MITOS ECONóMICOS › DEUDAS POR 25 MIL MILLONES DE DóLARES
› Por Andrés Asiain
Hace unos días, el diario La Nación publicó en su tapa un titular que señalaba: “La herencia para 2016: deudas por U$S 25.000 millones”. En la nota se indicaba que “desde las instancias más altas del poder se ha dicho muchísimas veces que el problema de la deuda externa estaba solucionado”, sin embargo “Cristina Kirchner termina su segundo mandato sin haber podido solucionar el conflicto con los holdouts y con vencimientos en 2016 que podrían ascender a 25.000 millones de dólares, que deberá afrontar el próximo gobierno”.
La composición de esos vencimientos, según la misma nota, estaría dada por “el papel que Néstor Kirchner le dio al Banco Central cuando en 2005 se llevó 10.000 millones de dólares para pagarle toda la deuda por anticipado y sin quita al Fondo Monetario”. También suman letras del BCRA, adelantos transitorios al Estado nacional, vencimientos de bonos en manos de la Anses, en pesos y en dólares, que elevan la suma a 14.400 millones de dólares. Los 10.600 millones restantes estarían conformados por vencimientos con organismos internacionales por aproximadamente 4900 millones, vencimientos en dólares con el sector privado por 2900 millones y el resto compuesto por vencimientos en pesos con el sector privado.
Ante semejante cúmulo de vencimientos la alternativa de continuar financiándose internamente se considera “agotada”, aunque “la posibilidad de obtener financiamiento externo en moneda extranjera es amplia”. Sin embargo, para acceder al crédito externo “el gran desafío será resolver lo más rápidamente posible la cuestión de los holdouts, y ése, sin duda, será un tema prioritario en la agenda financiera de quien gobierne a partir de diciembre de este año”. Según el editor del diario “el gobierno que asuma en diciembre necesitará regularizar la situación de la deuda para poder financiarse en forma sustentable”.
El mito de los vencimientos impagables a afrontar por un próximo gobierno tiene bases muy débiles. Tan es así, que ni siquiera se requiere para derrumbarlo de la discusión sobre los números de los vencimientos. Basta decir que el papel por 10.000 millones de dólares del pago al FMI es una deuda entre el Estado nacional y el BCRA, cuya renovación eterna sólo requiere que el Banco Central se mantenga bajo el control de los argentinos y que no sea cautivo de “expertos” al servicio de intereses financieros extranjeros que nieguen su refinanciamiento. Lo mismo sucede con los adelantos del Tesoro, otra “deuda” entre el Estado nacional y el Banco Central, que además está nominada en pesos.
Algo similar acontece con las deudas del Estado nacional con la Anses (heredadas, en su mayor parte, de los tiempos en que el Estado financiaba el pago de las jubilaciones colocando bonos en manos de las AFJP), cuyos vencimientos de capital son refinanciables automáticamente mientras no se piense en reprivatizar el sistema. Finalmente, el vencimiento de letras del BCRA y bonos del Tesoro con el sector privado nominados en pesos tampoco tiene dificultades de ser cubierto, ya sea con nuevas colocaciones de bonos o mediante la inyección de pesos en el sistema que, en todo caso, puede exigir cierto incremento de las tasas de interés de los plazos fijos para evitar que esos pesos se vayan al dólar.
Limpiando los mencionados vencimientos y siempre según la nota de La Nación, quedan deudas en dólares con organismos internacionales por aproximadamente 4900 millones de dólares y vencimientos con el sector privado por 2900 millones de dólares. Si se tiene en cuenta que los vencimientos con organismos internacionales son refinanciables en forma casi automática, los vencimientos en dólares a pagar en 2016 se reducen a unos 2900 millones y no los 25.000 millones de dólares que publicó en su tapa La Nación.
La construcción imaginaria de un escenario de hiperendeudamento en que se enfrasca el diario La Nación para justificar que un futuro gobierno ceda a un acuerdo con los fondos buitre en términos lesivos para nuestra soberanía no tiene bases reales. Aunque entristezca a ciertos analistas, los tiempos de gobiernos arrodillados ante los acreedores externos pidiendo financiamiento son parte del pasado.
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