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Viernes, 27 de agosto de 2010

TEATRO › RAFAEL SPREGELBURD HABLA DE SUS MULTIPLES ESPECTACULOS Y PROYECTOS

“Siempre quiero hacer algo más loco que lo anterior”

Autor, actor y director, Spregelburd está involucrado en estos días no sólo en varios espectáculos de teatro (uno de ellos todo un éxito también en el exterior), sino además en proyectos de ópera y cine. “Todo lo complicado nos conviene”, es su lema.

 Por Cecilia Hopkins

“Al teatro independiente le quedan dos posibilidades: optar por lo kitsch en función de utilizar elementos muy baratos o volverse simbólico.”

En estos días el actor, dramaturgo y director Rafael Spregelburd ha vuelto a la cartelera porteña con varios títulos, en diversos géneros. En lo estrictamente teatral, junto a su grupo El patrón Vázquez, Spregelburd interpreta su obra Buenos Aires en el teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062), en tanto prepara la vuelta de otra de sus piezas, Acassuso, en Andamio ’90, de Paraná al 600. Solamente por cuatro funciones, las protagonistas de esta comedia –un grupo de maestras del conurbano bonaerense– tratará de superar la crisis presupuestaria de la educación efectuando un golpe, inspiradas en la lectura de los diarios. Por otro lado, en el Instituto Goethe sólo queda una oportunidad para veApátrida/Meiringen, Milagros (ver recuadro), performance a cargo del mismo Spregelburd sobre un texto propio y otro escrito por el suizo Raphael Urweider. Con música en vivo de Federico Zypce, la obra del argentino de-sarrolla un episodio muy poco conocido: la polémica que en 1891 entablaron desde las páginas de un diario de la época el pintor Eduardo Schiaffino y el crítico español Eugenio Auzón, sobre la posibilidad de fundar un arte auténticamente argentino. La otra obra que completa el programa cuenta la historia de un maestro suizo llegado a la Argentina a fines del siglo XIX, seducido y abandonado por una lugareña. Para mediados de octubre, Spregelburd prevé dos estrenos más: Todo, en el Beckett Teatro, y la ópera Envidia (sobre dos de sus textos, La extravagancia y Satánica) en el CETC (Centro de Experimentación del Teatro Colón), la primera incursión del director en ese campo. En cuanto al cine, el jueves próximo se estrena El hombre de al lado, de Gastón Duprat y Mariano Cohn, protagonizada por el mismo Spregelburd y Daniel Aráoz. Es como si los días de Spregelburd tuvieran 48 horas.

Buenos Aires ya fue vista en México, España, Uruguay, Alemania, República Checa y Francia, luego de su estreno en 2007, en un ciclo del Chapter Arts Theatre de Cardiff, Gales. La obra, que cuenta con una versión fílmica llamada Floresta, codirigida entre Javier Olivera y el propio autor, presenta una situación extravagante: un galés llega a Buenos Aires huyendo de una desgracia familiar y encuentra alojamiento en una casona que subalquila ilegalmente un profesor de física que pretende involucrarlo en una estafa a la NASA. Notablemente interpretada por Andrea Garrote, Mónica Raiola, Alberto Suárez y el propio autor, la obra abunda en situaciones absurdas y desopilantes con el objeto de mostrar cómo la vida cotidiana de una ciudad y sus habitantes puede convertirse en un infierno para un extranjero. “Todo lo que es complicado nos conviene. Lo que es simple, no”, advierte lo que parece ser el lema de esta pieza originariamente comisionada al autor por el citado festival galés para mostrar aspectos relevantes de la vida en Buenos Aires, con una cuota de inspiración arltiana: “Cuando me llamaron y me pidieron que trabajase sobre Roberto Arlt me sorprendió, porque lo más obvio hubiese sido Cortázar o Borges”, comenta Spregelburd en una entrevista con Página/12. Es que el autor no termina de asombrarse del interés que existe por lo argentino en Europa. Aunque en realidad lo que más lo sorprende es “el desinterés de la Argentina por lo propio”, según confiesa.

Buenos Aires saldrá en gira a fin de septiembre hacia Italia, para participar del Festival Revoluzione. Pero hasta entonces se la puede disfrutar en el interior de una casona señorial anexa al Teatro La Comedia, ya que el autor prefiere para esta obra “un espacio que respete con coherencia la intimidad que exige”, algo que le resultó difícil de hallar, a causa de las pocas posibilidades que ofrecen las salas al teatro alternativo, según afirma Spregelburd. “Creo que al teatro independiente le quedan dos posibilidades –analiza–, optar por lo kitsch en función de utilizar elementos muy baratos o volverse simbólico, en caso de usar muy pocas cosas.”

–¿Cómo es escribir a pedido de otros?

–Las obras comisionadas me ponen un límite y eso es muy positivo, porque eso me ayuda a acotarme. Aprender a trabajar de ese modo despierta en mí otras zonas creativas que yo desconozco que tengo. Los europeos nos piden que hablemos de nuestras crisis, pero con las técnicas de ellos. Es una relación neurótica la que establecemos, equívoca desde un principio. Pero tarde o temprano se produce el diálogo.

–¿Qué recepción está teniendo Buenos Aires?

–Es una experiencia muy interesante hacerla para un público local. El espectador extranjero se identifica inmediatamente con el galés que llega a Buenos Aires y a los demás personajes los toma por locos. En cambio, aquí a los locos se los entiende porque comparten con ellos la idea de llevarse el mundo por delante.

–¿No choca a los argentinos que hablen de sí mismos como lo hacen en la obra?

–Todo pueblo carga con su costado negativo cuando debe definirse a sí mismo. Tal vez los brasileños sean los únicos en no hacerlo. El argentino, cuando está en su país, lo ve todo mal, pero cuando sale afuera defiende los clichés que se dicen de su pueblo. Es parte de la histeria que genera el tener que definirse como pueblo ante la mirada del extranjero.

–¿Por qué cree que en el exterior interesa tanto lo argentino?

–Mis últimos trabajos me los han pedido desde teatros estatales europeos. Y en todos los casos esperan que mis obras hablen de la Argentina. Envidia, la ópera que va a presentarse en el CETC y Apátrida/Meiringer, Milagros son coproducciones suizas. Ellos se sienten prestigiados de realizar una cruza con lo argentino. Es muy raro de entender... Pero dejémoslos en el error mientras funcione (risas).

–También les gustará cómo se trabaja aquí...

–A los europeos les gusta ver la manera en que actores y directores gestionan espectáculos sin que nada se diseñe previamente. No entienden que uno piensa en la escenografía a medida de que avanzan los ensayos. Están convencidos de que aquí la gente tiene un mayor poder creativo. Pero lo cierto es que en este país del teatro sólo pueden vivir unos pocos.

–¿Qué piensa de los proyectos que impulsan los europeos?

–Es una necesidad europea. Desde allí siguen generando modas y tendencias porque todavía tienen el dinero para darse el lujo de proponer cruzas, de contratar directores, actores y bailarines de todo el orbe. Nosotros, como país, estamos peleando por el estatuto de una identidad cultural y otros países buscan en la cruza la mirada de los otros sobre sí mismos.

–Está trabajando en el CETC, dirigiendo una ópera. El director Ricardo Bartís decidió abandonar el proyecto que le habían ofrecido realizar. En su caso, ¿ha tenido algún inconveniente?

–Fuimos invitados al igual que Bartís para hacer esta experiencia. Tal vez por miedo a que nosotros también decidamos no hacerla es que se estén cuidando de que no tengamos ningún problema.

–¿Cómo surgió el proyecto de Envidia?

–La cantante argentina Cecilia Arellano, residente en Basilea, quiso hacer una ópera con texto de autor argentino. No hay óperas en castellano, así que para ellos eso es toda una trasgresión. Cuando me lo propuso yo pensé en la música de Monteverdi, pero me advirtieron que debía ser una ópera atonal.

–En La extravagancia, tres hermanas gemelas desean saber quién de las tres es adoptiva, pero su madre ya no lo recuerda. ¿Se entenderá el argumento de su obra en versión lírica?

–La ópera está diseñada para unos personajes que se lamentan en presente sobre lo que les está pasando, sin proyectar nada sobre el futuro. Mi obra no parece adecuarse a eso, porque construye paradojas y posterga todo el tiempo los detalles que aportan la clave para comprender la historia.

–¿Y por qué piensa que eligieron un texto tan complejo para hacer una ópera?

–Yo creo que fue porque contenían todo lo que en la ópera no se puede hacer. Es una obra que ya es rara para hacerla en teatro, así que no estoy muy seguro del resultado de esta cruza. Para mí será un producto muy atípico, imagino que tendrá un grado importante de abstracción. Yo hubiese querido hacerla en alemán con subtitulados en castellano: todo parece sonar más verosímil en otro idioma.

–¿Por qué afirma que en Europa se resisten a volver sobre lo que ya fue hecho?

–Cuando ellos dicen que no quieren hacer una obra con rasgos de otra época es porque prefieren reciclar. Nosotros no tenemos ese pensamiento posmoderno porque ni siquiera tuvimos modernidad. Así que cuando nos gusta algo, sea de una época o de otra, lo hacemos. Lo nuevo no es nuestra preocupación. Por ejemplo, si a mí me contratara el Teatro Cervantes para hacer una obra, no mencionaría la necesidad de que presente alguna novedad. Esta es una preocupación de los países centrales.

–¿Por qué su obra Buenos Aires lleva el lema de “Todo lo complicado nos conviene. Lo que es simple, no”?

–Es una broma de nuestro grupo que se nos ha hecho carne irremediablemente: siempre estamos queriendo hacer algo más loco y raro que lo anterior.

–Parecía que esas palabras se referían a los argentinos...

–También. Los argentinos desconfiamos de la simplicidad tal vez porque somos conscientes de las complicaciones. Por ejemplo, ¿cómo explicar a un extranjero el fenómeno del peronismo? Como decía el matemático (Benoit) Mandelbrot, cuando se llega a la simplificación de un fenómeno significa que se llega, en realidad, al umbral de una nueva complicación.

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