ROBERTO FRENKEL, DE CEDES
¿Por qué afirma que los países de Europa están sufriendo los problemas de deuda típicos de economías emergentes?
–Porque una vez que estalló la crisis, la solución era que el Banco Central Europeo (BCE) le pusiera un piso al precio de los bonos, como hace la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central de Inglaterra y el de Japón, es decir, actuar como prestamista de última instancia también de los gobiernos, porque está descontado que un país que emite en su propia moneda no puede defoltear. Pero de repente el mercado empezó a descubrir que el BCE no era prestamista de última instancia de Grecia. En realidad la entidad compró deuda griega, pero lo hizo de forma autodestructiva, diciendo que estaba en contra de hacerlo, dosificando la intervención y además fue obsesivamente monetarista, porque esterilizó las compras. Los países emergentes siempre emitieron deuda en moneda que no manejan, y ése es el riesgo de default, por iliquidez de un país en moneda internacional. Eso pareciera ser un atributo de los países emergentes. Pero empezó a pasar en Grecia y luego en otros países hasta llegar a España e Italia, por la política que lleva a cabo el BCE. Entonces los países del euro de algún modo se convirtieron en economías de mercado emergente, porque emiten deuda, pero no tienen banco central que los respalde.
–¿Qué efecto puede tener la fuerte provisión de liquidez del BCE a los bancos que se anunció recientemente?
–El BCE va a dar toda la liquidez al 1 por ciento por tres años, contra bonos de los países que están complicados. Entonces los bancos están comprando deuda española e italiana y se la venden al BCE, que les da euros. Se genera demanda para bonos europeos, que terminan en el BCE, igual que si la entidad monetaria los comprara. Eso es un parche, porque tiene un límite, que es el capital de los bancos.
–¿La situación de Grecia es comparable con la Argentina en 2001?
–La diferencia fundamental es que Grecia no tiene moneda propia. Se pueden crear dracmas, pero alguien los tiene que demandar. Sería tremendamente destructivo reformular todos los contratos, todo el sistema de pagos pasaría por un colapso y nada asegura que no haya hiperinflación en dracmas, que la gente no los quiera. Es una salida muy dura, políticamente imposible, de tipo posguerra, difícil de aplicar en democracia.
–Más allá de que ocurra o no una corrida especulativa masiva, ¿cuál es el panorama de Europa en términos de crecimiento económico?
–El crecimiento es esencial para resolver el problema financiero a mediano plazo porque, si no, la relación de la deuda con la actividad económica va a seguir creciendo. Se quiere hacer una devaluación interna, que es depresiva, políticamente complicada y de hecho no se efectiviza casi en ningún lado. Es un mecanismo muy lento y extraordinariamente penoso. Pero es lo único que hay, porque los gobiernos de Europa no tienen instrumentos de política, por eso ponen economistas en los distintos cargos, para dar señales al mercado, como hizo la Argentina en el fin de la convertibilidad. Una posibilidad sería que Alemania haga política fiscal y monetaria expansiva y tenga una inflación superior a los demás países, pero los alemanes no quieren saber nada de eso. Por lo pronto, en 2012 está pronosticada una recesión
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