Martes, 11 de enero de 2011 | Hoy
TEATRO
El notable intérprete señala que poco antes de la ocupación del Parque Indoamericano estrenó la obra que rescata la figura de José María Vilches y pone en perspectiva la inmigración y la diversidad de culturas. Ahora la presenta en la costa.
Por Facundo García
Cuando estalló el conflicto por las tomas de terrenos en la Capital y el Conurbano, Osqui Guzmán se calzó una remera que decía “Yo soy hijo de inmigrantes bolivianos”. Ya no es aquel muchachito que traía a la costa sus shows de improvisación a la gorra, es verdad. Pero le quedan varias cosas por decir. Lo intuye la gente que lo saluda por la rambla con una admiración que no se asemeja en nada a la sanata farandulera. Y lo sabe él, que está presentándose a sala llena con El bululú, la continuidad del encantamiento, los lunes y martes a las 21 en el teatro Melany (San Luis 1752).
La pieza está inspirada en una representación con la que el actor español José María Vilches (1935–1984) recorrió la Argentina. Guzmán y su mujer, Leticia, se esforzaron por rescatar del olvido a aquel “bululú”, un personaje solitario que llevaba por los pueblos sus comedias, poemas y canciones. “Cuando entré al conservatorio yo casi no había ido al teatro. Sin embargo, me regalaron un casete que contenía el registro de la obra que hacía Vilches. Lo puse en mi grabador, apreté play y mi vida cambió”, detalla el entrevistado. Mientras ayudaba a sus padres en un taller de costura, el pibe escuchaba la grabación obsesivamente. Hasta que se la aprendió de memoria. “De ahí en adelante –agrega– mis compañeros de cursada me empezaron a pedir en las cenas y los ensayos que les recitara esos textos.”
En junio de 2010, aquel amor “a primera oída” creció hasta convertirse en un espectáculo que se estrenó en el Salón Dorado del Teatro Nacional Cervantes, con dirección de Mauricio Dayub. Y la propuesta del verano no difiere de aquélla. Abarca poesías del Siglo de Oro Español, bordea el universo de García Lorca y desemboca en la cultura rioplatense. El tapiz se completa con un retazo que Vilches no incorporaba: las raíces andinas. “Leticia me convenció para que yo sacara mi origen a la superficie. Me crié en una casa de inmigrantes y tuve la riqueza de pertenecer a múltiples culturas. Por eso creo que éste es un bululú contemporáneo, que transmite tranquilidad. Es como si dijera ‘miren, soy hijo de obreros que vinieron de otro país. ¿Y saben qué? Viendo cómo ellos querían a su patria, yo aprendí a querer a la mía’”, se emociona el intérprete.
–Es fabuloso cómo el teatro es capaz de anticipar sucesos que van a ocurrir en el plano social. Me pasó, por ejemplo, cuando hice El niño argentino, de Mauricio Kartún. Hablábamos de la traición, de los terratenientes y de los peones de las estancias, y luego se desató la crisis “del campo”. Ahora me largué con El bululú y a los pocos meses ocurrió lo del Parque Indoamericano.
Guzmán admite que las declaraciones del jefe de Gobierno de la Ciudad a propósito de la situación habitacional le parecieron “detestables”. “Es una vergüenza que una autoridad hable así –acusa–. Pero bueno, de algún modo te muestra que es necesario seguir luchando por que se mida a las personas a partir de lo que hacen, y no por su origen étnico o geográfico.” Los comediantes nómadas, de hecho, no eran cuestionados por su origen. Difundían su arte entre las masas, enseñando que lo extraño no es esencialmente peligroso.
–El deseo colectivo de hacer patria. En los reportajes que dio, Vilches dijo que él había armado El bululú sólo para cuatro funciones y como un homenaje a sus dos patrias, la española y la argentina. Pero se generó un fenómeno tal, que debió hacer una gira larguísima. Y en plena dictadura él repetía que “el pueblo precisa un teatro propio, que le represente el drama de su propia existencia”. Yo coincido bastante, aunque las patrias que me impulsan ya no son dos sino tres.
La puesta se completa con música de Javier López Del Carril, asesoramiento coreográfico de Pablo Rotemberg, vestuario de Gabriela Aurora Fernández, iluminación y escenografía de Graciela Galán y el aporte de Leticia González de Lellis en la asistencia de dirección. “Con mi equipo tratamos de sugerir que es un error asociar lo popular a lo chabacano. Al laburar con poetas como Quevedo, me di cuenta de que los genios también le dedicaron versos al culo. Cervantes tampoco tuvo miedo de decir ‘teta’. O sea que ‘popular’ no significa ‘tonto’ ni ‘chabacano’. Significa que lo podemos comprender todos.”
A las seis de la tarde, los autos vuelven de las playas del sur y desfilan en lenta caravana por el Boulevard Marítimo. Cada dos o tres coches se ve una mano que asoma para felicitar al artista. Algunos lo reconocen porque lo vieron en algún programa de Alejandro Fantino, otros por Hermanos y detectives, otros por La liga y un cuarto grupo por su labor en las tablas. “En año nuevo –comenta él– una chica caminó como cincuenta metros para venir a darme un beso y me aclaró: ‘¡Y va por Derechos Torcidos, la obra que hiciste con Hugo Midón!’. Mirá vos lo importante que habrá sido para ella que se acordó a pesar de que ya han transcurrido años. Eso te da la pauta de lo gratificante que es sostener algunas posiciones.” Un silencio chiquito y potente le sirve a Osqui para tomar carrera y cerrar la idea. “A veces, el público ve algo más que el resultado de tu oficio. Ve el amor que tenés por tu trabajo.”
Ayer se inauguró la muestra Chemari, que recuerda a José María Vilches. El viejo maestro solía ir de temporada a Mar del Plata y tuvo allí amigos entrañables. Tal es así que La Feliz otorga un premio que lleva su nombre. Se comprende, por tanto, la intención de mantener un recuerdo acorde con las alegrías compartidas. En el hall del complejo que reúne a los teatros City, Roxy y Melany (San Luis 1750) se pueden ver fotos, papeles y elementos de gran valor histórico.
* Además de las funciones en Mar del Plata, El bululú estará en el complejo Turístico de Chapadmalal (los miércoles 19 de enero, 2 y 16 de febrero a las 21); Necochea (los jueves 20 de enero, 3 y 17 de febrero en el Teatro París, a las 21); Villa Gesell (los viernes 28 de enero, 11 y 25 de febrero en la Casa de la Cultura, a las 22.30) y Miramar (los sábados de enero y febrero en el teatro Abel Santa Cruz, a las 21).
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