyunturalmente en déficit fiscal y, por la inflación (que surge en el sector real de la economía), va a tener que aumentar el gasto público en protección social, jubilaciones y salarios para compensar esos aumentos de precios y no resentir los ingresos reales”.
Hace un tiempo, cuando alguien afirmaba que el origen y propagación de la inflación en Argentina se debía al aumento de los precios internacionales, la devaluación brutal y la puja distributiva, nadie lo tomaba en serio. Desde 2008, empezaron a escucharlo, y este año, la ortodoxia lo está discutiendo. Son tiempos de contrarrelatos, grietas y nuevas disputas, abiertas a partir de la batalla cultural que emprendió el kirchnerismo y que el año que viene cumple sus primeros diez años.
* Coordinador de la Carrera de Economía de la Universidad Nacional de Moreno. Economista jefe de Econométrica.
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