TEATRO › POMPEYO AUDIVERT Y SU PUESTA DE ANTIGONA VELEZ
Sesenta años después de su estreno en el Cervantes, la tragedia de Leopoldo Marechal inspirada en Sófocles vuelve al mismo escenario. “Antígona es una fuerza colectiva, impelida por sus muertos”, dice Audivert.
› Por Cecilia Hopkins
Con dirección de Pompeyo Audivert, Antígona Vélez, obra de Leopoldo Marechal, vuelve al escenario del Teatro Cervantes sesenta años después de haber sido estrenada allí, bajo la conducción de Enrique Santos Discépolo. La leyenda cuenta que la obra subió a escena el 25 de mayo de 1951 a instancias de la mismísima Eva Perón, quien había elegido a Fanny Navarro, actriz emblemática de la época, para interpretar el personaje central. Se dice que Marechal tenía disperso el manuscrito de la pieza y que debió reescribirla velozmente para la ocasión. Por ésta, la pieza teatral más conocida de las cuatro que escribió (Las tres caras de Venus, La batalla de José Luna y Don Juan) el autor recibió el primer Premio Nacional de Teatro. En 1974, volvió a subir a escena en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín, protagonizada por Susana Rinaldi (luego reemplazada por Alicia Berdaxagar), con dirección de Santángelo. Y veinte años atrás la obra se rehizo en formato de ópera en el Teatro Colón, con música de Juan Carlos Zorzi y libro de Javier Collazo. Pero desde entonces, Antígona Vélez estaba casi olvidada.
“Intenté una obra dramática que fuese argentina y universal”, explicó el mismo Marechal en su momento. “Me propuse recoger una fábula de tipo universal, tal como la que nos puede ofrecer el teatro griego y ponerla en acto de nuestros hombres y darle otra vida en nuestro paisaje.” Adaptada al ámbito de la pampa argentina, la tragedia de Sófocles fue contextualizada en todo sentido. Así, el reino de Tebas fue convertido en la estancia La Postrera, ubicada en medio del desierto, casi un enclave en el mundo de los pampas en una época en la que aún no se había completado la Conquista del Desierto. Como en la obra clásica, Antígona tiene una hermana, Carmen, y dos hermanos, Martín e Ignacio, entre los cuales surge un conflicto de poder. Para recuperar lo que considera suyo, Ignacio cruza al territorio de “los infieles” y al frente de un malón presenta batalla al hermano. Ambos mueren en la contienda pero no reciben el mismo tratamiento: mientras Martín es velado con todos los honores, sobre el cuerpo de Ignacio pesa la prohibición de su inhumación. Así fue dispuesto por Facundo Galván (Creonte, en la pieza original), el hombre que, con su edicto se opone a las normas impuestas por la religión considerando que, por haber escapado fuera del terreno de la civilización, Ignacio Vélez es un traidor.
Una vez planteada la situación, el resto de la obra se centra en un tironeo de orden moral: Antígona desea que se cumpla la ley de Dios por sobre la ley humana y actúa en consecuencia. La protagonista reconoce que la acción de su hermano no ha sido noble y acepta su castigo. No obstante, da su vida por enterrar al hermano cumpliendo los ritos que su religión manda realizar. Así es como paga con su muerte el acto de desobediencia que comete. Pero hay otros cambios que realiza Marechal respecto del modelo clásico al trasponer los valores del texto griego a la cultura y simbología cristianas. Porque luego de su piadosa acción, Antígona Vélez no se suicida como en la tragedia original sino que, lejos de cometer lo que su religión considera un pecado mortal, se convierte en mártir ofreciéndose en un sacrificio que remite al de Jesús crucificado.
“Marechal es un autor muy potente”, afirma Audivert. “Leí toda su obra y soy admirador de su razón poética, de cómo cruza las fuerzas arcanas, la temática de la frontera entre la vida y la muerte con nuestras circunstancias nacionales.” No obstante, Audivert realiza una lectura particular de la obra. Porque en su puesta, la ley sagrada que Antígona lucha por restaurar queda por fuera del terreno de lo religioso. Así, su actitud de justicia tiene que ver con lo poético, un campo que, según Audivert, se encuentra amenazado por las circunstancias históricas que vive el mundo actual: “Para perpetuarse, el capitalismo intenta desactivar lo sagrado. Por esa razón codifica al arte, la religión y hasta los sueños”, amplía el director. Por otra parte, la actitud de la protagonista está muy relacionada con las desapariciones en la época de la dictadura y el rol que tuvieron las mujeres en su denuncia: “Antígona es una fuerza colectiva, impelida por sus muertos”, interpreta Audivert. “Es la fuerza femenina que se enfrenta al poder histórico. Y en ella viven nuestras propias Antígonas.”
En la puesta de Audivert, el concepto de frontera alienta múltiples sentidos, ya que se refiere a la línea que se extiende entre la vida y la muerte, la que implicó la Conquista del Desierto y también la división que está presente entre escenario y platea, entre representación y espectadores: “Es muy difícil intervenir los códigos del teatro porque ya están muy establecidos”, opina el director. “Nosotros, en un teatro nacional a la italiana pusimos una astilla, un tablón que conecta público y escena. De esta forma, los actores miran al público y lo convierten en parte de la obra. Porque creemos que Antígona es una tragedia pública”, concluye.
–¿Cómo analiza el cambio de ámbito elegido por Marechal para presentar este mito griego?
–En la frontera geográfica de su conquista “civilizatoria”, en ese borde territorial que va avanzando sobre lo desconocido, sobre el otro preexistente, allí es donde Facundo impone la ley del conquistador a sangre y fuego y escarmienta a los traidores, con penas que van más allá de lo humano. Marechal dispone lo nacional como teatro de operaciones, de fuerzas ontológicas y arcanas, como escenario de un retorno mítico y representa a Antígona como Antígona Vélez y al funcionamiento teatral como maquina escénica a la griega, unidad de tiempo y espacio, alteridad y distanciamiento para acrecentar el drama.
–¿Cómo se desata la tragedia?
–La orden de no enterrar a Ignacio Vélez rompe la ley sagrada que nos hace hombres y esto es lo que desata la tragedia. Antígona Vélez reacciona y restablece la ley de la frontera entre la vida y la muerte, entierra a su hermano para que descanse en paz, él y “lo humano”. Ella fractura el poder y lo revela en sus características inhumanas. Aunque la lógica del poder sea implacable, lo desenmascara, lo señala y lo hace poniendo el cuerpo, inmolándose.
–¿Qué significado asume la figura de la protagonista en nuestro contexto histórico?
–Antígona Vélez es nuestra Antígona, su rebelión y sus significados se acrecientan en lo argentino, es una fuerza colectiva y antihistórica, una fuerza débil, femenina, destinada a prevalecer. Marechal es la poética que anima el retorno de Antígona, que le permite jugar su papel entre nosotros, una sociedad Antígona.
–¿Sobre qué temas de la práctica teatral le hizo reflexionar esta obra?
–Antígona Vélez habla de lo fronterizo y esto significó para nosotros un rebote asociativo puramente teatral. Y es que la temática de fondo de lo teatral es la frontera.
–¿Por qué?
–En la actuación, en ese gran desapego, en ese simulacro de reencarnación, actores y público se sitúan en un límite, en un borde después del cual se intuye el caos. La escena como desarraigo colectivo nos pone en un nivel de realidad tan artificial como verdadero, el que alude a la otredad, a nuestra sospecha de ser otros. Antígona Vélez es una máscara que transparenta nuestra sospecha de ser actores de un teatro infinito.
–¿Qué medios utilizó para referirse a ese espacio fronterizo?
–Hemos construido un tablado angosto de madera que se interna en la platea, un puente a medio hacer que se interrumpe adentro de las butacas y semeja “el tubo” por donde van a morir las vacas o una punta de lanza de la estancia La Postrera dentro de los territorios bárbaros, como les llamaban.
–Una prolongación que tiene un valor simbólico..
–Es, en todo caso, un precario escenario que atraviesa la frontera histórica que separa esos dos niveles de realidad tan distintos, casi opuestos: escena y público. La platea pasa a ser la llanura donde acecha el otro y el escenario, el espacio público de la tragedia, un devenir público de la escena y escénico del público, poética de los espacios en apareamiento teatral.
* Antígona Vélez, de Leopoldo Marechal, con puesta en escena de Pompeyo Audivert, se estrena el próximo jueves en la Sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes. El elenco está integrado por Ana Yovino, Villanueva Cosse, Pablo De Nito, Tina Serrano, Mosquito Sancineto, Joselo Bella, Andrés Mangone, Federica Presa, Melina Benítez, Eugenia Grillo, Renata Aiello, Fernando Ritucci, Martín Scarfi, Gustavo Saborido, María Zubiri, Gabriela Ram, Fernando Khabie, Danae Cisneros, Daniel Kargieman, Gabriela Blanco, Susana Brussa, Iván Balsa, Pablo Clerici y Mirco Mescia. El diseño de iluminación pertenece a Leandra Rodríguez, el vestuario y la escenografía a Julio Suárez y Ana Audivert, respectivamente. El trabajo físico expresivo estuvo a cargo de Rhea Volij y la dirección vocal y musical es de Carmen Baliero. Funciones de jueves a sábados, a las 21, y los domingos a las 20.30.
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