Domingo, 5 de septiembre de 2010 | Hoy
MUNDO FINANCIERO › XENOFOBIA E INDEPENDENCIA DE LA BANCA CENTRAL
Por Carlos Weitz
El directorio del Banco Central de Alemania (Bundesbank) decidió el jueves pasado solicitar la dimisión de uno de sus miembros, Thilo Sarrazin. Este funcionario había desatado un escándalo de proporciones en Europa al promocionar su último libro titulado Alemania se desintegra, en el que sostiene que su país está reduciendo su inteligencia colectiva y su poderío económico de largo plazo a causa de la inmigración musulmana. Para potenciar las ventas del libro el director del Banco Central alemán no tuvo reparos en efectuar declaraciones a la prensa: “Los árabes y los turcos sólo sirven para vender frutas y verduras”; “el 70 por ciento de los turcos de Berlín y el 90 por ciento de los árabes no se encargan de la educación de sus hijos y no hacen otra cosa que producir niñas con velo, lo que provoca que la población alemana sea cada vez más y más estúpida”; “los inmigrantes no aportan económicamente nada a la ciudad, no aceptan el deber de integrarse y encima nos cuestan dinero”. Sorprendido por las repercusiones frente a sus “inofensivos” comentarios y para salir al cruce de quienes inexplicablemente lo acusan de racista, remató sus afirmaciones sosteniendo que “los judíos tienen sus genes, los árabes tienen sus genes y los vascos también tienen sus genes que los distinguen”.
No es la primera vez que Sarrazin ha buscado inflamar las cuerdas más xenófobas de sus compatriotas apelando a este tipo de barbaridades. El año pasado, por declaraciones similares fue apartado de la dirección de un sector clave del Banco Central germano (la división encargada de la emisión de dinero) siendo confinado a ocuparse de un área meramente operativa. Sarrazin sabe que no está solo en su cruzada. Distintas encuestas evidencian que una amplia franja de la sociedad alemana apoya este tipo de miradas descalificadoras de inmigrantes provenientes de otras geografías y culturas.
Si bien la extrema derecha ha festejado esos exabruptos, dentro del Partido Socialdemócrata, al que Sarrazin pertenece, son cada vez más las voces que piden que abandone la agrupación o que se inicie un proceso para expulsarlo. Sus afirmaciones generaron una ola de indignación, empezando por la canciller alemana, Angela Merkel, que las calificó de inaceptables. El Bundesbank tuvo que emitir un comunicado acusando a Sarrazin de dañar la reputación de la institución violando su código de conducta, señalando que el resto del directorio de la institución apoya su despido. Sin embargo, su desvinculación no constituye un proceso sencillo. Las normas del Banco Central, que apuntan a preservar la independencia del organismo, establecen que sus directores sólo pueden ser removidos por severas inconductas, y pone sólo en cabeza del presidente de Alemania, Christian Wulff, la facultad de separar a estos funcionarios. El momento en que se da la controversia puede terminar socavando las aspiraciones de la máxima autoridad del Bundesbank, Axel Weber, de convertirse en el nuevo presidente del Banco Central Europeo en reemplazo del francés Jean-Claude Trichet.
Los defensores de Sarrazin sostienen que Weber debería defender el derecho constitucional a expresarse libremente que mantienen los directores del Banco Central ante la interferencia de los políticos. Sin embargo, y si de moral se trata, Sarrazin se escuda detrás de una mal entendida independencia del Banco Central, utilizando la elevada exposición que le brinda su cargo para promocionar sus ideas retrógradas y aumentar sus ingresos personales gracias a las mayores ventas de su libro. Como de autoridades y reguladores bancarios se trata, el vicepresidente del Banco Central de Turquía, Ibrahim Turhan, clausuró la discusión sobre los dichos de Sarrazin invocando la intervención del principal ejecutor de la política monetaria planetaria con seis palabras: “Que Dios se apiade de él”
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