JORGE CARRERA, ECONOMISTA DEL IEFE Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE LA PLATA
Un impacto del 5 al 30 por ciento en la canasta familiar
› Por Claudio Zlotnik
La teoría enseña que en el corto plazo los efectos de la devaluación serán recesivos e inflacionarios en los productos comercializables internacionalmente. Sin embargo, en el mediano plazo la evidencia muestra en la mayoría de los países efectos positivos sobre producción y empleo. Países muy diversos como Brasil, México, Chile, Italia, Inglaterra, Corea, Rusia (entre varias decenas) han tenido efectos favorables de la devaluación, incluso dentro del mismo año de producida. ¿Seremos tan distintos los argentinos para lograr fracasar donde casi todos salen airosos?
Al margen de estos efectos de mediano y largo plazo, las devaluaciones suelen generar, al inicio, un incremento de precios a través de cuatro efectos: a) el aumento automático de precios de los productos transables (bienes y servicios que se exportan y se importan); b) el incremento posterior de precios de bienes no transables, debido al aumento de sus insumos (lo que dependerá del grado de utilización de insumos transables, del grado de concentración sectorial y de la fase del ciclo económico en la cual se encuentre la economía); c) las pujas distributivas que pudieran desatarse luego del aumento inicial de precios (tanto menos probable cuanto más deprimida se encuentre la economía, y más disciplinada y desarticulada esté la fuerza de trabajo); y d) los ataques especulativos contra la moneda (típicos de devaluaciones no creíbles), que vuelven incontrolable el tipo de cambio fijado luego de la devaluación inicial.
El impacto final de la modificación de la paridad cambiaria sobre el poder adquisitivo de las familias dependerá principalmente de: 1) la proporción de bienes transables en la canasta de consumo de los distintos sectores sociales; 2) la utilización o no de retenciones a las exportaciones; 3) los acuerdos que se realicen con las empresas de servicios públicos en torno de la desdolarización de las tarifas; 4) los supuestos que se realicen en relación con la puja entre trabajadores y empresarios; 5) el mecanismo de salida del “corralito”, y 6) las políticas complementarias que se apliquen conjuntamente con la devaluación (emisión de bonos, reforma tributaria, programas de empleo, etc.).
En el cuadro se pueden apreciar, para distintas regiones y niveles educativos, la cantidad de rubros cuyos precios son sensibles directamente a la devaluación (por ser bienes transables o con tarifas dolarizadas) y su participación en la canasta de consumo de las familias.
Si no se aplican políticas complementarias de ingreso para las familias, se suponen fijos los salarios, se mantiene (o se relaja lentamente) el corralito financiero, se pesifican los alquileres, no hay corrida cambiaria posdevaluación y los bienes no sensibles no aumentan sus precios por la recesión, una devaluación del 40 por ciento impactará negativamente sobre el poder adquisitivo de los hogares entre un 4 y un 30 por ciento según los distintos escenarios que planteamos a continuación:
Escenario 1: Todos los bienes sensibles aumentan un 100 por ciento de la devaluación. En ese caso la pérdida del poder de compra de las familias rondará el 30 por ciento.
Escenario 2: Todos los transables aumentan en un 100 por ciento salvo el turismo (que suponemos aumenta un 50 por ciento de la devaluación). Los servicios no aumentan (se respeta la pesificación de las tarifas). En ese caso la caída del poder adquisitivo rondaría el 20 por ciento.
Escenario 3: Similar al escenario 2, pero con retención a las exportaciones agropecuarias y energéticas del 50 por ciento de la devaluación. La baja de la capacidad de compra de los asalariados rondaría el 15 por ciento.
Escenario 4: Similar al escenario 3, pero con acuerdos con automotrices y medicamentos (aumento del 50 por ciento de la devaluación en estos sectores). Aquí, la devaluación licuaría alrededor del 13 por ciento del salario real.
Escenario 5: Similar al escenario 4, pero con sustitución de consumo hacia mejor precio en alimentos, indumentaria, equipamiento del hogar, medicamento y turismo. En éste, el mejor de los escenarios imaginables, casi una situación ideal, la caída del poder de compra rondaría el 5 por ciento.
Por otro lado, deben destacarse los siguientes puntos:
n La devaluación impactará más profundamente sobre los sectores con menor capacitación y las regiones más pobres.
n El efecto será más nocivo cuanto más rígida sea la canasta de consumo y menos regulaciones complementarias implemente el Estado (acuerdos sectoriales de precios, retenciones a las exportaciones, desdolarización de tarifas, etc.).
Sin embargo, es importante aclarar que los efectos regresivos de la devaluación se moderan si aumenta el empleo. El ejemplo más simple es si en una familia había un empleado y otro desocupado, la generación de nuevos empleos podría más que compensar la caída del ingreso familiar del integrante ocupado.
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