El viejo tornero

José Palomino entró a trabajar a la tornería Herrera Hermanos, en San Martín, a los 25 años. Acompañó a tres generaciones de dueños hasta que en 1995 la empresa quebró. José, ya jubilado, había seguido trabajando hasta los 69 años porque el ingreso previsional no le alcanzaba, pero también porque su trabajo era su vida. Pero los Herrera habían sido arrasados por la competencia de insumos importados y no tuvieron otra salida que bajar la persiana, tapar las máquinas y trabajar sus autos como remises. Hace dos años la situación cambió y la familia, con una larga tradición de torneros, desempolvó las máquinas y salió a buscar empleados para volver a producir. El problema fue que no encontraban quién supiera manejar un torno. Ahí pensaron en José, que ya tenía 79 años. El viejo tornero aceptó el desafío y hoy, a los 81, sigue trabajando su máquina y a la vez enseñándoles a los jóvenes del barrio que se acercaron a aprender. Entre ellos, su bisnieto, Leonel, de 21 años.

La revancha del ingeniero

En 1984 Martín Samartino se recibió de ingeniero mecánico; trabajó en Ford hasta 1994. En ese tiempo tuvo tres hijos y se compró un departamento, que en 1993 cambió por una casa financiándose con un crédito hipotecario. Luego de ser despedido de Ford, estuvo diez años sin poder ejercer su profesión. Perdió su casa por no poder pagar el crédito, se apretaron él y su familia en casa de sus suegros y durante una década fue uno de los tantos ingenieros que manejaron un taxi. Según cuenta Martín, “si no hubiera perdido la casa, no me hubiese importado”. En 2004 la suerte cambió de manera drástica. En marzo ingresó a la metalúrgica Massera, con un salario de 3500 pesos; en diciembre consiguió un trabajo de jefe de mantenimiento con un ingreso de 5000 pesos. El año pasado, luego de dos cambios más, instaló una consultora con un socio y tiene un ingreso muy superior.