TEATRO › MARIE DARRIEUSSECQ Y ALFREDO ARIAS HABLAN DE CHANCHADAS
La autora de la novela y el director y actor presentaron una puesta de la obra como teatro leído en Buenos Aires, previa al estreno que será en París, en noviembre. “La escritura de Marie me ha dado la posibilidad de hablar del mundo de hoy y de la marginación”, afirma Arias.
› Por Hilda Cabrera
La fábula de la mujer que se convierte en cerda, desarrollada en la novela Chanchadas (Truismes, en el original), produjo impacto y extrañas identificaciones en los lectores. Sucedió en Francia, donde su autora, Marie Darrieussecq, pudo comprobarlo cuando en 1995, año de la publicación, recibió propuestas que la asombraron, desde felicitaciones por lo que creían que era su pensamiento y no el de sus personajes hasta amenazas de violación. Ahora en Buenos Aires, donde asistió a la traslación escénica de la novela, dirigida por el argentino-francés Alfredo Arias –quien reside en Francia, pero regresa periódicamente a la Argentina para presentar obras–, la autora dialoga con Página/12, junto al director, sobre su novela y la versión, también obra de Gonzalo Demaría. Las cuatro funciones ofrecidas en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín constituyen, en tanto teatro leído, un adelanto del montaje que Arias concretará, como único protagonista, en el Théâtre du Rond Point, de París. Estas presentaciones, calificadas de “laboratorio teatral”, fueron interpretadas por dos elencos de actrices argentinas y un actor, destacables todos en la composición de sus diferentes roles (ver aparte). La anécdota de Chanchadas arranca con el monólogo de una empleada de perfumería, masajista de apariencia ingenua y temperamento dócil, que sufre cambios en su cuerpo. Esas transformaciones, juzgadas por quienes la rodean, se multiplican hasta lo insospechado. Las actuaciones, “estupendas” según Darrieussecq, y la puesta de Arias le permitieron “redescubrir” la novela: “Ha sido una proyección de mi cerebro hacia el cerebro de Alfredo. ¡Esto es increíble! ¡Y sucedió en Buenos Aires!”, se entusiasma la autora.
–¿Chanchadas fue teatralizada en Francia?
Alfredo Arias: –No, éste es el primer trabajo. Para mí es un gran placer estrenar un texto de Marie en Buenos Aires. En la puesta que presentaremos en París, el próximo 4 de noviembre, haré toda la galería de personajes que aparecen en la novela, incluida la mujer-cerdo.
Marie Darrieussecq: –No había pensado en una adaptación con Alfredo, pero cuando vi su trabajo supe al segundo que nuestros universos imaginarios podían encontrarse, porque mi novela tiene mucho de fantástico y Alfredo tiene un gran talento para hacer que lo fantástico sea cómico.
–¿Cuál fue el elemento que motivó la traslación?
A. A.: –La escritura de Marie me ha dado la posibilidad de hablar del mundo de hoy y de la marginación; de la falta de piedad de la sociedad para con el diferente. Chanchadas me ofrecía la oportunidad de desarrollar un discurso político. Sentí que podía expresar mis ideas de manera más directa, sin abandonar el lenguaje fantástico ni la teatralidad. En la puesta que haremos en París, actuaré con máscaras. Será una performance elaborada desde las artes plásticas y no desde el teatro psicológico. Habrá proyecciones, comentarios filmados, como la “anunciación” a la mujer, en la que ella sabrá qué le espera. El montaje se desarrollará en catorce escenas que rescatan los síntomas que irá padeciendo hasta descubrir que tiene un trasero de cerda con una colita en espiral.
–Como se dice en la obra, “una belleza de chacra”. ¿Resulta más fácil entender la transformación de la mujer en animal desde la representación teatral que desde la lectura?
M. D.: –La novela es el monólogo sobre ella misma, y la posición del lector es la de entender poco a poco qué le ocurre a esa mujer que cuenta y no reconoce qué le pasa. Ese desconocimiento produce –creo– un efecto cómico. Percibo una diferencia entre la representación y la lectura, pero no sé exactamente dónde está.
A. A.: –En la traslación que encaramos con Gonzalo Demaría, esos personajes que comentan maliciosamente lo que le sucede a la mujer-cerdo son, de alguna manera, “extractos” de la sociedad. La clienta de esta masajista que se transforma es un ser egoísta. Pertenece al bando de los que consideran al otro sólo como objeto de entretenimiento. La dermatóloga –a quien la mujer-cerdo consulta por sus cambios en la piel– simboliza esa posibilidad que tiene la ciencia de intervenir para mitigar el sufrimiento del diferente, pero termina discriminando cuando advierte que el fenómeno de la mujer-cerdo puede ser usado políticamente. Y colabora en eso a partir de un eslogan: “Vote por un mundo sano, vote por Edgard” (un candidato a presidente). La manipulación se da también en otros personajes, como la viuda devota que acude a la casa de masajes por razones sexuales. La empleada multifunción es otro caso interesante. Había tal fuerza en la narración de Marie que ideamos un personaje que pudiera condensar diferentes aspectos de la crueldad.
–¿Puede decirse que la violencia es un componente individual y social del que no se puede escapar?
M. D.: –La mujer-cerdo no registra psicológica ni intelectualmente el ataque, pero sí su cuerpo, que se transforma ante el rechazo de los que la rodean; gente que le impide ingresar al mundo de la racionalidad, que ella tampoco entiende y del que se va apartando poco a poco.
–¿La soledad es su manera de resistir?
M. D.: –No, es la monstruosidad de su cuerpo la que evita que la conviertan en objeto y le permite ubicarse en otra dimensión.
A. A.: –Me inspiró muchísimo en esta traslación una frase de Marie referida a un mundo sin piedad. Marie narra un apocalipsis y un renacimiento, una forma de acabar con el padecimiento. Esta mujer-cerdo que va a ser degollada encuentra escapatoria cometiendo una acción brutal y refugiándose en la naturaleza.
–¿Influye el entorno social y político al momento de idear una fábula como ésta, cruel y cómica al mismo tiempo?
M. D.: –En 1995, la huelga ferroviaria y del transporte urbano paralizó a Francia durante más de tres semanas. Después del gobierno de Mitterrand, los primeros esfuerzos que hizo la derecha estaban destinados a acabar con los beneficios sociales obtenidos. La gente resistió: dos millones de personas se manifestaron en las calles. Yo era estudiante, y mi cuerpo era una esponja que absorbía la atmósfera de París. Chanchadas refleja esa euforia y esa rabia. Era algo nuevo en la ciudad: la gente se comunicaba.
A. A.: –Diría que en esa huelga París se humanizó.
M. D.: –Los que iban en coche se detenían y preguntaban si necesitabas algo. Esto en París era inconcebible.
A. A.: –Fue algo muy agradable. Llegué a pensar que era “una guerra alegre”. ¡Tanta fraternidad! Creo que ésa fue una de esas oportunidades que la sociedad se da de tiempo en tiempo.
–¿Cómo es hoy esa sociedad?
M. D.: –Muy compleja. Vengo de una familia de origen modesto, de obreros y empleados; pude ir a la escuela pública y obtener una buena formación. La sociedad francesa fue en algunas épocas más elástica y se podía progresar. Ahora, la situación es tremenda y también cómica. En la época de escritura de Chanchadas, Jean-Marie Le Pen, del partido de extrema derecha Frente Nacional, hacía campaña metiéndose con el dinero público, con el régimen de jubilación de los trabajadores y el sistema de seguro social, y ahora el presidente Nicolas Sarkozy viene haciendo lo mismo desde que fue elegido en 2007, implantando los mismos programas y pareciéndose al primer ministro Silvio Berlusconi, entreteniendo a la sociedad con una cosmética delirante.
A. A.: –Una cosmética social y física que fabrica monstruos y anula la identidad.
–El político Edgard, mencionado por el personaje de la dermatóloga, ¿tiene un equivalene en la realidad?
M. D.: –En Francia se lo relacionó con Le Pen, pero es una clase de político que se encuentra en muchos países.
A. A.: –Como el político corrupto que hace ostentación de su riqueza y con su poder agrada a algunos sectores del electorado.
M. D.: –Es así, y no es chiste. A eso le llaman alta política. Esa gente no tiene pudor ni piedad.
A. A.: –Y les va bien porque la gente está perdiendo identidad. Se ilusiona creyendo que va a tener un pedacito de ese lujo inaccesible, de productos que hace tiempo vienen siendo elaborados por los pueblos más sometidos y en lugares donde se obliga a trabajar hasta a los niños.
–¿A qué se debe ese autoengaño?
M. D.: –Cuando la clase media baja y los pobres votan a esos políticos que acumularon riqueza es porque creen que ése que triunfó en la vida puede darles más que el que no supo juntar fortuna y que sólo les promete organizar su trabajo.
A. A.: –La promesa de los políticos enriquecidos es una promesa tipo Disneylandia. He visto en Grecia a campesinos que vivían bien dentro de su humildad; tenían su casa, su tierra, sus animales, pero dejaban todo eso para ir a trabajar a una taberna como sirvientes.
M. D.: –La mujer-cerdo de Chanchadas se resiste a entrar en un sistema de servidumbre, donde se la discrimina. Ella rompe con los códigos de esa sociedad. Resiste con su monstruosidad y con el amor del hombre-lobo, porque el amor es otra forma de resistencia, de plantarse ante una sociedad y no dejarla avanzar más allá de lo que uno quiere.
A. A.: –A Marie y a mí nos interesa el tema de la marginación social. Lo traté en Tatuaje, y aquí tengo la posibilidad de trabajar de una manera más vasta. Esta mujer-cerdo ilumina esa zona de crueldad social de una forma muy directa. Los personajes de Chanchadas se relacionan con el instinto: tiran piedras y más que hablar, vomitan.
–¿Qué reacción suscitó la novela en Francia?
M. D.: –Este libro tiene las ventajas y desventajas de haber sido un best seller. Sufrí las consecuencias de un malentendido. Se confundió la voz de la mujer-cerdo con mi propia voz. Recibí montones de cartas, algunas con insultos y otras felicitándome. En la novela se dice que el trabajo corrompe y me adjudicaron la frase, como si fuera yo la que pensaba eso. Los que estaban de acuerdo se alegraban de la coincidencia. No se daban cuenta de la ironía.
A. A.: –Un personaje racista utiliza la palabra negro con intenciones, y eso también se lo adjudicaron a Marie.
–¿El personaje de la viuda beata?
A. A.: –Sí, cuando dice que tener relaciones con un negro no es lujuria, es caridad. Marie se reía de sus propias frases cuando las oyó aquí y en español. Después de escuchar a las actrices y al actor que trajeron su talento al escenario de la Casacuberta, siento que tengo más fuerzas para encarar el trabajo en Francia, donde lo haré solo, sin acompañantes, en el Théâtre du Rond Point de París, que dirige Jean-Michel Ribes (director de teatro y cine, y autor). Este es un teatro que da acceso a lo surrealista y lo fantástico. Ribes no ha entrado en el show business. Le da lugar a la palabra y a la identidad, a la fragilidad y la fantasía, y acoge a toda una corte de milagros.
–Darrieussecq, ¿cuál es el tema de la próxima novela?
M. D.: –El despertar sexual de una adolescente que se relaciona con la idea de consentir. A los 14 o 15 años, las niñas no saben qué quieren aceptar y qué no. A esa edad una puede violarse a sí misma, porque entiende que debe liberarse, pero no sabe todavía qué quiere que le pase. Por eso, a veces, se descubre aceptando una cantidad de comportamientos sobre los que no tiene conciencia. A esa edad no se reconoce exactamente dónde está el propio deseo.
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