Dom 15.02.2015
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MITOS ECONóMICOS › RANKING NEOLIBERAL DE LAS ECONOMíAS

“Subcampeón mundial en desdicha”

› Por Andrés Asiain

“La Argentina es subcampeón mundial en desdicha”, llevaba por título una reciente columna de opinión del economista Juan Carlos de Pablo en el diario La Nación. “Venezuela y Argentina, los países más miserables del mundo”, señalaba un portal de noticias internacionales en su página web. Ambas noticias hacían referencias a los últimos resultados del “misery index”, que posicionaban a Venezuela y Argentina al tope de una lista de 108 países relevados por el economista norteamericano Steve Hanke para el diseño de su particular índice.

El autor del indicador es un economista conocido en nuestro país por su colaboración junto a Domingo Cavallo en el diseño del esquema de la convertibilidad, y por ser uno de los ideólogos de la dolarización que impulsaba Carlos Menem cuando el “1 a 1” ya hacía agua. De posiciones ultraliberales, tuvo una activa participación en el proceso de privatizaciones de las empresas públicas en los países del este de Europa al derrumbarse la Unión Soviética. En su labor académica se desempeña como profesor universitario e integra el CATO Institute, una usina del pensamiento neoliberal fundada en 1974 por el multimillonario Charles Koch (dueño de un imperio económico con más de 100.000 empleados y presencia en 60 países, que incluye a las empresas Invista, Molex y Georgia Pacific en Argentina).

Es justamente desde el instituto CATO desde donde Hanke difunde el ranking del “misery index” que resulta de la suma de la tasa de inflación, de interés, de desempleo menos el crecimiento real del Producto, de cada una de las naciones seleccionadas. El hecho de no contemplar elementos como la distribución del ingreso, acceso a la alimentación, la salud, vivienda o educación, muestra lo limitado del indicador para describir la real miseria o desdicha de los pueblos del mundo. Pero incluso dentro de esa estrecha visión, tampoco es razonable pensar que genera el mismo malestar popular una suba del 1 por ciento del desempleo que un incremento del mismo porcentaje en la inflación o la tasa de los créditos, tal como considera el índice de Hanke al dar la misma ponderación a las diferentes tasas que lo componen.

El índice capta también en forma deficiente el costo real de los créditos. Se sabe que un crédito hipotecario con una tasa del 18 por ciento anual puede ser muy costoso en una economía con baja inflación, pero resulta muy conveniente si los precios aumentan más de 30 por ciento al año. Esta evidente diferencia se le escapa al “índice de desdicha” al tomar la tasa de interés nominal de los créditos, en lugar de la real (descontada la inflación). Ese “error” genera un sesgo del indicador hacia la penalización de la inflación por sobre cualquier otra variable, ya que, lógicamente, las tasas nominales de interés de los créditos son más elevadas en las economías donde existen mayores tasas de inflación.

A partir de esa manipulación estadística para asociar la desdicha y miseria popular con la tasa de inflación, se construye un instrumento para penalizar procesos de amplia redistribución del ingreso y reducción de la pobreza en un contexto de elevada inflación, como el que transitan Argentina y Venezuela. También se esconde la profunda desdicha que sufren los pueblos de la periferia europea, sometidos al desempleo y el empobrecimiento, en un contexto de estabilidad de precios. Una desdicha y miseria similar a la sufrida por el pueblo argentino bajo el régimen de convertibilidad que ¿casualmente? tenía como uno de sus creativos al diseñador del “índice miserable”.

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