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Lunes, 4 de octubre de 2010

TEATRO › EL PANTEóN DE LA PATRIA, CON HORACIO ACOSTA E IVáN MOSCHNER

Collage de civilización y barbarie

La puesta de Guillermo Cacace de la obra de Jorge Huertas muestra a próceres argentinos en situaciones que conectan con la violencia, las ruindades de la política y el erotismo, conformando un “diálogo” virtuoso entre el texto, la danza y la música.

 Por Hilda Cabrera

Ni el panteón de la historia está sellado ni los restos de los próceres descansan en esta obra de Jorge Huertas, psicólogo, autor de piezas teatrales, novelas y guiones para TV. El por qué y para qué lucharon estos ilustres de la historia será un interrogante al final de la obra. Con un lenguaje que aparenta ser de combate, como el paisaje, la narración se cruza con una coreografía que delata violencias pasadas y presentes. Los personajes recorren la escena o son arrastrados o transportados como gente apresada o herida. Son pocos y se sabrá de inmediato a quiénes representan. Una primera pregunta es cuánto vale en esa desolación el gesto rebelde y el sarcasmo que desafía el poder de la muerte. A partir de supuestos considerados históricamente reales, el montaje de Guillermo Cacace se abre a un teatro que extrema voces y gestos a través de personajes que provocan porque no se avienen a convenciones que en otro contexto serían valoradas como positivas. Por el contrario, ellos reflejan una imagen distorsionada del ser que combate (o ha combatido), y lo expresan con el cuerpo y la palabra.

Encajonados en una escenografía de tinte apocalíptico, imaginada para la obra por Félix Padrón, los ilustres en conflicto son el general José María Paz, apodado el Manco Paz (interpretado por Horacio Acosta), y un exaltado Domingo Faustino Sarmiento (Iván Moschner) que dispara por la escena como si lo persiguiera el diablo, y se descubre erótico y untuoso ante la amante que protagoniza aquí la destacable Carolina Adamovsky. En ese acotado campo de batalla –especie de barraca de feria poblada por seres de ultratumba– se encuentra el cordobés Manco Paz, de quien la historia cuenta que estuvo ocho años prisionero; que hizo lo imposible para obtener la anuencia que le permitiría casarse con su jovencísima sobrina Margarita Weild; y que, prisionero del caudillo santafesino Estanislao López, fue condenado a muerte por Juan Manuel de Rosas, pero logró huir a Montevideo y asilarse en Brasil. De Paz, “republicano conservador”, cuyos restos fueron llevados finalmente a Córdoba, Sarmiento escribió que “tenía la virtud de hacerse impopular”.

Cuestiones como éstas no se explicitan en El Panteón.., donde el interés parece ser elaborar una continuidad narrativa en torno de situaciones puntuales, imaginadas o reales, que conectan con la violencia, las ruindades de la política y el erotismo, conformando un “diálogo” virtuoso entre el texto, la danza y la música. Ejemplo de esto es la actuación de Adamovsky, y las composiciones de Patricia Casares (la vehemente pianista en escena) y Alejandra Mikulan (Margarita). La conjunción de diferentes disciplinas potencia la exploración de las emociones, generalmente volcánicas, la transgresión y la búsqueda de la comicidad, que aquí despliegan básicamente Adamovsky y José Luis Arias, en el rol de un general Manuel Belgrano libre de ataduras. Este último recurso colorea y da aire a un espectáculo donde también el cuerpo cuenta historias tan complejas como la violencia que genera la dicotomía civilización o barbarie.

La obra (primer premio del Concurso Nacional Bicentenario) es presentada a la manera de un collage: incorpora fragmentos de las Memorias, de Paz; del Facundo, de Sarmiento; Las Catilinarias, del orador y escritor romano Marco Tulio Cicerón; textos del inglés Charles Dickens y poesías de Jorge Luis Borges. Ese hecho tal vez se relacione con la dificultad de lidiar con los agujeros negros que presenta toda aproximación a la controversia sobre quiénes son los civilizados y quiénes los bárbaros. Se entiende entonces la predilección por las extravagancias de tipo surrealista, la bufonada y el humor negro. Son estrategias que sirven para plasmar los desordenados sentimientos que producen las convulsiones históricas, evitando sacar conclusiones sobre aspectos de una tragedia argentina que se reitera con otras etiquetas.

7-EL PANTEON DE LA PATRIA

De Jorge Huertas

Elenco: Horacio Acosta, Iván Moschner, José Luis Arias, Carolina Adamovsky, Patricia Casares y Alejandra Mikulan.

Escenografía: Félix Padrón.

Iluminación: David Seldes.

Vestuario: Magda Banach.

Entrenamiento corporal: Andrés Molina.

Asesoramiento coreográfico: Carlos Trunsky.

Música y diseño de sonido: Patricia Casares.

Dirección: Guillermo Cacace.

Lugar: Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530. Funciones de miércoles a domingo, a las 21. Entrada: 45 pesos; miércoles, día popular: 25 pesos.

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El por qué y para qué lucharon estos próceres será un interrogante al final de la obra.
 
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