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Esta es una zoncera que, casi invariablemente, se escucha cada dos años en Argentina. Y como no podía ser de otra manera, ha reaparecido en las últimas semanas.

Repasemos los meses anteriores a algunas elecciones recientes: en mayo de 2009 el inefable Domingo Cavallo escribía en su blog que “la Argentina entrará durante el segundo semestre en un proceso de deterioro de las variables fiscales de dimensiones impensadas”, que “no podrá” financiar con crédito, por lo que pronosticaba “una fuerte emisión monetaria, con el consiguiente drenaje de divisas”. Ello lo llevaba “a predecir que la crisis argentina se va a agravar en la segunda mitad de este año y probablemente durante 2010 y 2011, aun cuando comiencen a verse signos de recuperación en la economía global y en la mayoría de las economías emergentes”. En la misma época, Rogelio Frigerio nieto decía que luego de las elecciones “el Gobierno va a tener que hacer un ajuste fiscal porque va a ser indispensable generar los ahorros necesarios para cubrir el faltante de recursos para cancelar los vencimientos de deuda”.

Nada de eso pasó. La economía volvió a crecer en esos años y se cumplió con cada uno de los pagos de deuda.

Llegamos a 2011. En abril de ese año La Nación publicaba: “El año del ajuste es 2012, gane quien gane la elección”, vaticinó Daniel Artana, economista de FIEL. Con estas conocidas figuras del liberalismo vernáculo, nunca queda del todo claro si es vaticinio o deseo personal.

En octubre de ese mismo año, ya se habían realizado las primarias presidenciales, por lo que el resultado era prácticamente definitivo. Aun en ese contexto, la consultora Ferreres estimaba un dólar para el mismo mes del año siguiente situado en 5,65 pesos. En octubre de 2012 ese valor rondó los 4,75 pesos. Otra vez erraron.

Llegamos a 2013 y ahora comienzan nuevamente con los vaticinios /advertencias. El mismo Ferreres escribió en La Nación: “Y las consecuencias de estas medidas de maquillaje de corto plazo después tienen su contrapartida en fuertes sofocones, como ya los vimos en 1989 y 2002, con un aumento sombrío del desempleo cuando se hace imposible administrar los infinitos controles que enredan a las empresas, los sindicatos, el Estado, en nudos inmanejables y, en definitiva, frenan toda la economía y la hacen caer en abismos recesivos de dos dígitos y pobreza de más de 50 por ciento de la población”. Elegantemente envía el mensaje apocalíptico: crisis como la híper del ’89 y caos como el de 2002 a la vista si usted no vota como a nosotros nos gusta. Por si esto no alcanzara, Cavallo reapareció diciendo que ahora estamos peor que en 2001.

¿Y qué creen que va a pasar después de las elecciones? Como siempre, casi nada de lo que predicen. Pero los “gurúes” seguirán errando, nadie les reprochará nada, continuarán paseándose por los medios y, por supuesto, facturando considerables montos a sus clientes

* Docente UNLZ y UNQ.

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