Lunes, 19 de octubre de 2009 | Hoy
TEATRO › LA SéPTIMA EDICIóN DEL FIBA DEBIó AJUSTARSE POR EL PRESUPUESTO
En una programación sin famosos, modesta en comparación con las anteriores, brillaron obras como la mozambiqueña Mujer asfalto y la coreana Hotel Splendid. Además hubo talleres, muestras de fotografía, un ciclo de cine y coloquios.
Por Hilda Cabrera y Cecilia Hopkins
Rubén Szuchmacher y Alberto Ligaluppi, directores artísticos del VII Festival Internacional de Buenos Aires, diseñaron –por gusto y ceñidos al presupuesto– una programación sin famosos, modesta cuando se la compara con las anteriores, incluida la primera de 1997. Con ánimo de propiciar el diálogo, se organizaron talleres, muestras de fotografía y bocetos escenográficos, un ciclo de cine, coloquios, lecturas en bibliotecas y un Happy Hour como lugar de encuentro y espacio destinado a la música y el baile. Las obras extranjeras, veintiuna en total, mostraron qué se está produciendo en otras ciudades no necesariamente centrales en materia escénica. Lo que se vio –apenas un recorte del teatro originado en países tan distintos como Polonia, Corea, España, Mozambique, Italia, Francia y República Checa– fueron, en general, piezas de pequeño formato, donde lo social y político, la sexualidad, la búsqueda de lo perdido, la muerte y la reflexión sobre la propia tarea adquieren relevancia.
La cuestión política surgió en algunas obras a modo de reclamo o denuncia, sátira o parodia. Con una estética al servicio de lo que desea comunicar, el autor y director chileno Guillermo Calderón trasladó al presente hechos de la historia en trabajos donde el trasfondo social incide con fuerza en situaciones particulares y cotidianas. Del trabajo del director coreano Chung-euy Park se deduce que apunta a una toma de conciencia, lo que implica aprender a pensar y promover un cambio. Es así que Hotel Splendid (de Seúl, Corea, basada en un texto de la poeta estadounidense Lavonne Mueller) explicitó el padecimiento de 200 mil mujeres coreanas convertidas por los japoneses en rehenes sexuales durante la Segunda Guerra Mundial. También en Transparente, de Bolivia –donde la sexualidad se impone tanto como la venganza y la búsqueda de la hija vendida cuando bebé–, los personajes señalaron hechos que marcan a los países pobres.
En esa línea de lo político, Mujer asfalto –uno de los mejores trabajos presentados en el FIBA– refirió la historia de una mujer prostituida. Mutumbela Gogo, el grupo de Mozambique, parece afirmarse en la efectividad de la escena cuando lo que se busca es preguntarse cómo se vive y cómo se debiera vivir. Si bien la obra cuenta la violencia sufrida por una prostituta de la calle, el montaje extiende esa violencia a la desatada en el Africa colonizada y en el período poscolonial. Diferente fue el tratamiento en Los expedientes, de la compañía Teatr Osmego Dnia (Teatro del Octavo Día), de la ciudad polaca de Poznan, con su teatro/documento; y lo hecho por el elenco polaco de Wroclaw sobre una pieza política como El caso Dantón, presentada a la manera de una comedia con abundancia de escenas estrafalarias, en la que los personajes de la Revolución Francesa aparecían atravesados por las miserias de las democracias actuales.
Un mismo esquema se utilizó en las piezas que representaron a Chile: una situación desplegada sobre un contexto explícito que juega a modo de contrapunto de la acción principal. Sucedió en Neva, otra buena propuesta del FIBA, donde los hechos que se producen fuera de una sala de ensayo inciden sobre los actores, semejante en este sentido a Clase, donde el cruce de ideas sobre educación se da entre un profesor y una alumna, mientras en el exterior se desarrolla la movilización estudiantil de “los pingüinos” (así llamada por el uniforme que usaban los secundarios chilenos en 2006). En Diciembre, la calle tomó protagonismo con otro movimiento social, la Guerra del Pacífico en clave de ciencia ficción, con los mapuches decididos a independizarse y fundar un Estado propio.
Así como la luz fue metáfora en varias obras, la música creó atmósferas y acompañó con humor a Crónica sentimental de España, un corrosivo divertimento cuando trató de reflejar a personajes de la vida pública. En ese festivo carrusel de la canción española tampoco se desestimó el toque político. La Comisión Central de la Infancia tomó la forma de un recital solista algo desvitalizado, aun cuando lo que allí se contaba tenía fondo dramático. En el papel de un trovador de estos tiempos, el actor y director francés David Lescot transmitió en un castellano sin ripios los recuerdos de infancia de los chicos huérfanos de la guerra e ironizó sobre la actual fuga hacia la nada y la declinación del compromiso político.
De Francia llegó otra comedia, El efecto de Sergio, de Philippe Quesne, donde se buscó con deliberada inocencia contrarrestar la artesanía de la imagen con el sonido elaborado. Esta pieza conectó con El agujero negro, de la compañía checa Dejvické Divadlo, en lo que respecta al retrato algo naïf de una sociedad aburrida. Anclado en el absurdo y con recursos de ciencia ficción, este trabajo del director Jirí Havelka brindó la imagen de una sociedad necesitada de incesante diversión para ocultar su hastío. En cuanto a Mishelle di Sant’ Oliva, de Emma Dante, la apuesta fue riesgosa y compleja. La situación planteada era la de una madre ausente, un padre dispuesto al autoengaño y un hijo decidido a encarnar lo perdido.
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