OPINIóN › SALARIOS, PRODUCCIóN, APERTURA Y DEVALUACIóN
› Por Ricardo Romero *
La historia se repite dos veces, afirmaba Hegel, pero una como tragedia y otra como comedia, sostenía Marx. Este apotegma filosófico parece cumplirse en la historia argentina. Basta recordar la elección presidencial de 1989, donde un caudillo riojano, que despreciaría Prat-Gay, convocaba al “Salariazo y la revolución productiva”, algo que al llegar a la presidencia cambió por congelamiento de salarios y destrucción del aparato productivo por la apertura comercial.
A pesar de la tragedia que dejó esa fase en el 2001, ahora un empresario llega vociferando “pobreza cero y la revolución de la alegría”, una comedia que la ciudadanía argentina podría evitar. Especialmente porque otras promesas de campaña provocarían todo lo contrario.
Cuando se plantea salir del tipo de cambios múltiple (llamado cepo) implicaría unificar el valor de la divisa a un nivel que responda a la demanda de dólares o, de no querer una devaluación, obtener una cantidad suficiente para ofertar, algo que se consigue por exportaciones, eso es a mediano y largo plazo, o por endeudamiento, algo que podría suceder, pero que estará condicionado a ajustes presupuestarios que los capitales y organismos internacionales imponen.
Además, de intentarse promover exportaciones con reducciones de retenciones, si bien podría tener un efecto favorable a obtener divisas, los productores elevarán los precios internos de los productos transables, porque sino priorizaran el mercado externo y podría generar desabastecimiento. A su vez, cabe pensar cuáles son los recursos que se pierden y con qué ingresos se pretende suplantar, a fin de sostener erogaciones que se promete mantener.
Incluso, cuando se plantea reducir la inflación, cabe recordar que la tragedia neoliberal de los noventa impuso la convertibilidad de la moneda luego de una megadevaluación, que logró frenar la suba de precios pero a costa de congelar los salarios y provocar despidos, basta recordar que la desocupación pasó del 6,9 por ciento en mayo de 1991 al 18,4 por ciento en mayo de 1995.
Recordar esa mentira del “Salariazo y revolución productiva” podría evitar caer en la nueva farsa de la “Pobreza cero y la revolución de la alegría”, que promete no tocar derechos, escondiendo sus propuestas, especialmente por las causas de las mismas, que básicamente implicará caer nuevamente en un modelo excluyente en base al endeudamiento y el desempleo. Sin duda con pobreza y sin felicidad.
* Politólogo UBA/Unsam.
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