¿La extranjerización de la economía trajo más perjuicios que beneficios?
–Trajo las dos cosas. A diferencia de los capitales especulativos, las industrias trasnacionales, cuando se van, no se llevan las empresas, porque es capital hundido. Los cables están, las centrales telefónicas de última generación están. Queda de positivo una infraestructura mejor. Ahora hay que usar los errores del pasado para replantearnos qué hicimos mal y mejorar. Hay que redefinir los contratos con las privatizadas, buscando un equilibrio entre los beneficios privados y los sociales. Las empresas no son buenas ni malas. Actúan de acuerdo a las reglas de juego. En Argentina prácticamente no hubo reglas. Las telefónicas en Chile generaron encadenamientos productivos y reinvirtieron más.
Con buen marco regulatorio, ¿es lo mismo que las principales empresas sean nacionales o extranjeras?
–No, tener buenas empresas nacionales tiene más beneficios que buenas extranjeras. En el país, en muchos casos, nos fue tan mal con unas como con otras. Pero a igualdad de condiciones, me quedo con la nacional. Primero, porque la casa matriz de la multinacional siempre tiene una propensión a desarrollar sus áreas estratégicas en su país de origen. Las redes de proveedores, la tecnología, el desarrollo de productos y otras operaciones importantes se hacen en el país en el que está la casa central. Todo eso es trabajo de alto nivel que se pierde. Las empresas nacionales, además, tienden a invertir acá. Si Arcor gana plata, es más factible que invierta la mayor parte en Argentina. Y esto multiplica el desarrollo.
La extranjerización en el país es una realidad que no va a cambiar en poco tiempo. ¿Cómo se puede operar en ese contexto para que no juegue en contra del desarrollo económico?
–La modificación de la política cambiaria abre la puerta a que las multinacionales evalúen desarrollar una serie de procesos productivos en el país. Cuando mejore el clima general, los que hoy se llevan el capital, pueden traerlo. Pero no hay que pensar que el tema se agota en tener un tipo de cambio competitivo. Hay que desarrollar los aspectos de competitividad que no tienen que ver con el precio, que son los más importantes. Benetton no va a fabricar sus prendas acá sólo porque le salga más barato, si no tiene calidad. Hay que formar recursos humanos, desarrollar proveedores, desarrollar productos globales y otros aspectos que llevan mucho tiempo y dependen de decisiones estratégicas.