Lunes, 23 de junio de 2008 | Hoy
TEATRO › PRESENTACIóN DE ALEGRíA, ESPECTáCULO DEL CIRQUE DU SOLEIL
En su segunda visita a Buenos Aires, la compañía canadiense inició su larga serie de shows, haciendo gala de su despliegue visual. El virtuosismo de los 55 artistas en escena cautivó al público que llenó la carpa instalada en Costanera Sur.
Por Hilda Cabrera
El circo es un viaje al lujo para quienes pueden acceder al Show Alegría, creación de 1994 que el Cirque du Soleil trae en su segunda visita a Buenos Aires. Como en 2006, el espacio elegido para desplegar proezas es un predio de Costanera Sur, donde esta compañía –desde hace años, próspera empresa– ha instalado una gran carpa y anexos. En la première del viernes, destinada básicamente a prensa e invitados (algunos sobradamente conocidos), hubo que soportar lluvia y frío en un descampado al que se atrevieron padres e infantes. El público dispuesto a presenciar maravillas no protestó por la falta de programas de mano. La información debía adquirirse en los stands de un improvisado foyer. Con la platea ya en orden, la función se inició a la manera circense, aun cuando un director artístico del Cirque afirmara que Alegría era teatro y no circo. Lo cierto es que se pudo disfrutar de habilidades y destrezas de ese género y de un buen desempeño de los clowns (payasos, si se prefiere), cada uno según características propias.
De estos filósofos del absurdo, únicos en el circo tradicional (que no es éste, pues no se juega aquí con la zozobra que provocan los “saltos mortales”, ni se utilizan animales), se apreciaron las proverbiales rutinas hechas de torpezas y malicias que prodigaron con arte Yuri Medvedev y el español Pablo Gomiz López, quienes además interactuaron con la platea. Los clowns son los imprescindibles del género –por aquello de que “la cuarta pared en el payaso está detrás del público”–, como también el saludo de bienvenida, la música interpretada en vivo por una banda y la percusión en las escenas de riesgo acrobático. Códigos que se cumplen a rajatabla en este montaje que lleva escenografía de Michel Crête, vestuario de Dominique Lemieux; luces de Luc Lafortune y sonido de Guy Derochers.
Que el circo sea un viaje a la fantasía y el lujo no es novedad en una compañía que ha homenajeado otros viajes más rudimentarios, como el milenario vagabundeo de los artistas de circo en Varekai (que significa “dondequiera”, según un dialecto gitano). En Alegría (convertida en película en 1999), el carácter circense está más fortalecido que en Saltimbanco, donde, a modo de eje temático, se mostraba a un niño en la iniciática tarea de descubrir su mundo. Aquí los cuadros (o números) se suceden de manera tajante, aun cuando algunos personajes sugieran un itinerario, como la cantante vestida de blanco –y a la moda de los salones europeos del siglo XVIII– que sabe lucir una adornada crinolina y oficiar de alegre o melancólica narradora, sea imitando los movimientos de una niña o posando como si fuera una muñeca de porcelana.
Para los que desean hallar caminos en el universo de Alegría está el extravagante y giboso Fleur, una rara composición de Evgueni Ivanov para un ser esquivo y celoso, bien diferente de los integrantes de la troupe de “observadores”: los Nostalgic Old Birds. Estos muestran asombro ante las habilidades de sus compañeros e intentan imitarlos a través de pantomimas, subrayando así sus patéticas aspiraciones a la excelencia. Son justamente estos Viejos Pájaros con ínfulas de aristócratas los que recurren con mayor frecuencia a gestos y movimientos utilizados en la Commedia dell’Arte surgida en la Italia del siglo XVI.
El Cirque, nacido de un grupo de artistas callejeros de la canadiense Québec –entre éstos, el acordeonista y lanzallamas Guy Laliberté, fundador y líder de la compañía–, logró su primer gran éxito en Montreal, en 1984, creciendo hasta ser lo que es hoy: una empresa de entretenimientos con espectáculos permanentes en Las Vegas, Amsterdam y Orlando (donde estrenó La Nouba, espectáculo para Disney World), y elencos itinerantes que presentan viejos y nuevos shows, como Quidam (transeúnte, en latín); Dralion (1999); Delirium y Love (2006); Wintuk; Kooza; Criss Angel Believe; y Zaia y Zed. Un despliegue al que se suman programas sociales y talleres para niños y jóvenes de escasos recursos o con alguna discapacidad.
Entre la variedad de personajes que circulan por Alegría –estrenada en Montreal en 1994, sobre idea de Gilles Ste-Croix y dirección del italiano Franco Dragone– se encuentran unos ángeles guardianes ligeros y principescos; una mini-troupe de gimnastas rusos, intérpretes de una coreografía en la que parecen tener alas; acróbatas de la generación futura; y hábiles manipuladores del fuego. La nota dramática la pone Oleg Popkov trasladando a los espectadores a una imaginaria estación de trenes, donde el personaje se despide de su amor. Esta escena, jugada según el arte del actor y su marioneta, preludia un adiós definitivo. Abandonado, y con deseos de perderse en cualquier páramo del mundo, el hombre queda a merced de una tormenta de nieve, simulada aquí con papelitos que vuelan hasta la platea. La tormenta parece acabar con todo, pero retorna la calma y el enamorado renace al descubrir en medio del páramo a una mariposa en vuelo. Esta escena recuerda una pantomima de Bip (creación de Marcel Marceau), donde se rescata un pensamiento oriental: el cuerpo muere, pero del último suspiro nace una mariposa.
La performance de los ocho gimnastas rusos en el cuadro de barras (Aerial High Bar); las esculturas de las contorsionistas Oyum Erdene Senge y Ulzibuyen Mergen (de Mongolia); los números de equilibrio; el virtuosismo del hombre-volador; el cuadro de trapecio del argentino Gastón Elías, y los de gimnasia artística, sobre todo las series de rondó flic flac ejecutadas sobre camas elásticas, entusiasmaron a los asistentes a este show, del que participan 55 artistas y responde a la dirección artística de Sylvie Galarneau y la coordinación general del español José Ramón Corraliza. Los músicos acompañan con sus instrumentos de percusión, viento y cuerdas, abordando distintos ritmos: jazz, pop, klezmer y tango. Bajo la dirección musical y composición de René Duperé se interpretan, entre otras canciones, “Vai Vedrai”, “Kalandéro”, “Querer”, “Irma”, “Icare”, “Ibis” y “Alegría”, tema con el que finaliza este espectáculo inspirado en universos alados y lujos versallescos, postulando quizá con esos artificios una forma de ganar buenos momentos.
* Cirque du Soleil se presenta en la carpa de Costanera Sur, Av. España 2230 los martes y miércoles a las 20; jueves, viernes y sábado a las 17 y 21, y domingos a las 16 y a las 20.
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