TEATRO › MARICEL ALVAREZ, INTERPRETE DE “BAMBILAND”
Bambiland es un largo y furioso monólogo en el que la ganadora del Premio Nobel pone a prueba su mirada sobre los medios de comunicación durante la segunda guerra del Golfo. Con dirección de Emilio García Wehbi, va los lunes en El Camarín de las Musas.
› Por Cecilia Hopkins
Nacida en 1946, la austríaca Elfriede Jelinek –dramaturga, novelista y ensayista– fue la décima mujer que obtuvo el Premio Nobel e integra en la actualidad el grupo de los más controvertidos autores en lengua alemana. Los cinéfilos recordarán que fue llevada al cine su novela La profesora de piano, los espectadores de teatro que Rubén Szuchmacher dirigió una de sus obras, Lo que ocurrió después de que Nora abandonara a su marido o pilares de las sociedades, en el teatro San Martín. Los lunes a las 21, en El Camarín de las Musas, bajo la dirección de Emilio García Wehbi, la actriz Maricel Alvarez interpreta otro de sus textos, Bambiland, una suerte de monólogo enloquecido que integra innumerables voces sin solución de continuidad. Centrada en la segunda guerra del Golfo Pérsico, toda la obra constituye una mordaz crítica a la cobertura que brindaban los medios masivos de comunicación. La puesta en escena comenzó a perfilarse en las tres funciones ofrecidas a fin del año pasado en el 4X4, ciclo que organiza el Goethe Institut de Buenos Aires con el objeto de poner a autores en lengua alemana a consideración de directores locales. “Es todo un desafío en términos interpretativos –admite Alvarez en una entrevista con Página/12–, es un monólogo interminable, absolutamente desbocado, ácido, oscuro, políticamente incorrecto.” Aclara, además, que la pieza no es “nada condescendiente con el público, no sólo por su extensión, sino por su tratamiento lúdico del lenguaje y por su estructura narrativa, plagada de giros lingüísticos y construcciones de múltiples sentidos”.
–¿Cómo fue el trabajo de análisis? No debe haber sido fácil encontrar en el propio texto sus posibilidades de representación.
–La primera etapa de nuestro trabajo la dedicamos a la comprensión profunda del material. A descifrar sus claves ocultas, a iluminar sus citas (muchas, sobre todo de la tragedia esquilea Los persas, pero también de Nietzsche, Heidegger, del Nuevo Testamento, etc.). A comprender qué voz habla y en qué momento a lo largo del extenso devenir del texto. Porque son múltiples las voces que hablan en Bambiland y cada una de ellas responde a muy diversas líneas de pensamiento (muchas veces líneas radicalmente antagónicas). Pero Emilio tenía claros los lineamientos de su propuesta de puesta en escena: una puesta diáfana de un texto complejo.
–¿Cómo caracterizaría a su personaje?
–Es un monstruo de muchas cabezas. Un transmisor de noticias nefastas. Un oráculo incontinente de desgracias. Un manual de uso de armas de la más altísima tecnología bélica. Una hembra alzada. Un ama de casa desesperada por noticias de su hijo que pelea en el frente. La representante de una corporación financiera que controla el destino de todo un pueblo. Una superheroína que apaga pozos de petróleo bombardeados en tiempo record. Una estadista, una espía encubierta, una propagandista, una conductora de talk shows, una fanática religiosa. Y Dios.
–¿Quién es su interlocutor interno?
–No es algo que haya podido construir en este montaje. Son casi dos horas de texto sin interrupción ni solución de continuidad, pasando por los más diversos estados de ánimo. Y manteniendo un tempo y un ritmo sostenido que no admite ninguna desviación de la atención. La partitura tiene que ser ejecutada de manera impecable en términos técnicos. La gimnasia mental, entonces, es arrolladora. No hay tiempo ni espacio para elaboraciones internas o psicológicas. Con esto no quiero decir que el trabajo sea externo o superficial. No, lo que lo sostiene es la rigurosidad con la que trazamos el mapa –en términos intelectuales– que luego recorremos en escena y desde la víscera, por supuesto.
–El texto plantea una fluctuación incesante en las coordenadas tiempo y espacio. ¿Desde dónde emite su discurso, como intérprete?
–Es verdad. No hay didascalias que apunten a esclarecer el dónde y cuándo. Nosotros recreamos un espacio-bunker y transitamos el aquí y ahora de la representación. El discurso se emite desde la ira y el apasionamiento, puntas de lanza, por otra parte, de la misma Jelinek a la hora de escribir este texto. Si ella escribió lo que la TV le fue dictando sobre la guerra para estremecer a su interlocutor hasta lo más profundo de sus fundamentos, yo intento comunicar desde lo que el texto de esta autora me dicta a mí.
–¿Cómo sintetizaría la visión que el texto habilita sobre la guerra y la política internacional?
–Es una visión ciertamente oscura. Atravesada por fuerzas que son recurrentes en toda la obra de Jelinek: el odio, la obscenidad, lo grotesco y la muerte del hombre por el hombre. Creo que Jelinek también apunta que, aun teniendo a su favor la historicidad, el hombre no ha aprendido nada absolutamente. Esto es, haciendo un recorrido a lo largo de la historia, esta autora da cuenta de que lo único que ha logrado el hombre es perfeccionar cada vez más su capacidad de autodestrucción.
–¿Por qué cree que la autora tituló así a su obra?
–Investigando un poco nos enteramos de que Bambiland era el nombre de un parque de diversiones tipo Disneyland, emprendimiento comercial y delirante de Marko, uno de los hijos de Milosevic, situado a pocos kilómetros de Belgrado. Supongo que Jelinek hace aquí uso de su humor ácido e ironiza en relación con la visión de los medios de comunicación sobre guerra. El tratamiento de “parque temático” que recibe la guerra por parte de la televisión.
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