TEATRO › EL PASAJERO, VERSIóN PORTEñA DE PASSING STRANGE
El espectáculo que hoy debuta en el Tabaris presenta un staff ecléctico: Florencia Peña y María Onetto comparten la dirección artística, Ana Frenkel se encarga de la coreografía, Mariano Otero es el director musical y Diego Reinhold y Javier Malosetti encabezan el elenco.
› Por Carolina Prieto
No parece un musical más de los tantos que ofrece la cartelera porteña: no es una copia de un éxito de Broadway ni una megaproducción. El pasajero, como se titula la versión local de Passing Strange, espectáculo que hoy debuta en el Teatro Tabaris, no apuesta a un despliegue esceno-técnico despampanante ni a voces engoladas ni a eximios bailarines ni a historias edulcoradas. Más bien se trata de una propuesta de formato mediano con un quinteto de músicos en escena que asume un rol casi tan importante como los actores; una trabajada fusión entre textos, canciones y pasajes instrumentales que se pasean por el rock, el soul, el blues y el jazz; y una trama sobre el derrotero existencial de un joven que desecha su vida tal como la conocía hasta entonces para salir al mundo en busca de convicciones propias. Además, reúne un equipo bastante ecléctico: dos actrices de lo más experimentadas como Florencia Peña y María Onetto compartiendo la dirección artística, la coreógrafa Ana Frenkel (una de las creadoras de la compañía El Descueve) como directora general, el contrabajista Mariano Otero a cargo de la música y de la orquesta, y un elenco encabezado por el actor cómico Diego Reinhold y el músico Javier Malosetti en una nueva faceta artística.
Desde su estreno en California en el 2006, la obra se llevó varios premios: un Tony al mejor libreto de musical, dos Drama Desk Awards al mejor musical y a la mejor música y el Drama Critics Circle Awards como mejor musical, entre muchos otros. Su autor es Mark Stewart, un músico y autor nacido en Los Angeles en 1961, más conocido como Stew, que a comienzos de los noventa fundó su banda de rock-pop The Negro Problem, con la que sacó varios discos, además de desarrollar su carrera solista. Passing Strange, cuyo título el autor tomó de una expresión de Otelo, de Shakespeare, y alude a la idea de un cambio muy extraño, desembarcó en el off Broadway y llamó la atención de Spike Lee, quien decidió adaptarlo para la pantalla grande. El cineasta grabó las últimas tres funciones y con este material elaboró una suerte de documental sobre el viaje del protagonista, que presentó en el 2009 en el Festival de Sundance.
Florencia Peña, alma mater del proyecto, recibe a Página/12 en un alto de las grabaciones de Sr. y Sra. Camas, la comedia sobre una pareja de consejeros matrimoniales que protagoniza junto al Puma Goity y que desde el 18 de abril se verá por Canal 7 a las 22.30. Envuelta en un salto de cama, con escote pronunciado, pestañas postizas y maquillaje generoso, se explaya sobre el origen del espectáculo que marca su regreso a la producción artística, tarea que encaró desde muy chica. “Los productores del Tabaris me acercaron el material y directamente me enamoré. Como estoy actuando en Un dios salvaje y nos vamos de gira nacional, sentí que quería producirlo. Así que lo que primero hicimos fue llamar a María Amelia Gamba, la adaptadora, porque en el original los personajes son negros. Vimos que podíamos hacerlo con nuestros actores y me lancé a armar el proyecto. Empecé produciendo teatro a los 20 años, produje unas cinco obras mías. Estoy muy contenta porque el buen teatro es un hecho artístico”, confiesa. ¿Qué la atrajo tanto del espectáculo? Asegura que hace tiempo no veía algo igual, que no es un musical estándar: tiene una música moderna, sofisticada, y un planteo profundo. “El protagonista deja su casa en Los Angeles y viaja a Amsterdam y a Berlín, pero también hace un viaje interno en el que descubre sus verdaderos intereses. Me gustó cómo la obra aborda el tema del arte en la vida de las personas. Cómo puede ayudarnos a atravesar el dolor, a encontrarnos y a ser mejores personas”, señala.
Onetto y Frenkel se suman a la charla y aportan sus miradas sobre este proyecto que tiene una suerte de dirección tripartita. “Con María nos centramos en la parte actoral, mientras que Ana está en todas las áreas del espectáculo, articulando lo musical, el movimiento, las luces. Somos muy distintas, pero estamos trabajando bárbaro: María es una gran docente, además de actriz, yo trabajo en esto hace muchos años y Ana tiene una enorme experiencia como directora”, agrega Peña. Las tres coinciden en la importancia del tratamiento musical a cargo de Otero, quien adaptó las melodías, tradujo las letras y creó nuevos arreglos vocales. Aclaran que el quinteto que dirige el marido de Florencia está incluido en el relato: no se esconde en el foso, sino que está en escena y junto a los actores lleva adelante la historia. Pero hay más: “La obra plantea algunas preguntas sin bajar línea. Instala una dimensión poética que ubica al espectador en un lugar sensible y abierto. Y en este punto la música es fundamental”, adelanta Frenkel.
–¿Cómo fue la inclusión de Malosetti?
Florencia Peña: –Mariano y Javier se conocen desde hace años, pero nunca pudieron trabajar juntos. Fue idea nuestra llamarlo para sumarse al proyecto. Lo invitamos a casa a ver el DVD y se copó. Su personaje es el narrador de la obra que cuenta todo.
María Onetto: –Un narrador que además toca la guitarra y canta. Esta parte obviamente no le costó nada, pero el personaje habla mucho y trabajamos cómo sostener parlamentos tan largos. Su rol es importante porque lleva adelante la acción de la obra. Fue sorprendente cómo en el primer contacto con el texto él ya tenía la modalidad expresiva que uno podía imaginar para el personaje. Se apropió con mucha profundidad del material, tal vez porque es un texto muy poético y le calzó muy bien. Después fue acompañarlo en un proceso nuevo para él: adaptarse a la dinámica del teatro, a seis horas de ensayo diarias. Se brindó totalmente y está muy contento. Diego Reinhold es el protagonista, el chico que se lanza a un viaje, harto de la falsedad de lo que lo rodea y de las respuestas que encuentra en su medio, como las religiosas, que no lo satisfacen.
Ana Frenkel: –En ese viaje físico y también espiritual rompe con todo lo anterior, se saca el velo y empieza a buscar nuevas identificaciones. Pasa por distintas prácticas, como cierto hedonismo, con una exacerbación de placeres, o su opuesto, el ascetismo.
M. O.: –Además de Javier, creo que Diego también va a sorprender porque se mueve en una zona distinta de la que nos tiene acostumbrados. Acá no tiene nada de ese registro de stand up y de capocómico.
–Ana, ¿cuál fue su aporte desde el movimiento?
A. F: –Siempre trato de que el movimiento no quede separado de la puesta en general, más allá de que en ciertos momentos los cuerpos tienen un rol protagónico. Pero apuntamos a que los distintos lenguajes se integren: el cuerpo, la palabra, la música, las luces. Hay una aparente desprolijidad, que en realidad está súper trabajada, para que todo se integre y fluya. Y no que queden la coreografía, el texto y las voces como instancias separadas.
–¿Cómo ven el trabajo que hicieron en relación con la puesta original?
A. F.: –Nos apropiamos, hicimos una versión con nuestra impronta. No pasa en Buenos Aires, pero no importa: el foco está puesto en lo existencial que tiene el planteo. Además, nuestra versión es más corta, no llega a las dos horas, mientras que el original duraba como dos horas y media con intervalo. Lo esencial está, pero también pusimos lo nuestro. A nivel visual y de las luces hay un diseño fuerte, cargado de signos, que es importante.
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