TEATRO › DIEGO CASADO RUBIO Y SU OBRA SE ALQUILA, CON UNA CONDICIóN
Formado como cineasta en su España natal, ahora también dramaturgo y director, Casado Rubio vino en plan turístico y fue seducido por la pluralidad de registros del teatro local: “Hay otro tipo de pensamiento, más diagonal; el actor es generador”.
› Por María Daniela Yaccar
Lo que para cualquier argentino es un detalle, en la mirada de un viajante puede ser tan importante como para desarmar los bolsos para siempre: no sentir el desarraigo. Contrariamente a lo que podría pensarse en estos tiempos de agite en España, Diego Casado Rubio no vino a este país arrastrado por la crisis. Vino como turista hace cinco años y se quedó. Lo impactaron la sociabilidad y “la apertura” de los porteños. El cineasta encontró en Buenos Aires el escenario para crecer artísticamente, además de un nuevo amor, el teatro. Desarrolló una carrera vertiginosa como dramaturgo y director. Tras su debut con Es inevitable –que estuvo dos años en cartel– dirige Se alquila, con una condición (sábados a las 21 en La Carbonera, Balcarce 998), historia en la que trasunta la suya, puesto que la inmigración y la conformación de una familia artificial se cuelan en una trama que también indaga en el amor y en el desamor.
Siempre se elogia al teatro argentino. Pero lo que un extranjero tenga para decir al respecto no está de más, porque derriba la posibilidad del autobombo. La variedad de estéticas y lo prolífico no fue lo que más llamó la atención de Casado Rubio, sino el modo de producción del teatro independiente. “Tiene que ver con que esto es Latinoamérica”, subraya. “Allá cuesta más encarar, reunirse y llegar a un ámbito profesional de estreno, más allá de la plata. Lo que me partió la cabeza es el ‘vamos, no importa nada, queremos hacerlo’”, explica. Casado Rubio cayó en la cuenta de que la idea preconcebida con la cual caía a estas tierras –que el teatro es tan bueno como la carne– era acertada. Finalmente, compara: “Allá el director contrata actores. Acá la movida es brutal y pasa por otro tipo de pensamiento, más diagonal. El actor es generador. No tenía esta idea de cooperativa incorporada a mi vida”.
Y no estaba en su cabeza hacer teatro, pero se dejó afectar por la energía que lo rodeaba: “Además, el cine es otra cosa: mucha plata”. De hecho, tiene cajoneado un proyecto por motivos financieros (ahora prepara su primer largo “comercial”, con Elena Roger, Verónica Llinás, Alejandra Rubio, Sofía Gala y Mónica Ayos, sobre “mujeres argentinas”). En su país natal estudió cine (además de guión con Pedro Loeb, autor de Felicidades) paralelamente a la carrera de Ciencias de la Información. Se dedicó un tiempo al periodismo, pero abandonó por las malas condiciones laborales. “Nunca pensé en hacer teatro. Ni siquiera sé mucho de teatro español”, admite. Recuerda que una de las primeras obras que vio al llegar fue Hotel melancólico, de Mariela Asensio –hoy su amiga–, y quedó impactado. “El medio es un mero canal”, recalca, en relación con sus distintas profesiones. “Dirijo desde la pasión por contar historias.”
Para este español de 32 años enamorado de la escritura, que en este país perdió “el pudor”, el teatro es también “un lugar de experimentación”. En Se alquila... (con Chela Cardalda, Estela Garelli y Emiliano Dionisi) repite la experiencia de Es inevitable, al combinar exquisitamente los recursos del cine con el teatro. La historia se cuenta con un flashback, hay una voz en off (de Rodolfo Valss) que recuerda a la de Más extraño que la ficción (porque conversa con los personajes) y una pantalla que, además de recrear escenas completas, completa la geografía planteada por la obra. Por ejemplo, la cocina termina en la pantalla. Los personajes cenan en una parte del escenario, pero lavan los platos en un video. Van y vienen, del video a la escena, sin que se rompa la continuidad. O mejor aún, instaurando un juego con la percepción del espectador. “Quería hacer una película para ser vista en teatro”, explica Casado Rubio.
–¿Por qué una película para el teatro?
–Con esta segunda obra fui más consciente de esa idea. Con Es inevitable me animé a escribir teatro. Mis guiones teatrales son cinematográficos, tienen todo detallado. Si algo no lo está es porque no juega dramáticamente. En Es inevitable fue intuitivo: me dejé llevar por la historia. Partí de la necesidad de hablar de la muerte y la igualdad. La obra hablaba del matrimonio igualitario sin que se debatiera todavía acá. Y sin video no podía contar la historia. Con Se alquila... usé ideas de un corto que iba a filmar cuando tenía trece años: planos detalle de los pies de mi abuela, de sus manos. Quería jugar con la voz en off, porque siempre me dijeron “no la uses porque es un recurso de mal guionista que no tiene otros”. Logré romper con el “tiene que ser así”.
–¿Cómo se consigue que los recursos del cine no parezcan forzados?
–Cuando escribo ya sé cómo voy a resolver las cosas. La imagen está desde mi placer técnico, el que me da solucionar la escena de la cocina, por ejemplo. Propongo un teatro de sensaciones y sentidos. Por ahí un día hago una obra sin lo cinematográfico, pero va a tener un condimento sensorial e intuitivo poderoso. Incluso las escenas puramente teatrales son muy estéticas y tienen algo visual. Hay cine en el teatro aunque no haya video: a través de una cortina conseguís cierta luz. Hay un teatro que uno vio muchas veces, que está bueno, pero me gustan los retos. Lo fácil me erotiza menos.
–En su obra, un joven español alquila una habitación en la casa de una señora mayor y termina formando una “familia” con ella y otra inquilina. ¿Quiso contarse a sí mismo?
–Sí. Quise hablar de la melancolía, la soledad y la raíz. Yo no me fui de mi país echando pestes de buey, diciendo “no vuelvo porque hay una crisis”. Me fui de turista, con lo que tenía ahorrado. Siempre puedo volver. La Argentina tiene algo maravilloso: somos hermanos. Acá si no hablo no soy extranjero, por mi piel. Viví en Inglaterra también un año y hay menor distancia, pero con el idioma y el look soy de afuera. Nosotros tenemos muchas cosas en común. Este es el tercer país en el que vivo. Vivir en otro país abre la cabeza, no sólo en lo artístico.
–Hitchcock dijo que “el drama es una vida a la que se le han eliminado los momentos aburridos”. Es justamente lo contrario a lo que se ve en Se alquila, porque en los detalles de la vida cotidiana está la belleza.
–Nunca fui consciente de que hice eso para generar belleza. Calculo que me hubiera costado mucho más porque tendría que haber entendido qué era la belleza. Pero sí me interesaba hablar de la intimidad de una casa y trabajar con el cuerpo desnudo de los actores, por una necesidad mía de desprejuiciarme. Una espectadora me dijo que vio el gas, el abrir una ventana o el caminar como si fuera la primera vez que los veía. Se sorprendió de la cotidianidad. Es la magia de esto. No puedo dar una explicación. No sé cómo se llega, hay mucho de intuición. El director y el escritor son observadores.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux