Sáb 18.09.2010
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TEATRO › ALBERTO MARIO PERRONE ESTRENA EL áGUILA GUERRERA

Una farsa para tratar el deseo de poder

La obra funciona como thriller político y la historia trae ecos del pasado reciente: un hombre de negocios convoca a una reunión a quien lo secuestró años atrás, en tiempos de violencia política.

› Por Hilda Cabrera

Se inició en el periodismo antes de terminar la carrera de Letras en la UBA, y desde entonces Alberto Mario Perrone reparte su oficio con la literatura y la poesía, la gestión editorial y las expresiones artísticas de músicos y pintores, acercamiento que le permitió editar textos propios con partituras y dibujos. Ahora estrena El águila guerrera, thriller político en coautoría con Alejo Piovano, director de este nuevo espectáculo que interpreta el grupo Teatro del Encuentro Buenos Aires, en el Teatro Artó (tipo café concert), de Corrientes 3439. La historia se relaciona con aspectos de la política argentina, aun cuando la acción se desarrolla en la ciudad brasileña de San Pablo. Tampoco allí son extraños algunos de los sucesos que se narran en esta farsa que –según Perrone– no pretende identificar a los personajes con otros reales, “terribles y mal atravesados por el deseo de poder”. Estos son el dueño de una importante empresa, el jefe de personal, una mujer que oficia de nexo y un personaje apodado el Loco.

Lo sorprendente, o no tanto –“porque enredos como éstos se dieron realmente”–, es que el hombre de negocios convoca a una reunión a quien lo secuestró años atrás, en tiempos de violencia política. El propósito es “recuperar los millones de dólares que debió pagar al grupo de ese ex guerrillero liberado”. Los autores optaron por el humor negro para graficar hechos sobre los que, en general, se prefiere echar sombra, y sitúan en 1989 lo que acaso sea un arreglo de cuentas. Ciertas exactitudes no quieren ser “una bajada de línea”, apunta Perrone, señalando que “estos personajes han hecho de todo, pero no se sienten culpables”.

–O sea que disfrutan de la impunidad. ¿Por qué eligieron ese año?

–El propósito era mostrar situaciones posteriores a un estado de violencia social y política y los manejos que se practican para lograr poder y mantenerse en él. La elección del año es simbólica. Partimos de problemáticas sociales que, en alguna medida, son también actuales.

–¿Ayuda en este tipo de obras tener una formación periodística?

–Trabajé en varias publicaciones; en México, donde viví, tuve una columna en La Jornada pero, en realidad, lo que interesa aquí es la investigación que hicimos con Alejo, tomando distintas perspectivas. Esto nos permitió crear una obra abierta. A mí me interesa especialmente el teatro que desarrollaron los escritores suizos Max Frisch y (Friedrich) Dürrenmatt, el autor de La visita de la vieja dama, y el brasileño Augusto Boal (Teatro del Oprimido). Probablemente eso ha influido. A Alejo lo atrae la inquietud existencial a la manera del escritor y filósofo español Miguel de Unamuno (La esfinge, El otro y La venda, en teatro), y éste fue un aporte importante para la obra. Por mi lado, quizás el mayor aporte está en el thriller y, por el suyo, en el tema de la culpa o la falta del sentimiento de culpabilidad. Esto se traduce en la coreografía, en el movimiento envolvente en torno del Loco. Alejo considera a este personaje el centro, porque es a él a quien los otros quieren convertir a gusto.

–¿Prefiere trabajar en colaboración? Lo pregunto por esta obra y por sus libros de poemas ilustrados.

–Alejo, que es también autor, actor y guionista, es amigo desde la época del Instituto Torcuato Di Tella, trabajó en Londres y París. Reconozco que es una ventaja escribir juntos: permite introducir nuevas miradas. Por mi trabajo en documentales para la TV, y como director de colecciones para editoriales, estoy habituado a compartir tareas. Me ocupé de la presentación de Renacimiento desde la democracia, para Eudeba, una reedición de libros y afiches de arte a cargo de Aída Carballo, Carlos Alonso, Roberto Páez y Enrique Aguirrezabala; de Periolibros (Unesco y Fondo de Cultura Económica); dirigí una colección de Sudamericana (Partidos políticos nacionales) y tuve un puesto gerencial del Fondo de Cultura Económica, en San Pablo. En poesía, obtuve para mis libros la colaboración de artistas que quiero y respeto. Ausente (Lugar Editorial) lleva en la portada un dibujo de Rogelio Polesello y en el interior un retrato hecho por Carlos Gorriarena. Algunos de mis poemas fueron cantados, como los del CD Para la guerra del tango, de Carlos Cutaia, quien recibió un premio por este trabajo.

–¿Cómo fue la experiencia con Azares del Quijote y Gardel?

–Con ese nombre presenté los poemas en la Biblioteca Nacional, en una muestra conjunta con las pinturas, cerámicas y collages de Carlota Petrolini; después en otros espacios y en el Teatro Nacional Cervantes, con adaptación, coreografía y dirección de Silvia Vladimivsky y música de Sergio Vainicoff. También escribí un texto sobre Gardel y un poema ilustrado, con música de Fernando Ballesteros. Lo estrenamos en Mendoza, en la biblioteca San Martín y el Teatro Independencia. El poema “Homero Manzi y la pesadilla”, con música de Roque de Pedro, fue publicado en unos cuadernillos editados por alemanes que estuvieron en Buenos Aires, recogiendo material sobre Manzi. Estas colaboraciones nutren y ramifican el propio trabajo.

–El libro de poemas Derrota y despojo, que puede leerse como testimonios de vida, ¿sería otro ejemplo de colaboración?

–Estos poemas fueron escritos desde un punto de vista no convencional. El dibujante y grabador mendocino Carlos Alonso me regaló la ilustración para “Instante en el que coincidimos con Lola Mora”; “Una mapuche sueña con el venerable del lago” (con un dibujo de Hugo Sbernini) es un homenaje a Bartolina Sisa, aymara rebelde, y Lucía Nahuelpan, que a los 80 años pedía ayuda en los suburbios de Bariloche; el poema “Ensimismarse/Sarmiento” (sobre Sarmiento muriendo en Paraguay) fue ilustrado por Enrique Aguirrezabala; y “Carlos Morel en otro país, dice” lleva un dibujo de Felipe Pino. A Morel lo apresan en 1842 y lo condenan a muerte. Se salva de ser fusilado, pero enloquece y no pinta más. Ese año la Mazorca apresó y fusiló a su cuñado Julián Dupuy. Morel vivió demente durante años, cuidado por su hermana. A “Dios te salve, Sor Juana de México” lo ilustró con un dibujo a lápiz Ana Tarsia, que fue discípula de Aída Carballo, maestra del grabado, y lo llevaron a escena Teresa Parodi, David Arugueti y Alejo Piovano. “La carta que el mar no devolvió” fue ilustrado por Roberto Páez. Estos trabajos reunidos a la manera de collages proyectan una mirada al futuro. Esa es también nuestra pretensión con El águila guerrera.

* Interpretada por Matías Castelli, Pablo Shinji, Florencia Lavalle y Oscar Trussi, El águila guerrera se ofrece los sábados a las 21, en el Teatro Artó, Corrientes 3439.

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