Vie 26.11.2010
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TEATRO › HOY COMIENZA LA EDICION PORTEÑA DEL FESTIVAL CIUDADES PARALELAS

Salir de la claustrofobia del teatro

La directora y dramaturga argentina Lola Arias diseñó junto a su par alemán Stefan Kaegi este encuentro que piensa a una ciudad como escenografía o campo de juego y busca situaciones similares más allá de las formas de comportamiento local.

› Por Cecilia Hopkins

Ciudades Paralelas, diseñado entre la directora y dramaturga local Lola Arias y su par alemán Stefan Kaegi, es un festival que pone en escena espacios públicos, que piensa a una ciudad como escenografía o campo de juego. Así busca visualizar lugares que existen en todas las ciudades del mundo, por sobre toda forma de comportamiento local, como ocurre en fábricas, hoteles, shoppings y bibliotecas. Se trata éste de “un festival portátil”, como definen sus curadores, ya que no viajan ni artistas ni escenografías o técnicos, sino que son los conceptos que dan vida a sus obras los que se desplazan, recreándose en cada ciudad, con nuevos performers. Ya realizado en Berlín en septiembre pasado, Ciudades Paralelas tendrá lugar en Buenos Aires desde hoy hasta el 5 de diciembre (ver recuadro). Christian García (Suiza), Ant Hampton y Tim Etchells (Inglaterra), Dominic Huber (Suiza), Grupo Ligna (Alemania) y los argentinos Gerardo Naumann y Mariano Pensotti fueron los elegidos para crear obras de diverso formato para ser presentadas en un espacio público determinado. Entre ellas hay audio-obras, instalaciones y excursiones. Según le dice Arias a Página/12, el ciclo “surge de la necesidad de salir de la claustrofobia del teatro para mirar la ciudad: las obras están pensadas para un solo espectador o para todos los que entren en una estación de tren. Lo que se busca es alterar la ciudad”, define.

Así, entonces, la obra La Primera Internacional de los Shopping Malls, del colectivo Ligna, es un radio ballet que se realiza en un sho-pping: 80 espectadores recibirán una radio con auriculares para escuchar una grabación que dará instrucciones a los espectadores para hacer gestos o acciones en conjunto, como detenerse y cerrar los ojos, tocarse la nariz o caminar en cámara lenta. “El espectador observa y, a su vez, es el actor de una obra que también miran los paseantes del shopping”, describe Arias. Por su parte, A veces creo que te veo, de Mariano Pensotti, transcurre en la estación de tren Palermo, en Pacífico. Allí, según adelanta la curadora, “cuatro escritores escribirán sobre lo que ven en la estación como si fueran cámaras de vigilancia literaria. Y todo lo que escribirán se proyectará en pantallas que los viajantes verán, como si se asistiera a la escritura de una novela en vivo”.

–¿Cuál es el origen de Ciudades Paralelas?

–Queríamos hacer un festival diferente: en lugar de invertir todo el dinero transportando personas y escenografías, pensamos que era mejor transportar conceptos de ciudad en ciudad. En general, cuando un artista viaja a un festival está tres días mostrando una obra y luego se va. La obra se exporta y no se modifica según el contexto en que se presenta. La idea de este festival es que el artista se involucre con la ciudad al tener que rehacerla en un espacio nuevo y con performers diferentes.

–¿Cómo interactúa el entorno con la propuesta artística?

–La realidad aparece en el momento en que uno sale del teatro y usa la ciudad como una escenografía viva. Las obras son como observatorios de situaciones urbanas; algunas obras intervienen y modifican la ciudad y otras son casi invisibles para el resto de los paseantes.

–¿Podría decirse que esta experiencia forma parte de una tendencia o campo de creación teatral actual?

–Me parece que hay una necesidad de hacer del teatro algo vivo. En Europa y también en América latina hay muchos festivales de teatro que incluyen intervenciones en espacios públicos. Ya no hablamos de lo que antes era “teatro callejero”, que simplemente hacía lo mismo que en el teatro pero con el fondo de una calle, sino de intervenciones, que son acciones en la ciudad que modifican las reglas del espacio y que visibilizan modos de control, formas de comportamiento, relaciones entre el cuerpo y la arquitectura.

–¿Qué temas de reflexión le permite desplegar el espacio de un hotel y “la mucama” como personaje?

–Elegí hacer una obra en el espacio hotel porque me interesa el anonimato de los cuartos de hotel. En cada cuarto de hotel se cruzan, todos los días, el huésped y la mucama, ese fantasma que entra y limpia todo cuando nadie la ve.

–¿Qué particularidades presenta el montaje?

–Mucamas es una instalación biográfica que hace visible la vida de estas personas invisibles. ¿Quiénes son, de dónde vienen? ¿Cuántas camas deshechas, olores ajenos, personas desnudas enfrentan cada día de su vida?

–¿Cómo fue el proceso de armado?

–Para hacer esta obra entrevisté a todas las mucamas del Hotel Ibis Congreso y elegí las historias de cinco mujeres que se cuentan en cinco habitaciones de hotel. Es una obra para un solo espectador que va cambiando de cuarto cada diez minutos y en cada cuarto tiene un retrato de una de las mucamas. El espectador es una suerte de investigador que entra en cada cuarto y en lugar de encontrar rastros de los huéspedes encuentra objetos, fotos, cartas, films y voces de las mucamas.

–¿En qué medida esta experiencia enriquece su obra?

–Me interesa hacer cosas que nunca hice antes. Hacer ocho obras en la ciudad de Buenos Aires es un riesgo total. Conseguir permisos, convencer a obreros y mucamas de participar en un proyecto artístico, organizar ocho espacios que deben funcionar paralelamente... Realmente, hacer un proyecto así te da unos nuevos ojos para mirar la ciudad. Aprendimos muchas cosas de Berlín y de Buenos Aires buscando locaciones para cada proyecto. Por un lado, conocimos lugares que nunca habíamos visto, como la fábrica de autos de Mercedes Benz en Berlín o la fábrica de Cera Suiza en Munro. Por otra parte, vimos los lugares que vemos todos los días, pero de una forma diferente. Al pasar tiempo en el shopping Galerías Pacífico descubrí la enorme cantidad de gente de limpieza y seguridad que hay allí. Cada movimiento que yo hacía era monitoreado por un seguridad que me decía “no se puede sentar en la escalera”, “no pueden sacar fotos”, “no se detenga”. También vi por primera vez al ejército de limpiadores vestidos de negro que está al costado de la escalera o detrás de unas plantas artificiales para limpiar después de que damos un paso. Me asustó pensar que nunca los había visto y que siempre estuvieron ahí.

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