TEATRO › SEBASTIáN WAINRAICH CAMBIA EL STAND UP POR UN UNIPERSONAL EN TONO DE COMEDIA
Wainraich y los frustrados, que debutará esta noche en Samsung Studio, le permite al actor, conductor y humorista vestir la piel de tres personajes muy diferentes. Pero, como para no perder la costumbre, el espectáculo termina con un monólogo.
› Por Emanuel Respighi
Si uno supone que el inminente estreno de una obra teatral le podría quitar el sueño a cualquier actor, al punto de condicionarle su humor y templanza, Sebastián Wainraich da señales de que eso no siempre sucede. No es que el debut de esta noche de Wainraich y los frustrados, su primer unipersonal, no le genere cierta ansiedad por salir al escenario del Samsung Studio (Pasaje 5 de Julio 444) y dejar atrás los nervios que toda nueva obra provoca hasta en el actor más longevo. Nada de eso. Lo que ocurre es que por estos días lo que verdaderamente mantiene en vilo a Wainraich es una sola cosa: la posibilidad de que Atlanta, el club de sus amores, pueda ascender a la B Nacional. No es para menos: el bohemio es puntero del certamen, con 12 puntos de ventaja sobre el segundo, a 9 fechas del final. “Estoy mucho más nervioso con Atlanta que con el estreno de la obra”, le dice, seriamente, a Página/12 . “Si bien soy optimista en las dos cosas, lo de Atlanta es lo verdaderamente importante. Si una función teatral sale mal, tengo revancha en la próxima. En cambio, si no llegamos a ascender, la frustración va a permanecer hasta vaya a saber uno cuándo”, reflexiona sin exagerar.
Conductor, humorista y actor, Wainraich ha hecho del uso de la palabra un vehículo para la risa. Desde su etapa de productor y guionista de Fernando Peña hasta su actualidad al frente de Metro y medio (ver aparte), pasando por programas como ardetroya, Duro de domar y TVR, el “pelado” supo hacerse un lugar en el medio a fuerza de un humor basado más en el uso del lenguaje que en el histrionismo. Ese estilo supo desarrollarlo en la radio (X4, Metro) y luego protagonizando tres de las cuatro versiones de Cómico Stand up, obra que lo ubicó como uno de los referente locales del género importado de Estados Unidos. Ahora, él regresa a las tablas dando un paso más allá de la estructura del humorista parado frente al micrófono, porque en Wainraich y los frustrados (jueves a las 22 y domingos a las 20), se anima a la interpretación de distintos personajes, con un denominador común: todos cargan sobre sus espaldas el peso de la frustración. El espectáculo se complementa con un video y un monólogo de cierre. Como para no perder la costumbre....
–¿Quiénes son los frustrados a los que alude el título de la obra?
–En el show hay tres personajes que se relacionan porque van a ver un show de stand up. El que abre el espectáculo es Miguel, un tipo de clase media que soñó con ser cantante, pero no pudo porque había cosas del ambiente que no le gustaban. Tiene una rotisería y es un poco facho, pero su cuota reaccionaria obedece más a la ignorancia que a la maldad o a lo ideológico. Para él, los que se drogan son negros, y los que son negros, se drogan. No me animaría a decir que es un mal tipo. Es esa clase de sujetos que son los más graciosos de sus amigos. El segundo personaje es un futbolista frustrado, que trabaja dirigiendo a un equipo en un club de barrio. Ronda los 40 y hasta el día de hoy tiene una suerte de complejo de Edipo con la madre, que influyó a la hora de no poder llegar a ser futbolista. Cuestiona al stand up diciendo que, además de ser maricones, los que hacen monólogos son pelotudos que hablan de problemas pelotudos, y no de problemas importantes como los de él. Y la última es una mujer mayor, que toda la vida quiso vivir sola, pero nunca pudo hacerlo porque se enamora muy rápido de los hombres. Es una señora que está por morirse y le chupa un huevo todo: no tiene ningún filtro. Es un personaje liberador para mí.
–Los tres personajes tienen como características que cargan con alguna frustración. ¿Por qué decidió abordar esa temática?
–No fue intencionado. En realidad, primero empecé a escribir los personajes y después caí en cuenta de que lo que los une es que cada uno quiso hacer otra cosa en su vida. Son personajes frustrados. Así como la felicidad tiene muy buena prensa y la derrota muy mala, creo que el punto que a los seres humanos nos iguala es que todos somos frustrados. Algunos estarán más condicionados por esos objetivos no logrados, otros se sobrepondrán mejor, pero todos cargamos con alguna frustración importante. Ser frustrado no es tan grave; es casi la condición del ser humano.
–¿Con qué frustraciones carga usted?
–Me hubiera gustado ser mejor estudiante, más convencional, más constante, más disciplinado. Mi frustración mayor es no haber tenido la capacidad para estudiar con constancia y por los cánones formales. Si bien veo mucho teatro y cine, y leo bastante, piezas fundamentales para mi profesión, nunca pude seguir una carrera. También me hubiera gustado jugar al fútbol. ¡Y quedo abierto a otras frustraciones que vendrán!
–¿Hablar sobre la frustración tiene que ver con una necesidad suya de hacer catarsis?
–No conscientemente. Empecé a delinear los personajes, a escribirlos y ensayarlos y recién me di cuenta de que los tres eran rehenes de sus frustraciones. No pensé primero la temática del show y después armé los personajes según esa elección. No suelo trabajar así.
–¿Pero no cree que no es casual que los tres personajes que bosquejó tienen como punto en común frustraciones que los marcan? Tal vez dicen mucho de usted.
–No lo tengo muy claro. Tendría que analizarlo en terapia... Creo que tiene que ver con alguna fórmula inconsciente de guión y con la necesidad de burlarme de la derrota. Ningún fracaso es tan grave como parece. Soy de la teoría, incluso, de que si en la adolescencia fuiste un winner total, de adulto sos un gil enorme. No es científica, es verdad, pero en el trabajo de campo de mi alrededor lo corroboro a cada rato.
–Entre los personajes hay lugar para una proyección multimedia y para el monólogo de cierre.
–En el medio del show hay una pantalla que proyecta una supuesta situación mía en terapia, en la que Malena Guinzburg (productora de Metro y medio) hace de psicóloga, y del que participan Peto Menahem, Dalia Gutmann, mi mujer, Julieta Pink y Gabriel Schultz, como los amigos a los que pido ayuda. Y al show lo cierro con un monólogo en el que hablo sobre la felicidad, sobre cómo la sociedad nos impuso ser felices de una manera: casándonos, yéndonos de vacaciones a donde va todo el mundo, etcétera... También hablo sobre lo que significa ser conocido y hasta me meto con la seguridad, pero me da culpa, ya que me hace sentir de derecha. Y la paternidad también está presente, pero desde el peor costado.
–En este espectáculo se corre del stand up. ¿De qué lo libera cubrirse detrás de personajes?
–El stand up es un género de comedia en el que lo que uno cuenta tiene que ver con su vida. De manera exagerada, pero basado en situaciones de la vida cotidiana de uno. En este espectáculo, en cambio, el hecho de tener un vestuario y de componer personajes hace que la persona no se exponga tanto: los personajes no tienen mucho que ver conmigo, son más libres. En el stand up hablo de mi vida de manera exagerada, como en la radio. El monólogo de stand up, además, requiere todo el tiempo de chistes. Estos personajes no buscan el humor, buscan mayor atención porque cuentan cosas dentro de una estructura dramática más parecida al cuento. El stand up, en cambio, tiene una estructura repetitiva: premisa, reflexión cómica y remate. En esta obra voy a tener que acostumbrarme al silencio.
–No hay peor cosa para un humorista que el silencio. ¿Le teme?
–Al principio me daba fobia, pero con los ensayos me fui acostumbrando a que esta obra iba por otro lado. ¡O al menos prefiero pensar eso!
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