Dom 28.08.2016
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ESCENARIO › DISTRIBUCIóN DE LA RENTA

Productividad

› Por Diego Rubinzal

Los datos oficiales y privados confirman el rápido deterioro del mercado de trabajo. La desmejora laboral incluye desde suspensiones y despidos hasta una fuerte caída del salario real. El Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET) de la Fundación Germán Abdala estimó un retroceso del poder adquisitivo del 9,9 por ciento para los trabajadores registrados. Por su parte, el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) estiró ese porcentaje al 12 por ciento.

La evolución salarial de los trabajadores informales es más difícil de estimar aunque los indicios disponibles revelan una caída mucho más pronunciada que la de los empleados “en blanco”.

El retroceso de las remuneraciones es un objetivo, y no un efecto colateral, de la política económica. La imposición de una nuevo escenario distributivo no es consecuencia de la “maldad” de la conducción político-económica actual sino que responde a su cosmovisión ideológica.

El profesor honorario de la UBA, Abraham Gak, explica en Es la ideología, estúpido que “quienes accedieron al gobierno lo hicieron con el convencimiento de que el bienestar de la población dependerá de la acumulación e inversión de los grandes grupos económicos…surgen entonces objetivos claros. El principal, aprovechar al máximo el período en que gobernarán para generar cuantiosos ingresos y, simultáneamente, reducir la participación del sector asalariado en el goce de la renta que genera el país”.

El gobierno nacional salió al cruce de una posible reapertura de paritarias. La intención gubernamental es evitar una recomposición salarial. En ese marco, el macrismo intentará ligar los próximos incrementos remunerativos a la productividad laboral. Esa política no significa otra cosa que perpetuar el status quo en materia distributiva. En otras palabras, la distribución funcional del ingreso permanecería inmutable de adoptarse ese criterio. Los trabajadores renunciarían a conquistar porciones mayores del ingreso nacional.

La importancia de incrementar la productividad económica, producir más bienes y/o servicios a menores costos, es indiscutible. El debate central en todo caso es cuáles debieran ser los caminos para lograrlo.

La apuesta por la rebaja salarial es el rumbo más fácil, sobre todo para aquellos que no la sufren. El economista Pablo Chena explica en La productividad aumenta con inversión que “exigirles a los trabajadores que incrementen la productividad es poner el carro delante de los caballos porque los motores de la productividad laboral no son ellos sino políticas específicas para lograrlo. La historia nos muestra que son seis: 1) inversión privada en nuevas tecnologías; 2) inversión del Estado y de las grandes empresas en investigación y desarrollo; 3) inversión pública en infraestructura básica para logística; 4) crédito barato a las pymes para acceder a nuevas tecnologías, 5) educación y la capacitación laboral; 6) desarrollo de redes de comercialización que disminuyan los costos de transacción”.

Por caso, el principal factor explicativo del rápido crecimiento de productividad y nivel de vida de los países centrales fue el proceso industrializador. La mayoría de esas experiencias contó con un Estado que impulsó el desarrollo de sectores económicos claves y/o empresas previamente seleccionadas. El macrismo elige otro camino.

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@diegorubinzal

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