Dom 12.07.2015
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ESCENARIO › POLíTICA Y GERENTES

Mundo PRO

› Por Diego Rubinzal

El jefe de Gobierno porteño asimila el manejo estatal al de una empresa privada. Esa visión gerencial de la política reduce la gestión pública a una cuestión puramente administrativa. El objetivo principal del dirigente político sería algo así como ser “un buen gestionador”. En esa línea, Mauricio Macri declara que “gobernar es armar equipos de trabajo”. Por otro lado, las críticas a la “vieja política” refuerzan el sesgo discursivo tecnocrático del Pro, más allá de que no se condicen con las prácticas punteriles que desarrolla en la CABA.

En líneas generales, el macrismo defiende el denominado “criterio gerencialista enfocado a resultados”. La gestión pública debe respetar los principios de eficiencia y eficacia. Las organizaciones públicas son evaluadas con idénticos parámetros a los utilizados en las empresas privadas. Ese esquema de pensamiento esta inscripto en lo que se conoce bajo el nombre de Nueva Gerencia Pública (NGP).

“La NGP continúa la tradición de los primeros estudios administrativos, apegados a los postulados weberianos y a la profesionalización de los administradores antes que a las dinámicas de conflicto y a la concertación política”, explican Claudia Bernazza, Sabrina Comotto y Gustavo Longo en “Evaluando “en clave pública”: Indicadores e instrumentos para la medición de capacidades estatales”, publicado en Revista Estado y Políticas Públicas Nº 4 de Flacso.

La especificidad de la actividad estatal desaconseja esa “receta”. La troika de investigadores explica que “la eficacia y la eficiencia, por sí mismas, pueden dar resultados contrarios a los valores que animan a un cuerpo social tal como lo demuestran el Holocausto o la instauración del terrorismo de Estado en nuestro país. Este punto de partida nos permite dejar atrás el paradigma neoliberal y su preocupación “resultadista”...un análisis en “clave pública” tiene en cuenta que la gestión se despliega en escenarios de conflicto y resistencia en los se debe velar por los principios democráticos al mismo tiempo que se debe impulsar un proyecto de gobierno hacia el logro de lo que constituye el bien común”.

La NGP es muy crítica del régimen jurídico del empleo público (estabilidad, reclutamiento, ascensos) y propone una serie de medidas (flexibilidad laboral, reemplazo de burocracias anquilosadas por gerentes públicos) destinadas a la corrección de esas “desviaciones”. En ese marco, la “misión” de los gerentes públicos se transforma en la prestación eficiente de servicios a “clientes”.

Ese modelo gerencial pretende despolitizar la gestión pública. El discurso centrado en “los equipos” y “los gerentes públicos” invisiviliza el eje central del debate: ¿Cuál es el proyecto de país?.

La relevancia de los cuadros técnicos es indiscutible pero circunscripta al aporte de sus conocimientos para apuntalar el proyecto político. Algo de eso sobrevoló en el reciente cruce entre funcionarios nacionales y Martín Lousteau. La polémica se inició cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sostuvo que “hoy nos quieren dar consejos algunos que hicieron mal los números”, haciendo referencia a la Resolución 125. “Yo renuncié y ellos (por el gobierno) hicieron escalar el conflicto con el campo”, contestó Lousteau. Por su parte, Axel Kicillof replicó que “la Presidenta es quien toma las decisiones, pero los ministros tienen la responsabilidad de asesorarla y realizar bien las tareas técnicas”.

La sociedad es un campo de disputa de actores con intereses contrapuestos. Los proyectos implementados en la Argentina (modelo agroexportador, industrialización por sustitución de importaciones, valorización financiera) arrojaron diferentes ganadores y perdedores.

La consolidación cualquier proyecto depende, entre muchas otras cuestiones, del liderazgo político.

El profesor de la Universidad Nacional de La Plata, Aníbal Sotelo Maciel, sostiene que “lo que deviene necesario no es la capacidad burocrática sino, por el contrario, lo que resulta imprescindible es la capacidad política”. Eso implica “liderar ese proyecto y transformar las instituciones para el logro de los objetivos...consciente de la complejidad en la que operan las organizaciones estatales y decidido a gestionar sobre la base de una visión transformadora que sólo otorga la política”, concluyen Bernazza, Sabrina Comotto y Gustavo Longo.

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