Sábado, 19 de julio de 2008 | Hoy
TEATRO › JüRGEN BERGER Y CAROLINA ADAMOVSKY, AUTOR Y DIRECTORA DE ELSA
Una madre recuerda las circunstancias en que su hija fue desaparecida, a comienzos de 1977. Sobre esa base, el dramaturgo alemán y la teatrista argentina –con la contribución de la actriz Ellen Wolf– bucean en la frontera entre memoria y ficción.
Por Cecilia Hopkins
Periodista especializado en teatro, el alemán Jürgen Berger no imaginó que la visita a Buenos Aires que realizó hace un año lo llevaría a escribir un texto teatral, algo que hasta el momento nunca se había planteado. Los orígenes de la escritura de Elsa (la obra se estrena hoy en el Espacio Callejón, Humahuaca 3759, bajo la dirección de Carolina Adamovsky) se encuentran en el día en que asistió a una función de La omisión de la familia Coleman, de Claudio Tolcachir y conoció a la actriz Ellen Wolf, alemana de origen pero establecida en el país desde su niñez. Este encuentro dio pie a una serie de charlas a partir de las cuales se fueron perfilando, sin saberlo ninguno de los dos, los personajes de la obra en cuestión, los cuales vivirían situaciones inspiradas en experiencias de vida de la propia Wolf. Así entonces, tres miembros de una familia –la madre de una desaparecida, su nieto, hijo de la misma, y otra de sus hijas– deciden recordar en conjunto los detalles que rodearon la detención de Violeta, a comienzos de 1977. Interpretada por la misma Wolf, Gaby Ferrero y Javier Lorenzo, la obra no solamente versa sobre la necesidad de recuperar el clima de época de los años ’70, sino que también presenta relatos posteriores a ese momento, algunos de carácter ficcional. Lo que unifica los sucesos narrados es la necesidad de registrar lo vivido para que la historia sobreviva en el tiempo, con el objeto de que la experiencia fructifique en otras generaciones.
A Berger, lo primero que le impresionó de Wolf fue la energía de sus 81 años, su presencia en el escenario. Luego, su forma de expresarse fuera de escena: “El manejo del idioma alemán que tiene Ellen –manifiesta el autor, junto a la directora en diálogo con PáginaI12– es de una gran inventiva, porque crea términos propios, algo que permite este idioma nuestro”. Precisamente, el hecho de que el autor haya respetado el modo de hablar de la actriz fue la mayor de las dificultades que debió vencer Carla Imbrogno, traductora del texto original. Curiosamente, a la hora de elegir director, Berger se sintió cautivado por el uso de los lenguajes no verbales: eligió a Adamovsky porque valorizó de su obra Comunidad –inspirada en algunas frases de Franz Kafka– el hecho de que el clima del autor apareciera en escena prácticamente sin emplear palabras: “Entendí que la atmósfera de Kafka estaba en una dimensión corporal. Y para mí, el teatro es verdaderamente importante cuando el espectador puede entender lo que sucede a través de la expresión de los cuerpos de los actores”, afirma el autor.
“La obra es una sumatoria de encuentros”, define la directora, invitada a Berlín por el Instituto Goethe para conocer a Berger, ya en pleno proceso de escritura, alentado por el conocido dramaturgo Armin Petras. La obra la leyó recién a su vuelta, luego de tener la oportunidad de conversar con Wolf y conocer a los integrantes de la familia que aparecen retratados en la pieza. Entre todos coinciden en que la estructura de Elsa presenta semejanzas con el género policial porque la historia de vida de esta familia se va develando poco a poco. El espectáculo se presenta como una producción del Goethe-Institut en colaboración con el teatro berlinés Maxim Gorki –cuyo director artístico es el mismo Petras– y el Espacio Callejón.
–¿Se trata de un biodrama?
Carolina Adamovsky: –En Alemania no está tan desarrollado ese género de espectáculos como aquí, pero sí, la obra está en una frontera ambigua. Tiene un costado documental y otro ficcional. Pero el espectador no va a diferenciar uno de otro.
Jürgen Berger: –Nosotros tenemos el término Docuficción para este tipo de teatro...
C. A.: –La obra está construida a través de una serie de relatos. Cuando pensé la puesta tuve que encontrar una motivación teatral para que los integrantes de esta familia hablen entre sí. Por eso es que ellos registran su propia historia para enviarla en el tiempo al futuro, como se suele hacer con otros materiales. La idea es que esta historia continúe a través del tiempo.
–¿Cómo es el modo de recordar de esta familia?
J. B.: –La familia recuerda en un espacio común. Eso constituye un alivio, porque cuando una persona recuerda en soledad deviene una situación dramática. Y aquí eso no ocurre.
C. A.: –Recuerdan cómo se vivió esa época y cada uno reacciona a su modo, tomando diferentes actitudes. Cuando los miembros de la familia recuerdan en conjunto aparecen las diferencias: el nieto sólo acepta registrar y la hija quiere saber más sobre lo ocurrido.
–¿Por qué afirma que “recordar es una acción imprevisible”?
C. A.: –Porque el pasado está en un espacio que no siempre está presente. Pero al realizar intencionalmente la acción de recordar, ocurre algo imprevisible. Porque los recuerdos tamizados por el paso del tiempo ya no son exactamente los que fueron. Los relatos cambian y no porque quienes vivieron los hechos mientan.
–¿Existe una gran necesidad en Alemania de volver sobre el pasado, desde experiencias artísticas?
J. B.: –Los hechos del Tercer Reich están siempre presentes. Yo nací con posterioridad a esa época y sin embargo siempre he sentido que vivo una especie de elaboración del pasado. Y tengo la conciencia de que, si bien no soy culpable por no haber vivido ese momento, participo de una responsabilidad colectiva. Esto mismo debe estar sucediendo en la Argentina.
C. A.: –Esta obra, aun cuando habla sobre el tema de los desaparecidos, no tiene un relato solemne. Tal vez porque no existe la voluntad de hacer una denuncia. Los personajes se graban a sí mismos, se filman. Y esto da una distancia muy interesante.
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