Domingo, 25 de febrero de 2007 | Hoy
Por Diego Rubinzal
El conflicto provocado por la decisión de instalar pasteras en el Uruguay puso en primer plano a la industria celulósica. Mayoritariamente se demonizó esta actividad económica por su carácter contaminante y se sostuvo una postura intransigente en contra de su instalación. La actitud de los vecinos de Gualeguaychú generó un debate nacional sobre el tema, a pesar de que poco o nada se sabe del desarrollo de esta industria en suelo argentino.
En la Argentina, las fábricas de celulosa se desarrollaron al calor del apoyo oficial mediante distintos tipos de promociones industriales.
En un reciente trabajo realizado por los investigadores del Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas de la Argentina (Cespa), Jorge Schvarzer y Pablo Orazi (“La producción y la capacidad instalada en la industria de la celulosa y papel: Un balance de los cambios empresarios, productivos y de mercado durante las últimas décadas”), se realiza un meticuloso análisis del desarrollo de la industria celulósica.
La primera gran empresa del sector fue Celulosa Argentina, fundada en el año 1929. Celulosa era una firma integrada verticalmente, ya que no solamente elaboraba la pasta de celulosa sino que también producía papel. Esta empresa llegó a tener un carácter cuasimonopólico, llegando a fabricar, hasta principios de la década del ’70, el 80 por ciento de la pasta celulósica elaborada en la Argentina.
En ese momento, se comenzaron a operar algunos cambios de importancia en la industria celulósica. En efecto, en el informe citado se resalta que a fines de los ’60 los especialistas señalaban que era necesario un salto cuantitativo en la producción para abastecer a la demanda interna. Al tratarse de una actividad que requiere de una cuantiosa inversión de maquinarias (por eso es calificada como industria pesada), se sostenía que la única posibilidad de desarrollar el sector era mediante el apoyo estatal. Estos planteos eran congruentes con el esquema de pensamiento dominante que impulsaba medidas de apoyo al capital local en el marco del proceso de industrialización sustitutiva de importaciones. Así, mediante la implementación de subsidios y créditos estatales se comienza a producir un despegue del sector durante la década del ’70 y comienzos de los ’80.
Una de las empresas que surge es Papel Prensa, que se instala en Zárate para aprovechar la madera de álamo disponible en la zona del Delta. Este emprendimiento se dedica a la fabricación de pasta y papel de diario.
Otra de las plantas integradas que irrumpe en escena es Papel de Tucumán (hoy Papelera Tucumán), que utiliza el bagazo de la caña de azúcar como materia prima. Este insumo ya era utilizado desde el año 1965 por la firma Ledesma, cuando la empresa azucarera decide diversificar su producción y comenzar a fabricar papel.
También surgen dos nuevas plantas en la provincia de Misiones: Alto Paraná y Papel Misionero. En el primer caso se trataba de una empresa controlada mayoritariamente por el conglomerado económico líder del sector: Celulosa Argentina. En cambio, Papel Misionero fue una planta abierta por el gobierno provincial misionero.
La irrupción de estos nuevos emprendimientos permitió aumentar un 60 por ciento la capacidad productiva, alcanzando las 800.000 tn anuales.
El incremento en la capacidad instalada permitía aprovechar las ventajas comparativas naturales que tienen las plantaciones forestales de la Argentina. En ese sentido, el informe señala que “los bosques de la zona permiten extraer los primeros cortes de madera a los siete años de plantados y la tala a los diez, en comparación con los 25 a 30 años que requieren para ese mismo aprovechamiento en el norte de Europa”. “Esta diferencia natural genera una diferencia de costos que supera los cien dólares en el costo total de la pasta y ofrece una formidable ventaja competitiva que explica el interés por ese tipo de proyectos en toda la región (que incluyen el apoyo a la forestación así como la instalación de plantas procesadoras), como se ve en el vecino Uruguay”, explican Schvarzer y Orazi.
Ese fue el último gran salto en la capacidad instalada de la industria, ya que ésta se mantiene prácticamente invariable hasta la actualidad.
En la década del ’90 confluyeron dos problemas para el sector: un tipo de cambio sobrevaluado y la caída del precio internacional de la pasta de celulosa.
En este contexto, las firmas comenzaron a tener problemas económico–financieros que derivaron en una profunda alteración en el régimen de propiedad: el Banco Citicorp adquiere el control de Celulosa y Alto Paraná. En 1996, la entidad bancaria se desprende de Alto Paraná transfiriéndolo al grupo Angelini (capitales chilenos) y en el 2000 vende el 82 por ciento del paquete accionario de Celulosa al grupo uruguayo Fanapel.
Papelera Tucumán, luego de pasar por varias manos, queda bajo el control del ex diputado peronista Alberto Pierri.
Papel Misionero es privatizada por el gobierno misionero en 1997 y es controlada actualmente por fondos de inversión extranjeros.
Como resultado de los sucesivos cambios, se afianzó la oligopolización del sector (ver cuadro) y se profundizó su extranjerización. Dicho de otro modo, las plantas celulósicas no escaparon a la tendencia general de la estructura industrial argentina.
En Argentina –en % de la producción total- | |
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Firma | Participación |
Alto Parana | 31,36 |
Papel Prensa | 13,44 |
Celulosa Argentina | 12,99 |
Papelera Tucuman | 9,59 |
Ledesma | 8,96 |
Papel Misionero | 8,06 |
Otras | 15,59 |
Fuente: Elaboración propia en base a datos informe Cespa.
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