“Las estructuras oligopólicas del sector alimentario expresan comportamientos perversos para el consumidor y para los productores de base, pero no son prácticas que se hayan profundizado con la inflación. Vienen desde mucho tiempo antes y deberían ser controladas por un poder regulador. Para perjudicar al consumidor no hace falta que se reúnan cinco empresas para fijar precios. En mercados concentrados, cuando una empresa sube los precios las demás también suben. Además, el consumidor se perjudica por cuestiones que van más allá de los precios. Hay trampas en las cantidades y calidades. Una estrategia es vender productos en envases que no se pueden comparar entre sí. La presentación de unidades de cualquier dimensión confunde al consumidor. En Francia se elabora un informe donde figura el valor de los productos comparado por kilo, pero acá la regulación es muy baja. Hay normas, pero no hay controles. En Estados Unidos hay una gran participación de los consumidores en el control. En Europa están las ONG y el Estado, pero en la Argentina no están el Estado ni los consumidores.”