Sáb 04.02.2006
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TEATRO › IRENE BIANCHI PONE EN ESCENA “NO SABES LO QUE ME HIZO”

“Nos reímos de nosotras mismas”

La directora dice que las mujeres de más de 40 se sentirán identificadas con la obra, basada en un libro de Sandra Russo.

La que quiere un hombre que se comprometa. La que, al contrario, huye de los que quieren instalarse en su casa y, más aún, si quieren tener hijos. La que asiste a la reunión más plomazo con tal de conocer a alguien. La que festeja ser abandonada por su marido porque, después de pasar por el cirujano, sale con uno veinte años más chico. La que no tiene tiempo para tener sexo, y la que no puede hablar de otra cosa que no sea sexo. La que se psicoanaliza, la que trabaja en casa, la que trabaja fuera de casa... Mujeres poscuarenta del siglo XXI que de jueves a domingo son retratadas en No sabés lo que me hizo, la obra teatral que dirige Irene Bianchi –basada en el libro de Sandra Russo que lleva el mismo nombre–, que se presenta a las 21.30 en el Foro Gandhi (Corrientes 1743).

“En unas vacaciones en Pinamar mi marido compró el libro sólo porque le gustó el título”, cuenta la directora que recientemente trajo el espectáculo de La Plata a Buenos Aires. “Lo leímos y a mí me pareció muy rico para teatralizarlo. Me pareció maravilloso cómo trata ese viejo tema de siempre: las mujeres nos enamoramos de lo que luego terminamos aborreciendo. Al principio nos encanta ese hombre que es bohemio, medio hippie, y eso luego en la convivencia nos mata”, ejemplifica.

“El texto está compuesto por monólogos de supuestas mujeres que se quejan de una característica del hombre, generalmente organizados por opuestos: el hombre que es muy ambicioso, el que no tiene ambiciones, el que quiere tener hijos, el que no quiere...”, explica Bianchi, que, identificada con el libro de Russo, puso el texto en manos de su amiga y autora Elsa Comandi para que realizara la adaptación teatral. Este fue el punto de partida para que las mujeres de No sabés lo que me hizo tomaran vida en los cuerpos de las actrices Griselda Actis, Silvana Radicena y la misma Bianchi. “Decidimos utilizar la caricatura para hablar de temas que en realidad son serios –explica la directora–, como los vínculos entre el hombre y la mujer. Así nos reímos un poco de nosotras mismas, a quienes nada nos viene bien.”

–¿Las mujeres de más de 40 se sentirán especialmente identificadas?

–Sí, absolutamente. Los personajes son mujeres que ya han tenido una experiencia de vida. Hay una mujer de cuarenta y pico que se enamora de un chico más joven y todo anda bien hasta que el pibe le pide un hijo. Pero ella ya pasó por esa etapa, ahora quiere divertirse, no volver a criar chicos. Está la que sale con un tipo que se borra, que no le da datos, que no se compromete; y su opuesto, el hombre que se quiere comprometer demasiado, que se quiere instalar en la casa de la mujer. O la mujer que sale con un tipo casado que se queja permanentemente de su esposa, pero que no la larga... Hay una escena dramática dentro de la obra basada en un poema de Jacques Prévert, Déjeneur du matin: trata de la mujer que no tiene problemas con su marido, pero él no la ve más, no se ven. Esa indiferencia, esa frialdad que se instala en las parejas después de que pasó la pasión, cuando ya no hay peleas, no hay nada. Nos pareció interesante incluir un texto así para matizar tanta locura, si bien se trata de una comedia.

–Entonces, ¿es una obra dedicada únicamente a la mujer?

–No únicamente. De hecho el hombre está en el escenario (es un maniquí). En Buenos Aires he visto que los hombres se ríen mucho, no sé si de nosotras o de la pintura que hacemos de ellos. Yo diría que la obra trata de la relación de pareja. Los personajes son mujeres que no están solas, que están o estuvieron ligadas a hombres o quieren estarlo. Hacemos un análisis del vínculo de pareja.

En pleno auge de los monólogos y el stand up, Bianchi decidió darle una vuelta de tuerca al texto y presentarlo con una formato más teatral: construyendo escenas para que todas estas mujeres pudieran encontrarse y cruzar sus discursos. “Con cada personaje –dice– cambiamos el vestuario, el tono de voz, el modo de caminar. Hacemos cerca de 30 personajes y ése fue el desafío de la obra.”

–¿Por qué decidió trabajarla de este modo?

–A mí me parece que esto es más atractivo, que al público le das más material para que imagine, es algo más armado. Respeto mucho el stand up, me parece que es un género para el cual hay que tener muchas condiciones, pero es un género pelado: está todo puesto en el texto y en las inflexiones de la voz. Nosotros preferimos darle un carácter teatral, que haya muchos personajes, ambientaciones y vestuario diferentes para que el espectador se vaya más satisfecho.

–¿Cuál es el personaje con el que más se identifica?

–A mí me gusta mucho la mujer que dice que no tiene tiempo para el sexo mientras cuelga la ropa, porque soy madre de tres hijos y tengo una ocupación y eso es inevitable. Llega un momento en que una está tan agotada que no es que no quieras a tu marido, pero no tenés ganas de tener sexo porque no tenés energía. Las mujeres se ríen mucho porque se ven identificadas con ese personaje que no da más. A mí me parece gracioso y patético, pero le tengo cariño. Cuando uno tiene hijos chicos y se ocupa de la casa, llegan las 11 de la noche y quiere dormir.

–¿Es sólo una comedia o detrás de tanta parodia hay algo más?

–Creo que cuando la gente salga del teatro pensará ¿de qué nos hemos reído todo este tiempo?, porque en realidad se estuvieron riendo de pobres minas que no logran ser felices. El que venga se va a divertir, y si quiere hará una segunda lectura. Nosotras terminamos caracterizadas como brujas y esto es una clara autocrítica: somos tan gatafloras que nada nos conforma.


Informe: Alina Mazzaferro.

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