Vie 08.05.2009
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TEATRO › JOSé MARíA PAOLANTONIO Y SU PUESTA DE TITULARES, DE BERNARDO CAREY, EN EL TEATRO ALVEAR

“Con su diario, Botana fue un preperonista”

La obra focaliza en un hacedor fundamental del periodismo moderno, que habilitó la fusión de géneros cultos y populares. “Va a ser polémica por el tratamiento de los personajes y por dar otra versión de la historia”, dice el director.

› Por Cecilia Hopkins

En su novela Adán Buenosayres, Leopoldo Marechal ubica a Natalio Botana en el infierno, manejando una rotativa gigante que convierte a los hombres en papel. Fundador del mítico diario Crítica, Botana despertaba odio y admiración por partes iguales. Nacido en Montevideo, llegado a Buenos Aires como exiliado político, con apenas 25 años fundó el diario que revolucionó el periodismo argentino. Sus páginas combinaban titulares sensacionalistas con artículos firmados por escritores y poetas de la época, como Roberto Arlt, Jorge Luis Borges o los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón. Con un olfato especial para seleccionar temas que podían despertar el interés masivo, Botana logró que la tirada de su diario (usualmente de 300.000 ejemplares diarios, en cinco ediciones) llegase a los 800.000 el día de la caída del presidente Yrigoyen.

Casado con la escritora –feminista y anarquista– Salvadora Medina Onrubia, Botana supo construir un imperio. Su quinta Los Granados, de Don Torcuato, fue visitada por Pablo Neruda, Federico García Lorca y José Ortega y Gasset, entre otras figuras de la época. En el sótano de la casa tenía un mural pintado por el mexicano David Alfaro Siqueiros, el cual aún hoy –ya removido del lugar– no encuentra un sitio de emplazamiento. En sus memorias, Neruda describe a Botana como “rebelde y autodidacta” y también como “capitalista poderoso y dominador de la opinión pública de Buenos Aires”. El poeta chileno detalla además que “había hecho una fortuna fabulosa con un diario sensacionalista” y que “su casa era la encarnación de los sueños de un vibrante nuevo rico”.

Fallecido en un accidente automovilístico en 1941, a los 52 años, Botana es el protagonista de Titulares, obra de Bernardo Carey que se exhibe en el teatro Presidente Alvear (Corrientes 1659) bajo la dirección de José María Paolantonio. Alejandro Awada y Ana Yovino interpretan los roles de Botana y Salvadora, acompañados por Cutuli, Manuel Vicente, Emiliano Dionisi, Carlos Da Silva, Rubén Ballester y Mónica D’Agostino, entre los 30 actores que conforman el elenco. “La obra va a ser polémica –advierte el director en la entrevista con Página/12–, por el tratamiento de los personajes y por dar otra versión de la historia que difiere de la que conocemos, en cuanto a sus contradicciones.”

–¿Conocía la figura de Botana en detalle antes de leer a Carey?

–Tenía referencias de su vida después de leer Salvadora, de Josefina Delgado, un libro que me regalaron hace unos años, en realidad, para que yo conociera la figura de ella, un personaje con tantas posibilidades para hacer en teatro. Después de que me convocaran para dirigir la obra de Carey conocí a Botana con mayor profundidad. Pero aún más que los personajes, me pareció interesante esa época contradictoria que fueron los años ’30, a los que llamamos la Década Infame. Con los actores estudiamos las paradojas de esa época para no hacer personajes que fuesen blancos o negros, sino ambiguos y contradictorios en sí mismos.

–¿Cuáles cree que fueron las contradicciones de la época?

–En ese tiempo estábamos al borde del peronismo, un movimiento de masas como hasta el momento no se conocía, que aparece para levantar un grupo social que estaba postergado. Yo creo que los grandes momentos que funcionan en la historia a modo de pivote son siempre contradictorios, porque algo termina, pero no se sabe qué es lo que va a comenzar. Con la ruptura institucional se cortó un sistema que funcionaba desde fines del siglo XIX, y que en la última presidencia de Irigoyen había empezado a trastabillar.

–¿Qué reflexiones le merecen los protagonistas de entonces?

–Si pensamos que Mitre tradujo La Divina Comedia y que el general Justo era un coleccionista que tenía una de las bibliotecas más importantes de Buenos Aires, vamos a darnos cuenta de que ellos estaban viviendo unas contradicciones que no son las nuestras. ¿Qué hacía Siqueiros en la quinta de Botana, pintando un mural por encargo de él? ¿Qué hacían Roberto Arlt y Borges, juntos? Hoy no hay situaciones ni personajes así.

–¿Qué opina de las contradicciones del propio Botana?

–Fue irigoyenista, pero después generó toda la situación del golpe de Estado de Uriburu. Luego se pronuncia en contra del nazismo y se autoproclama el paladín de la democracia. Botana llega a ofrecer los talleres de Crítica para imprimir La protesta, un diario anarquista. En cuanto al manejo de su diario, creo que fue un pre-peronista.

–¿Por qué lo dice?

–Porque descubrió que la clase baja no tenía un diario propio y cubrió, en términos marketineros, un nicho vacante. Le da importancia al deporte, a las noticias criminales, y así satisface las demandas de un sector que hasta el momento no había sido tomado en cuenta.

–¿Buscó captar desde lo visual ese momento histórico?

–Cuando el espíritu de una época se instala, entonces se puede decir que uno es romántico, futurista o expresionista. Mientras tanto, hay claroscuros. Y esto lo tomé para la puesta: todo lo que se ve está en blanco y negro. Hay un tratamiento de la luz que es muy importante. Solamente hay color cuando se presenta el mural de Siqueiros, durante la fiesta de su inauguración. También hay titulares proyectados para situar a los espectadores en relación con cada escena.

–¿Qué piensa de este momento político?

–Veo que hay una enorme crisis en la dirigencia. Esto sucede en el ámbito oficial, pero también en otros. Estamos viviendo un momento de desposesión de los valores institucionales y éticos. Tal vez estamos en la última parte de un proceso que se inició en la movilización interna que sucedió durante la crisis del 2002. Pero creo que hay posibilidad de encontrar caminos diferentes. En unos años habrá una Argentina serena y productiva.

–¿Qué le hace pensar eso?

–Es que si no fuera así, no habría tantas señales de creatividad, tantos proyectos. Parecería que este país está dormido, pero el panorama de la plástica o el teatro no dicen lo mismo. Esto prenuncia otra Argentina, integrada al mundo. Si no, vamos a perder el tren de la historia. Y los argentinos nunca quisimos estar afuera.

–Son muy llamativas las coincidencias entre la historia de Botana y la de Charles Foster Kane, el personaje de El ciudadano, de Orson Welles. ¿Encontró alguna inspiración en la película?

–La volví a ver hacia la mitad del montaje. Me sirvió para darme una idea de la magnitud que esta obra necesitaba. La exorbitancia y el exceso se notan en los lugares que eligió Welles para hacer su film. Nosotros investigamos los ambientes en los que vivieron grandes familias del país. Hay que ver que Botana tenía tapizado el piso de su biblioteca con piel de pantera negra, especialmente traída de Africa para él. Es decir, no lo rodeaba nada de aquello con lo que uno está familiarizado cotidianamente.

–¿Qué pasa hoy con los medios de comunicación?

–Ya no estamos en la era Gütenberg, sino en plena galaxia digital. Los medios tradicionales están en una situación compleja. Internet crece todos los días y la gente se hace adicta porque tiene acceso a la comunicación anónima, a la información instantánea, que va de lo planetario hasta lo barrial. Entonces, hay un sistema de comunicación, que fue el que tenía antes toda la influencia y el poder, que está confrontado con otro, que es el que viene a imponerse. Un sistema que puede cambiar la función de la televisión y el cine y hasta la noción de privacidad.

–¿Siguen fabricándose los titulares?

–Antes y ahora, los titulares hacen falta: hay una necesidad de fabricar noticias porque la gente está anestesiada y hay que movilizarla para vender, porque todos atienden su juego. Me acuerdo que cuando salió La Opinión pensé que se iba a fundir en 15 días, porque no tenía una sola foto, todo era texto. Hacía falta un día entero para leerlo. Y sin embargo subsistió, porque estaba cubriendo las necesidades de un sector de la población. Pero hasta para eso hacían falta titulares.

–¿Cree que la prensa escrita corre el peligro de desaparecer?

–La necesidad que tiene cierto sector de la población para entender algo más de lo que sucede permite a los medios gráficos mantenerse activos. En cambio, los medios orales y audiovisuales trabajan, en general, sobre el cholulismo y la banalización.

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