TEATRO › EL MIEDO. DOS VUELTAS DE LLAVE, DE ESTEBAN GOICOECHEA, ESTE SáBADO
Ganadora del Premio Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti 2011, la obra de autor y elenco rosarinos reflexiona sobre distintos tipos de temor, “ese miedo que aísla y paraliza, restringe, nos vuelve desconfiados y limita nuestra libertad”.
› Por Hilda Cabrera
“Un hombre y una mujer en la noche. Alguien ‘irrumpe’ el desvelo, los músculos se contraen, la respiración se acelera y se desata el miedo...” Así, con un suspenso que es interrogante, el elenco rosarino de El miedo. Dos vueltas de llave presenta esta obra de Esteban Goicoechea –nacido en Pergamino pero residente desde hace varios años en Rosario–, director de esta pieza galardonada en esa ciudad y distinguida con el Premio Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti 2011 por decisión de un jurado compuesto por Cristina Banegas, Rafael Bruza, Rubens Correa, Susana Torres Molina y Javier Margulis. Este trabajo, ofrecido dentro del ciclo La Memoria Puesta en Escena (un intercambio y debate crítico sobre lenguajes escénicos y cultura política), se podrá ver, nuevamente, este sábado a las 20 en el CCMHConti, de Av. del Libertador 8151 (4702-7777). En diálogo con Página/12, Goicoechea, la actriz Paula García Jurado, el actor Ariel Hamoui y la asistente de dirección Yanina Mennelli coinciden en destacar una característica del teatro rosarino: “Tenemos una tradición de grupos que se mantienen a través del tiempo y una tradición de mezclarnos, porque los actores no respondemos en exclusividad”. El reto que comparten es hallar el elenco adecuado para cada obra. En todo caso, tanto ellos como el actor Gustavo Sacconi –quien no pudo asistir a la entrevista por compromisos previos– integran Teatro en Rosario (teatroenrosario.com), asociación que les permite aunar esfuerzos. Con El miedo... han realizado funciones en escuelas y en el Centro de Estudios Teatrales (CET), de Rosario, sala independiente que recibe un subsidio del Instituto Nacional del Teatro. El texto, de 2008, fue “reescrito en la escena a partir de una situación vivida por dos personajes con miedo, encerrados en una habitación”, resume Goicoechea.
–¿La obra surgió de un miedo real, de miedos interiores o del “miedo al otro”?
Esteban Goicoechea: –No nació de un miedo específico. Tampoco yo sabía a qué me estaba refiriendo hasta que comenzamos los ensayos y organizamos las lecturas. Allí empezamos a identificar los distintos miedos con la intención de generar emociones límite en el ánimo de los actores, en sus cuerpos, y en la respiración y la mirada.
–¿Lo diferencian del temor o el pánico?
E. G.: –Lo abordamos desde distintos campos. Vemos que el miedo aísla, paraliza y da lugar a la sospecha, pero también genera una fuerza capaz de movilizarnos, de llevarnos a reaccionar física y mentalmente, a modificar relaciones de pareja y cometer acciones impensadas en una situación normal.
Ariel Hamoui: –Tomado desde lo actoral, revela cuánto transforma a esa pareja encerrada en el cuarto de herramientas de una casa que parece de otra época. Muestra a personajes que son a la vez poderosos y vulnerables y pueden llegar a ser peligrosos.
E. G.: –En esa habitación hay objetos, herramientas, electrodomésticos en desuso, latas y hasta un trofeo, elementos que en un pueblo no son necesariamente viejos. La acción es atemporal.
–¿La obra se estrenó en Rosario en un evento especial? Porque aquí se presentó dentro del ciclo de La Memoria...
E. G.: –No, fue algo independiente. Partió de mi necesidad de crear una situación sobre el miedo. Entiendo que es inevitable la asociación con la época de la última dictadura militar. Es probable que se la relacione si se considera el miedo como un instrumento de un poder que paralizó a mucha gente y a todo un país, o con “no hacer” y no salir de la propia casa, o con el dolor de los que fueron víctimas.
Yanina Mennelli: –Es cierto que se da esa lectura del control social, pero también la de una emoción interior. Depende de la mirada que proyecte cada espectador. No es lo mismo la mirada de la persona que atravesó la época de la dictadura que la de un chico de 14 años. Tuvimos oportunidad de dialogar con jóvenes de esa edad en las devoluciones de la obra y comprobamos que para ellos el miedo se relaciona con una de sus consecuencias: la discriminación. Esta es una observación bastante común entre los jóvenes pobres. Ellos advierten cuánto y cómo desconfía la gente al verlos, cómo tratan de no estar cerca de ellos, de correrse...
Paula García Jurado: –Y sienten bronca, porque ven que esos otros desconfían a partir del aspecto o de la manera de vestir. En el Haroldo Conti tuvimos esa experiencia con espectadores jóvenes que provenían de Isidro Casanova y Escobar.
A. H.: –Eso nos está demostrando la fragmentación de la sociedad. Una realidad que nos empuja a vivir separados y encerrados por un miedo que además puede transformarnos en seres violentos.
–Como el hecho desgraciado del padre que mató a su hijo, confundiéndolo con un ladrón...
E. G.: –Cuando ensayábamos, recordé otro caso que se dio hace tiempo en Pergamino y me impactó muchísimo. Un chico que volvía a su casa de noche y había olvidado la llave, saltó la tapia. El padre creyó que era un ladrón y le disparó. Por eso, las devoluciones con el público son reveladoras. Esto es lo que hacemos en el Haroldo Conti. Podemos saber qué piensan los más jóvenes y hasta dónde se puede llegar por miedo.
–Como el animal, el acorralado por el miedo ataca.
Y. M.: –Reacciona mal, agrede, y a veces ataca a nivel colectivo, porque el miedo fragmenta, pero también convoca y encauza acciones que en otras circunstancias no se adoptarían. El caso reciente de Ayacucho es un ejemplo. El asalto que dijo sufrir una mujer no era cierto, pero el pueblo no dudó, se levantó rápidamente, indignado, llevado por el miedo a la inseguridad.
A. H.: –De todos modos, nuestra obra no tiene una dimensión colectiva. Trata un microcosmos, el de una pareja y un tercero que atraviesan una situación particular en el cuarto de una casa. La pretensión no es una reflexión social.
P. G. J.: –Es cierto, pero en el teatro, una situación particular permite hablar de algo que es mucho más amplio, y esto lo comprobamos en las devoluciones del público.
Y. M.: –Como decíamos, resuena de manera distinta en cada espectador. En la obra, el miedo “pasa” por el cuerpo de los actores, y aunque no se aluda a hechos concretos, las frases y las situaciones tienen el significado que le da quien las escucha y observa.
–Se dice que el miedo transforma los procesos no violentos en violentos. Hoy no se puede hablar de terror ni delación. ¿Qué características tiene el miedo que hoy domina? ¿Qué efectos produce?
E. G.: –Es un miedo que restringe, nos vuelve desconfiados y limita nuestra libertad. Pensamos, en todo momento, en un cuidado extra, y no nos sorprendemos de que en una farmacia o en un kiosco nos atiendan desde detrás de una reja. Vivimos en estado de alerta sin atrevernos a mantener una conversación nocturna en la calle por temor a que nos asalten. Desde distintos espacios nos han convencido de que necesitamos más seguridad. Una estrategia que se está utilizando de manera efectiva a nivel social y político.
A. H.: –Nos quieren confundir. Si nos dejamos atrapar por todo eso no salimos a la calle. Nosotros hacemos nuestro trabajo sin pensar en que nos van a robar o se nos va a caer el techo encima. Con miedo se vive mal, pero como dije antes, en la obra nos referimos a otros miedos, al miedo a amar, por ejemplo, y a situaciones que muestran aspectos vulnerables de las personas.
Y. M.: –No tratamos el tema de la inseguridad social, pero no podemos impedir que la gente asocie.
P. G. J.: –El miedo existe y está en la obra, pero no asociado a la repetición que se hace a través de los medios, donde vemos que en una hora se reitera entre cinco y seis veces un mismo hecho, generando una paranoia de la que es difícil desprenderse. A diferencia de esa reiteración, la obra pone en evidencia sin exagerar la construcción del miedo.
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