Vie 22.04.2011
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TEATRO › ENTREVISTA A MALENA SOLDA Y GONZALO MARTINEZ, POR INVENTARIOS

“Para ganar hay que conmover”

La actriz y el director explican el sentido de la pieza teatral del francés Philippe Minyana. La obra plantea una competencia entre mujeres, que deben contar sus experiencias de vida ante una audiencia ávida de intimidades.

Un presentador, pantallas gigantes que replican imágenes, luminarias y tres mujeres que compiten a ver cuál de ellas llega a exponer mejor su experiencia de vida. En Inventarios, obra del francés Philippe Minyana, lo pequeño ocupa un lugar de gran importancia junto a catástrofes y guerras. Es por esto que sus personajes Bárbara, Jacqueline y Angela comparten recuerdos y experiencias en el marco de una competencia que las expone frente a un público ávido de intimidades. Al parecer, el objetivo es conmover y convencer a la audiencia. Bajo la dirección de Gonzalo Martínez, las actrices Malena Solda, Verónica Pelaccini y María Laura Santos se hacen cargo de las parlanchinas contendientes, en tanto que Alfredo Staffolani hace lo propio con el rol del presentador. La obra puede verse en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131), viernes, sábados y domingos.

El director ya tenía experiencia con los textos de este autor (ver recuadro), aunque solamente como intérprete: en 2005, a las órdenes de Daniel Veronese, había intervenido en el montaje Minyana sobre Francia, en el marco del ciclo Tintas Frescas. “Minyana es heredero de Beckett –afirma Martínez junto a Solda, en la entrevista con Página/12–; es un autor que logra encontrar su propia poesía escuchando la voz y el pensamiento de los que pasan por la calle, porque su fuerza está en lo cotidiano, en lo coloquial”, refuerza. Según el director, el autor de La casa de los muertos y Dramas breves tiene predilección por temas como la familia, el amor, el sexo, la pareja, pero siempre desde el lugar de la gente común. Se podría decir que su obra está dentro del absurdo”, concluye. El mismo autor define a Inventarios como “maratón de palabras”.

Malena Solda: –Minyana escribe sin puntos ni comas. Lo hace desde la oralidad y no desde una aproximación literaria. Cuando leí la obra pensaba: ¿Qué lleva a estas mujeres a decir lo que dicen? El desafío es llenar todos los huecos de información que el autor deja libres.

Gonzalo Martínez: –También deja muchos lugares abiertos al juego escénico. Desde el texto no se sabe bien si la competición es por radio o televisión. Minyana no es un autor lineal. Si uno sigue la cronología de lo que ellas dicen llegamos a la conclusión de que son mujeres muy mayores. Nosotros trabajamos para que los textos cobren vida por sí mismos y no pensamos en ser literales.

–¿Cuál es el objetivo final de la competencia?

G. M.: –Nunca se sabe por qué están compitiendo. Lo que tienen que hacer para ganar es conmover, ser lo más íntimas que puedan y contagiar a quien las está escuchando. Queremos que las impresiones y sensaciones que ellas tienen sobre las cosas que recuerdan sea lo que llegue a la platea. Creo que contar la propia vida es un desafío para cualquiera, porque ser sincero implica una cantidad de operaciones, en relación a lo que uno debería o no contar.

M. S.: –En la obra se plantea una competencia entre lo narrativo y la situación de exposición de estas mujeres. Además, hay tres pantallas con un video que aporta datos que no están en el texto.

–¿Por qué recurrieron a la imagen fílmica?

G. M.: –Queríamos ver cómo compiten las imágenes filmadas con lo que se ve en escena. La fuerza de la palabra se traba en lucha con la imagen. Y no pierde.

–¿Se podría pensar que es un solo personaje desdoblado?

M. S.: –Es una posibilidad... Las tres están vestidas con la misma tela, aunque el modelo es diferente para cada una.

–¿Por qué llevan objetos?

M. S.: –Son los objetos que dan testimonio de las cosas que están contando. La palangana es, para una de ellas, el mejor objeto para presentar porque estuvo en todos los momentos de su vida. La lámpara es, para otra, el objeto que la salva de un marido golpeador. Y para mi personaje, un vestido del año 1954 representa el encuentro con el amor de su vida.

–¿Cuál es la mayor exigencia que le plantea este texto?

M. S.: –El no perder la conexión con el público y encontrar en todo momento el motivo por el cual estoy diciendo lo que digo. Buscar todas las intenciones y saber adónde voy con mi relato.

–¿A qué otras experiencias teatrales la remite?

M. S.: –A Shakespeare, porque, como Minyana, es un autor que también escribe desde la oralidad. Es una obra escrita para ser actuada. Lo que el actor tiene que tener en claro son las intenciones y los motivos.

–Cuando Minyana escribió la obra no existían los reality show. Pero hoy sería imposible no pensar en este género al ver la obra.

M. S.: –Me parece que la obra podría ser vista como una ironía respecto de ese tipo de programas, por la exposición de la gente para hablar de su vida íntima. El presentador está fuera de eje y se lo puede identificar con ese tipo de presentadores.

G. M.: –Sin embargo, para mí la obra te hace recordar a la gente que alguna vez te contó algo. Hay respeto y humanidad. En cambio, el reality degrada y convierte en mercancía la experiencia de la gente. Acá no aparece el planteo moral de exponer a alguien. Lo más lindo del espectáculo es la valorización de la experiencia de vida.

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