Domingo, 11 de septiembre de 2016 | Hoy
MITOS ECONóMICOS › INTEGRACIóN REGIONAL GUIADA POR EE.UU.
Por Andres Asiain
La gira por España del ministro Alfonso Prat Gay en mayo de este año trascendió al público por el insólito pedido de disculpas al capital español. No menos particular fue su visión del tratado de libre comercio entre Mercosur y Unión Europea: “Ustedes saben que el Tratado del Pacífico está avanzando muy fuertemente... nosotros vemos que el acuerdo de la Unión Europea con el Mercosur puede ser el camino para establecer... ese corredor bioceánico con un acuerdo Mercosur y el Tratado del Pacífico y finalmente lograr lo que no se ha logrado desde Bolívar y San Martín que es unificar efectivamente América del Sur”.
Las declaraciones del ministro habían sido precedidas por la solicitud de Macri de incorporarnos al Tratado del Transpacífico formulada a Obama durante su visita a nuestro país. Mauricio Macri viajó luego a Chile como observador de la Alianza del Pacífico y allí señaló que “tras muchos años de una economía cerrada, tenemos que ir en una transición ordenada, no crítica, hacia la integración Mercosur, espero en breve, con la Alianza del Pacífico y después, con el mundo entero”.
Lejos del sueño de Bolívar y San Martín de una unidad regional para fortalecer nuestra independencia, la política exterior de Cambiemos parece más cercana al “América para los (norte)americanos” de la doctrina Monroe en la era de Theodore Roosevelt.
Los entendidos en geopolítica saben que la potencia del norte viene desarrollando una estrategia para asegurar su posición en la economía mundial frente al avance chino a partir de dos ejes: el Tratado del Transpacífico y el del Transatlántico. Se trata de dos acuerdos de libre comercio e inversiones a ambos lados de los océanos que tienen la particularidad de dejar afuera al gigante asiático. El Transpacífico involucra a Estados Unidos con Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei Darussalam, Singapur, Vietnam, Canadá, Chile, Perú y México, mientras que el Transatlántico lo hace con la Unión Europea.
La estrategia estadounidense se acopla a la de algunos grupos locales, como el caso de Techint, que ve avanzar con preocupación a los tubos chinos en nuestro país y en otros de sus mercados tradicionales. Sin embargo, la suerte no es la misma para otras actividades que aun cuando compiten con producción china, tampoco resistirían el ingreso de productos con arancel cero en el marco de esos acuerdos. Los sectores textiles, del calzado, juguetes, entre otros grandes generadores de empleo, no resistirían el ingreso de productos en base a bajos salarios de Vietnam o Singapur. Los autopartistas y la línea blanca difícilmente sobrevivan a la competencia de la producción alemana necesitada de mercados en el marco de la crisis europea, o la llegada de productos de las maquiladoras mexicanas.
Los tratados transoceánicos vienen también acompañados de una serie de planteos peligrosos en materia de patentes, licitaciones, inversiones, comercio electrónico y empresas públicas. A modo de ejemplo, la educación o salud pública gratuita puede ser considerada una competencia desleal hacia la privada bajo el prisma de “neutralidad competitiva” entre las empresas públicas y las privadas que pregonan los tratados.
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