ESTUDIO DE CASO: LINCOLN
Por Agustín Lódola *
El objetivo de este artículo es discutir los determinantes productivos de la desigualdad territorial en el largo plazo: qué desbalances conducen a ciertos territorios a mostrar una relativa regresividad en la distribución del ingreso, aun disfrutando de un crecimiento económico excepcional. Para ilustrar el problema es oportuno utilizar como ejemplo al Municipio de Lincoln ubicado en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, el cual ha experimentado un excepcional crecimiento en los últimos años (79 por ciento entre 2001 y 2008), alcanzando el nivel de producto bruto geográfico (PBG) per cápita más alto de su historia, pero que simultáneamente presenta una muy desigual distribución del ingreso. Según cálculos propios, la participación de la remuneración de los asalariados en el PBG es, también en 2008, del 24 por ciento. Una situación que no se registra desde finales del período agroexportador, en 1937, y que contrasta con la máxima registrada en 1965: 47 por ciento.
En una década en la que se registra un importante avance de la participación de los asalariados en el ingreso nacional, Lincoln marcha en sentido opuesto. Entre 2001 y 2008 los trabajadores retroceden 11 puntos porcentuales, de 35 a 24 por ciento, llevando la brecha distributiva respecto de la Nación a un 54 por ciento (la brecha más alta en casi medio siglo). ¿Qué particularidades de este territorio podrían explicar semejante brecha distributiva?
La tradición de la Cepal vincula la estructura productiva con la desigual distribución del ingreso en América latina. En el caso de Lincoln, podemos ver que entre 2001 y 2008 crece la participación del sector agropecuario del 26 al 37 por ciento, destacándose en particular la agricultura, pasando del 15 al 27 por ciento, con especial énfasis en la soja: su superficie sembrada se duplica y la producción, mejores rendimientos mediante, crece 179 por ciento; haciendo de Lincoln el tercer partido productor de soja de la provincia de Buenos Aires y un exponente paradigmático del período de “sojas gordas”.
Sin embargo, el comienzo de la brecha puede rastrearse antes. Entre 1993 y 2008 el sector agropecuario aumenta su participación del 28 al 37 por ciento y en su interior avanza la agricultura, del 11 al 27 por ciento. En particular la soja aportó en 2008 el 19 por ciento del PBG. Por otra parte, en ese mismo lapso, la industria disminuye su participación del 16 al 12 por ciento y la ganadería del 17 al 10.
¿Qué variable constituye el vínculo (o la falta de él) entre las “sojas gordas” y la participación de los trabajadores en el ingreso? Ya de por sí los datos de la cuenta de generación del ingreso por rama de actividad muestran, para la última década, que la participación de los trabajadores en el valor agregado del sector agropecuario (20 por ciento) es mucho menor que en la industria manufacturera (34 por ciento) y es sólo la mitad del total de la economía (40 por ciento). La intensidad laboral (ocupados/va) se mide en cantidad de ocupados por millón de pesos de valor agregado bruto. Desde una visión más desagregada y transversal (por cadenas, incluyendo tanto el cultivo propiamente dicho como las actividades asociadas “hacia atrás” y “hacia adelante”) en otro trabajo cuantificamos que la intensidad laboral de las cadenas agroalimentarias (17 ocupados/VA) es 26 por ciento menor que para el total de la economía (23 ocupados/VA). Ahora si consideramos solamente la cadena de la soja, la intensidad laboral es una de las más bajas (sólo 7 ocupados/VA), siendo a su vez mucho menor que el de la cadena bovina (16 ocupados/VA), una actividad cuyo aporte al producto, como vimos, disminuyó fuertemente. Estas relaciones muestran las dificultades para generar oportunidades laborales en Lincoln con un crecimiento dominado por la producción agrícola y en especial sojera.
¿Qué hacer cuando no existen oportunidades laborales locales? Los datos censales nos muestran que la población del municipio creció un exiguo 1,7 por ciento entre 2001 y 2010, frente a un 13 de la provincia (ubicando al partido en el puesto 122 entre los 135 municipios bonaerenses).
El vínculo entre estructura productiva, demografía y distribución del ingreso puede ser la pieza perdida para explicar cómo municipios con alto producto per cápita siguen siendo expulsores de población; y viceversa, cómo son receptores distritos con más bajos niveles de producto per cápita pero mejor distribuidos.
De ninguna manera deben desaprovecharse los altos precios internacionales o las excepcionales condiciones productivas del territorio. Al contrario, hay que utilizarlos como plataforma hacia una diversificación razonable que ofrezca a estos espacios otros horizontes, tanto productivos como distributivos; en otras palabras, que el crecimiento se transforme en desarrollo en Lincoln y que el desarrollo sea territorialmente equilibrado a nivel del país
* Economista UNLP, autor del libro Desde adentro y subsecretario de Coordinación Económica del Ministerio de Economía de la provincia de Buenos Aires.
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