Domingo, 27 de marzo de 2016 | Hoy
ESCENARIO › TIPO DE CAMBIO Y CRECIMIENTO
Por Diego Rubinzal
La economía argentina creció a tasas “chinas” de 2003 a 2011. La reaparición de la histórica “restricción externa” impuso límites a la estrategia kirchnerista. Sin perjuicio de eso, los niveles de empleo y consumo se mantuvieron en elevados niveles históricos a pesar de la desaceleración económica. El macrismo sostenía que el mal denominado “cepo cambiario” era la causa de todos los males. En su opinión, el tipo de cambio apreciado explicaba el débil crecimiento operado desde entonces. Por ejemplo, el actual presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, sostuvo en 2013 que “el tipo de cambio tiene que volver a generar rentabilidad para que las empresas exportadoras puedan salir a contratar”.
Los referentes económicos macristas respetan ese diagnóstico en todas las entrevistas periodísticas. El actual presidente hizo otro tanto. Por eso, la fuerte devaluación inicial –presentada marketineramente como la “liberación del cepo cambiario”– no resultó una sorpresa para nadie. La intensa depreciación cambiaria no satisfizo por igual a todas las fracciones del capital. Los sectores agropecuarios que manifestaron su disconformidad en voz baja fueron acompañados por el industrial Cristiano Rattazzi quien advirtió: “espero que el gobierno no se enamore de un dólar bajo”.
Los que defienden un dólar “recontralto” explican que eso se traduce en aumento de competitividad y exportaciones. La idea central es que el canal comercial provoca un efecto expansivo en la economía doméstica. Así, el aumento de las exportaciones netas motoriza el crecimiento de la demanda agregada. Los datos empíricos están muy lejos de confirmar esa mirada optimista. Por el contrario, la mejora de la rentabilidad exportadora tiene un efecto mínimo sobre las cantidades exportadas. El caso brasileño es un ejemplo cercano. La fuerte devaluación del real estuvo acompañada con caída de las exportaciones.
Idénticos resultados se verifican en México. El economista José de Jesús Ramírez demuestra en La depreciacin del peso y los optimistas: el caso de México como las exportaciones mexicanas no petroleras son inmunes a la depreciación del tipo de cambio real. “Durante el año 2015 la depreciación real fue cerca de un 12,2 ciento, mientras que las exportaciones aumentaron en menos del 0,8 por ciento”, precisa Ramírez.
Los datos duros demuestran que la fortaleza o debilidad de la demanda mundial es el principal factor explicativo de la perfomance exportadora. Por otro lado, la depreciación cambiaria provoca caída del salario real. El potencial aumento de las exportaciones (en el caso de que se produzca) no compensa la segura contracción del consumo interno. El resultado esperable es retroceso en los niveles de actividad y empleo.
Los economistas Fabián Amico y Alejandro Fiorito sostienen en El misterioso optimismo sobre la relación tipo de cambio y crecimiento que “la sensibilidad del comercio exterior (exportaciones e importaciones) a las variaciones del Tipo de Cambio Real es muy pequeña. Sin embargo, el efecto inflacionario y regresivo sobre la distribución (caída del salario real) es mucho más poderoso y por ende el resultado global de la devaluación es claramente recesivo. Peor aún cuando el ajuste cambiario viene acompañado de una mayor ‘austeridad’ fiscal. La contracción del nivel de actividad económica, finalmente, produce una retracción global de la inversión, consolidando el efecto contractivo”.
La alternativa no es la inmovilidad del tipo de cambio. El desafo es compatibilizar competitividad externa con desarrollo del mercado interno. En ese sentido, la administracin del tipo de cambio debe acompañar un proyecto político-económico al servicio de la producción y las mayorías populares. Las “bondades” de la depreciación monetaria, que algunos pretenden vender, no es otra cosa que una estrategia de crecimiento asentada en bajos salarios reales
@diegorubinzal
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