Domingo, 10 de octubre de 2010 | Hoy
ANDRES ASIAIN
Economista. FCE-UBA
“El marco de la desnacionalización de la economía argentina es reversible. Hay medidas posibles. Los Tratados Bilaterales de Inversión (TBI) que firmó el menemismo y que introducen al Ciadi, están vencidos y sólo se requiere su denuncia por el Congreso para su derogación (de lo contrario se renuevan automáticamente). Los TBI chocan con algunos avances recientes como ciertas regulaciones que impone la nueva ley de medios audiovisuales sobre contenidos nacionales y locales de la programación, ya que éstos prohíben el trato nacional en cuestiones de negocios, entre ellos el mediático. No debe olvidarse que la ley de inversiones extranjeras es otro de los rezagos de la última dictadura y que debe derogarse dentro de un mismo paquete con la ley de entidades financieras. En otros aspectos, el capital extranjero en Argentina se formó capitalizando a favor del extranjero el trabajo de los argentinos. En este sentido, la razón de la extranjerización no se encuentra en nuestra incapacidad de generar ahorro por ser pobres, en la escasez de divisas ni en el retraso tecnológico. Por lo que se ve, en todos estos ámbitos la contribución del capital extranjero fue negativa, redujo las oportunidades de inversión para el capital nacional y originó una sangría neta de divisas por el pago de intereses, utilidades, dividendos. También desmanteló los incipientes centros de producción tecnológica internos reemplazándolos por importaciones de las casas matrices. En definitiva, la extranjerización es en gran parte consecuencia de la apuesta a favor del capital extranjero de la dictadura y el menemismo que introdujo a la economía local en la cadena infinita del interés compuesto reproduciendo exponencialmente nuestra dependencia. Es, principalmente y por sobre todas las cosas, un tema financiero. De ahí que la importancia de reconstruir un sistema de crédito interno –que se debatió incipientemente este año– como condición para poder disputar el control de la propiedad al capital extranjero. Pero si no se modifica la legislación del capital extranjero y no se recrea un sistema interno de crédito, la extranjerización seguirá reproduciéndose a sí misma.”
EDUARDO CRESPO
Profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro
“El alto nivel de remesas de utilidades de la economía argentina llama la atención. Sobre este tema se esbozaron muchos argumentos: la necesidad de proveer liquidez a casas matrices localizadas en zonas en crisis, un alto grado de extranjerización de la producción o incluso argumentos subjetivos e ideológicos, como la “desconfianza” y la “imprevisibilidad” de las políticas gubernamentales. Un dato que en general no se suele tener en cuenta en estos análisis es la composición sectorial de la producción y el tipo de actividad predominante. En economías donde prevalecen las actividades extractivas, organizadas como enclaves, casi siempre el excedente obtenido se termina fugando a otras regiones. Y esto obliga a hacer algunas distinciones en relación a los llamados modelos orientados hacia afuera o liderados por las exportaciones. Si una actividad exportadora liderada por la actividad privada paga pocos impuestos y posee escasos eslabonamientos e interdependencias sectoriales internas, es lógico que termine remitiendo la mayor parte de su excedente fuera del país. Las actividades que carecen de efectos multiplicadores y aceleradores internos, necesariamente terminan destinando al exterior la mayor parte de las divisas que generan, mediante la adquisición de bienes de capital e insumos importados, la remesa de utilidades o el pago de intereses. Las actividades industriales, sobre todo cuando incluyen a los bienes de capital, en general poseen muchos eslabonamientos internos. Así, una parte significativa de sus efectos multiplicadores y aceleradores siempre se queda en la propia economía y sólo una pequeña porción se termina “fugando” hacia el exterior. Las actividades agrícolas poseen menos eslabonamientos que las industriales, sin embargo, en muchos casos éstos no son despreciables, sobre todo en la agricultura de clima templado. Los casos menos virtuosos siempre correspondieron a actividades puramente extractivas como el petróleo, la minería y ciertas extracciones forestales. Aunque el panorama pueda resultar desalentador es bueno recordar que algunas de estas condiciones podrían revertirse con medidas políticas acertadas. En este marco, se deben privilegiar las inversiones privadas que posean o tengan el potencial de generar interdependencias locales.”
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