TEATRO › JORGE MARZIALI, DANIEL VIOLA Y SU ESPECTáCULO JAURETCHE CAMINA
El músico y el actor unen esfuerzos en La Máscara para rescatar una figura a la que, dicen, le pasa algo parecido a Borges: “Todo el mundo habla de él, pero nadie sabe bien qué dijo”.
› Por Cristian Vitale
Inflexiones en una noche fría: Daniel Viola sube y baja el tono de voz con constancia. Se ríe a carcajadas y se enoja. Habla de eso de ver lo universal con ojos de criollo, de la falsificación de la historia y sus desfiguraciones o de ciertos socialistas que son como los perros del matadero: “Se andan peleando por las achuras mientras el abastecedor se lleva la vaca entera”, musita, y después vocifera: “Para repartir la torta, primero hay que tenerla, ¡qué mierda!”. Está vestido con un traje a la antigua, medio desaliñado, pintoresco. Lleva un bombín, como el de Hipólito Yrigoyen, y no hace más que recrear teatralmente reflexiones, ironías, posturas y anécdotas de Arturo Jauretche. “Si hasta una vez, por defender la neutralidad argentina en la Segunda Guerra Mundial, me tildaron de nazifascista. ¡Justo a mí! ¿Sabe qué?: cuando todo el mundo va a contramano, el que va por su mano parece que va en contra de todo el mundo”, desliza, situado en personaje.
Jorge Marziali, cantautor, está sentado y lleva un pañuelo gaucho al cuello. Cada fin de relato implica una canción consonante: si el tema es pensamiento nacional vs “tilingocracia”, entonces va “Yo elijo criollos”; si es la clase trabajadora, “Los obreros de Morón”; y si es Perón, “Cuando Perón era Cangallo”. Un vaivén, al cabo, entre música y palabras, entre letras y acordes que ambos, ayudados por el historiador Manuel Giménez, dieron en llamar Jauretche camina y que se expone todos los miércoles en el Teatro de La Máscara (Piedras 736). “Con Jauretche pasa algo parecido de lo que pasaba con Borges: todo el mundo habla de él, pero nadie sabe bien qué dijo”, dice el trovador en la entrevista con Página/12.
Jorge Marziali: –En algún sentido sí, porque, por ejemplo, Los Piojos hicieron ese tema “San Jauretche”, pero no dice nada concreto. Pensamos ¿quieren saber quién fue Jauretche? Bueno... acá está. Además, más allá de lo que hagamos nosotros, el personaje da, por su propio peso, para una dramaturgia seria. Y ésta, sin ser la gran puesta, es una obra con mucho contenido y texto de lo nacional que es un agujerito vacío para el teatro. No veo demasiadas propuestas en las que, de acuerdo o no, el pensamiento nacional esté rondado. Hay clásicos maravillosos, obras de otro tipo, pero creo que la originalidad de ésta es poder recuperar, a través de la figura de Jauretche, un pensamiento que está en el aire. Que podrá haber fracasado o triunfado, pero está instalado.
Daniel Viola: –En general prima el teatro político extranjero, Brecht, en fin. Nuestra idea fue reinstalar el concepto de teatro político-popular a través de una figura que no es ningún descubrimiento, claro, porque Jauretche fue inmensamente popular por sus libros, sus polémicas, su originalidad y hasta llegó a tener un programa de televisión en los setenta. Después, bueno, el golpe y todo lo posterior lo negaron, como si hubiese sido mala palabra.
Viola y Marziali están sentados en el cálido escenario de La Máscara. Hay tres sillas, una mesa cuadrada y pequeña, luz baja, libros, y un vaso de té frío que simula el whisky que tomaba el padre de la madre de las zonceras (civilización o barbarie, claro) para calentar ideas. Se conocieron hace diez años interpolando música y textos para niños a través del Momusi. Y la onda mutua llevó el plus de una infancia común, austera y rural, que afinó vivencias con el protagonista. Al dramaturgo y actor nacido en Las Flores no le fue complejo sintonizar con el lenguaje que impregna el relato. “Pese a ser de una generación distinta, mis vivencias de la infancia son muy similares a las que Jauretche cuenta en su libro Pantalones cortos... los paisajes rurales, las costumbres, esa vestimenta con poncho de vicuña que se usaba en los pueblos para contrastar el rocío, o términos como mercachifle, filibustero, sandeces, pasquín, que yo escuchaba mucho de chico... fue una gran virtud ese lenguaje que creó”, dice el actor, aún con el maquillaje a medio quitar.
El trovador, también nacido campo adentro en Mendoza, tuvo sus primeros roces con la literatura del creador de Los profetas del odio a principios de los setenta. “Yo estaba terminando la secundaria y el pensamiento de Jauretche estaba muy en boga, incluso en Mendoza. Me llamaron la atención esas palabras, ¿no?: tilingo, medio pelo, guarango. Para nosotros era como un profeta nacional porque, aún con su radicalismo y después su peronismo, sus ideas eran superadoras. El decía que los movimientos sociales, a veces, superan a los tipos que los crean, los pasan por encima. Es una idea que nos gustaba mucho y que tuvo un correlato histórico, para nada alegre, cuando Perón echó a los jóvenes de la plaza. De alguna manera, la historia le estaba pasando por arriba al creador del movimiento, ¿no? Y como nosotros éramos chicos rebeldes (risas) no nos importaba el creador de la idea, sino la superación, ¡si te quedás te pasamos por arriba!”, lanza Marziali.
–En algún sentido, Jauretche estaba en ese plan. La obra deja deslizar cierto desencanto durante los últimos días de su vida.
J. M.: –El le puso palabras al peronismo, le puso sustento ideológico y argumentos, y me parece que terminó medio decepcionado... él se muere el 25 de mayo de 1974, 24 días después del 1º de mayo, cuando Perón echa a la Juventud de la plaza, y alcanza a dar un reportaje en Primera Plana donde dice que si alguna vez va a haber un movimiento revolucionario en el país y tienen que matar a alguien, tienen que matar a los viejos, no a los jóvenes, porque “las jineteadas y las batallas las gana la juventud”.
D. V.: –Otro ejemplo está en Revisionismo histórico y política nacional, ¿no? Jauretche fue un gran defensor de Yrigoyen y Perón y de los movimientos que condujeron, pero en ese libro los cuestiona porque no habían dado la batalla cultural que había que dar y por eso perdieron... porque, pese a todo, siguió dominando una cultura extranjerizante.
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