Viernes, 16 de octubre de 2009 | Hoy
TEATRO › CECILIA ROSSETTO Y SU ESPECTACULO CONCIERTO AMOROSO
La cantante y actriz se muestra conmovida por la especial intensidad que la puesta del Cervantes desata entre el escenario y la platea, resultado de un compromiso de hierro: “Los días que actúo dedico todo el día a eso. Y me gusta esa entrega”.
Por Laura Rosso
De regreso a Buenos Aires después de ocho años, Cecilia Rossetto presenta un delicioso Concierto amoroso. Al parecer esta vuelta la conmueve especialmente. Su reencuentro con el público argentino se produce en el escenario del Teatro Nacional Cervantes, excelentemente acompañada por Walter Castro en bandoneón, Mono Hurtado en contrabajo, Cristian Ceccardi en percusión y el maestro Freddy Vaccarezza en piano y dirección musical. Y es que Concierto amoroso es un espectáculo que la involucra en todo sentido. Es suya la idea y suya la dirección. Y –claro está– canta y actúa con la calidad y calidez de siempre. Trae al escenario un repertorio exquisito de boleros, tangos, poesías y anécdotas de sus andanzas por las calles de La Habana o Cartagena de Indias. Así, con un intenso romanticismo, atraviesa las ciudades entrañables en las que vivió y lleva gozosamente a los espectadores a ellas. Ciudades que la quieren, la sienten propia y la han tenido en muchos de sus escenarios. La Rossetto canta y baila con un ritmo arrollador. Transmite y contagia la intensidad de su arte genuino e inconfundible.
–¿Por qué este regreso es tan particular?
–Porque lo sentí como definitivo... aunque la palabra me suena un poco melodramática. Pero lo real es que levanté mi casa de Barcelona, metí todo en un barco y me vine. Durante dieciocho años había hecho una mudanza de hormiga llevando mis libros, mis discos y mis fotos. Y, ahora, cruzaron el Atlántico otra vez. La verdad, mis objetos y yo estábamos bastante mareados yendo de un continente a otro.
–¿Qué produjo esa decisión?
–Sentí que había cumplido un ciclo. Es lo normal, lo que le pasa a mucha gente que emigró. Hay un momento en el que uno hace un balance y se pregunta: ¿dónde quiero que queden mis huesos? Yo me dije “en la Argentina”, y me vine.
Instalada nuevamente aquí, entonces, Cecilia Rossetto llegó con este espectáculo bajo el brazo. “Después de la muerte de mi papá creí que iba a pasar mucho tiempo hasta recuperar el deseo de conectarme con la creación de un espectáculo, de ligarme a esa zona de vitalidad, de belleza y de poesía”, señala. “Pero no fue así: en medio del duelo y del dolor, me zambullí en la música tropical. Después de todo, mi padre fue el primero que me habló de esos lugares, en nuestra adolescencia nos fascinaba cuando volvía de Cuba con la valija llena de historias, habanos y libros.”
Concierto amoroso fue estrenado en marzo pasado en Mallorca, se hizo luego una primera versión en el Teatro 25 de Mayo y, finalmente, llegó al Cervantes con un equipo artístico de gran envergadura: Patricia Zangaro, Oscar Balducci, Jorge Ferrari, Sergio Vainikoff y las magistrales luces de Ariel Del Mastro. “Alguien me dijo que esas luces eran como un amante que me busca en escena”, comenta una orgullosa Cecilia. Como podrán apreciar los lectores que asistirán hoy, mañana y pasado a las funciones especiales auspiciadas por Página/12, el espacio inmenso del escenario de la sala María Guerrero, donde asoman escenografías de otras obras, se transforma en un espacio íntimo en el que Rossetto pareciera hablarle especialmente y al oído a cada espectador. “Es lo que busco”, dice. “Ese es el trabajo más arduo. Se debe realizar una intensa introspección para hallar los resortes que lleven al público a los olores, a los colores y a la emoción del lugar que se quiere representar. Esa magia es producto de la elaboración. Son meses y meses tratando de descubrir los sonidos exactos y, después de muchos intentos, surge el repertorio. Parece simple, ¿no?”
Sus tres puertos –Buenos Aires, La Habana y Barcelona– la cargan de mundo, de paisaje, de diversidad. “No sé en cuál de mis tres puertos amé más. Y no sé en cuál de mis tres puertos sufrí más, pero los quiero por igual”, dice en el espectáculo. Los tres son evocados amorosamente en este concierto de gran belleza poética, plagado de canciones que emocionan y que son interpretadas a flor de piel. Boleros de Bola de Nieve, poemas de Nicolás Guillén, alguna canción de Roberto Carlos, temas de Eladia Blázquez, tangos de Piazzolla y de Homero y Virgilio Expósito inspiran a Rossetto en este conmovedor recorrido. “He tenido una vida repartida. Mi tránsito por este mundo se ha dividido en varias ciudades, cada una con su código particular y con su diversidad. Me ha gustado desentrañarlas. Viví una cotidianidad paralela todo el tiempo. Y no fui una argentina melancólica. Vivir afuera es una combinación de tu propia identidad con lo que tomás de ellos, siempre desde el cariño más sincero. Fueron, ciertamente, amores muy hondos, a todo nivel.”
–¿Cómo se prepara para cada función?
–De un modo algo obsesivo. Practico una ceremonia minuciosa. Los días que actúo dedico todo el día a eso. Y me gusta esa entrega. Me gusta vivir las cosas de ese modo.
“La búsqueda del cariño ha sido siempre mi gran inquietud”, concluye Rossetto. Es una mujer afortunada. El público que llena la sala María Guerrero le demuestra su cariño con aplausos, con lágrimas, con risas y le da su más amorosa bienvenida.
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