TEATRO › DOS PROPUESTAS QUE ACTUALIZAN EL PUNTO DE VISTA FEMENINO
Mujeres vistas por mujeres
Carolina Balbi, autora de Informe demiurgo, y Deby Wachtel, creadora de Siesta, hablan acerca de sus maneras de mirar los géneros.
“Pienso qué sentiría mi abuela en aquel tiempo, si habrá tenido alguna vez un orgasmo, si amaba y cómo amaba, si habló con su madre de ello...”, se pregunta Carolina Balbi, dramaturga y directora teatral. Para ella no hay contradicción entre ser mujer y escribir una obra como Informe demiurgo. La mujer sola y –lo que no es lo mismo– en soledad, en el silencio de sus pensamientos, deseando al hombre del departamento de enfrente sin nunca decirlo, en ese mundo de ama de casa que se ha construido, tan simple como intenso; el hombre que juega a descubrir los secretos de la mujer, a encontrar ese misterio, irrepetible, irreemplazable. Estas y otras cuestiones son llevadas a escena por su obra y la de otra talentosa teatrista, Deby Wachtel, en sus respectivas propuestas, para reconstruir mediante un lenguaje escénico –aunque con poéticas muy disímiles– todo un universo femenino y abrir así el debate acerca de las (des)igualdades entre géneros.
Siesta –unipersonal de Wachtel inspirado en la poesía de la brasileña Adelia Prado que se presenta los sábados a las 19 en el No Avestruz (Humboldt 1857)– expone la intimidad de una mujer anónima que cose su vestido en una pequeña máquina, al mismo tiempo que trama sus palabras, que como las puntadas de su costura la atan cada vez más a su deseo y a su dolor. “Es una mujer solitaria en un domingo a la tarde, a la hora del crepúsculo, horario en que todas podríamos suicidarnos de tristeza”, explica su directora. En el contrapunto de esta historia –retrato de una mujer que podría morir por la frustración de no ser amada– se encuentra la obra de Balbi, que se presenta los viernes a las 21 en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759). La pieza construye a Sofía, la mujer ideal, “la prostituta y la santa”, única y a la vez todas las mujeres en una, amada por tres hombres al mismo tiempo, pero construida como ausente. Porque Sofía jamás aparece en este supuesto mundo atemporal en el que han quedado sólo tres hombres y, para continuar la especie, uno debe convertirse en mujer. “A partir de este planteo inicial comienzo a abordar el imaginario femenino a través de la figura de esta mujer que amaron los tres. Y como ella no está, ellos deberán reconstruirla con sus recuerdos, repetir la historia”, cuenta la directora. De este modo, estos tres hombres intentarán ver el mundo con ojos femeninos, al mismo tiempo que una mujer –la autora– explora la percepción masculina de la feminidad, en un doble proceso de “tomar el punto de vista del otro”.
“Me pareció interesante proponer este juego –explica Balbi–, y para llevarlo a cabo y pensar cómo construirían a una mujer estos hombres me tuve que ir un poco para atrás en el tiempo, porque ahora están más desdibujados los límites entre géneros. En el espacio que construí, lo femenino y lo masculino está bien delimitado: los hombres escriben, las mujeres sólo aman y ellos son los que escriben sobre ese amor. Pero cuando uno, que se comió el diario íntimo de la mujer, repite todo eso, descubre una palabra que es mucho más poética que la de los hombres.” En esta construcción de la feminidad, ambas producciones se embarcan en una tesis acerca de las diferencias de género. “Para mí lo femenino parte de una matriz: podemos crear vida”, expone Balbi. “La energía masculina –dice Wachtel– tiene que ver con el accionar, con lo impetuoso y también con el intelecto, con lo racional; mientras que la femenina es más receptiva, siempre a la espera, propensa a la contención y a cierto tipo de diálogo y de paciencia.”
Ambas directoras proponen, a su modo, reflexionar acerca de los roles sociales adoptados por cada género, pero no ya para establecer una rivalidad entre ambos, sino para pensarlos como opuestos complementarios. “La batalla por el poder nos pone en un callejón sin salida”, reflexiona Balbi. “La mujer tiene la posibilidad de dar vida, pero sola no puede, necesita un espermatozoide. Tiene la capacidad, pero no el poder. Tampoco lo tiene el hombre, porque si no tiene dónde engendrar tampoco puede. La sociedad nos ha confundido con esta rivalidad entre lo masculino y lo femenino. Mi obra no reivindica lo femenino ni tampoco la igualdad entre los sexos, porque lo que se reivindica es esta diferencia que hace que nos necesitemos, como complemento.”
En las dos producciones se abre el debate acerca de los distintos roles que la mujer fue ocupando a lo largo del tiempo y el lugar de la mujer hoy. “Nosotras hace poco que hemos logrado cierta igualdad –explica la directora de Informe...–, pero venimos de miles de años de no ser escuchadas. Así que por más que yo no tengo este problema, es un conflicto ancestral.” Y en esta recuperación del universo femenino de éste y otros tiempos, las teatristas pondrán en primer plano lo más íntimo y privado de la mujer. “Es interesante ver las reacciones del público masculino viendo una propuesta femenina”, se ríe Wachtel. “Con esta obra descubrí lo que piensan y sienten los hombres al acercarse a un mundo que desconocían: se sorprenden, quedan conmovidos, pasmados, hasta intimidados. Muchos me dijeron ¡qué atrevida!, ¡qué sexual! Por su parte, las mujeres se identifican y se emocionan”, relata. En esta sociedad en la que, según Balbi, “tanto hombres como mujeres deben dejar de lado su parte femenina, lo sensorial, lo más sensible, para funcionar”, ambas teatristas se animan a sacar a flor de piel todo el mundo interno de la mujer y sentirse realizadas con ello como profesionales y al mismo tiempo como representantes de su género. “Porque nosotras ya no le tenemos miedo a mostrarnos femeninas –afirma la autora de Informe demiurgo–, podemos ser independientes, trabajar, hacer obras de teatro y también maquillarnos, ponernos tacos y mostrarnos lindas.”
Informe: Alina Mazzaferro.