TEATRO › MARIANO DOSSENA, INGRID PELICORI, WALTER QUIROZ Y SU VERSION DE ESPECTROS
El director y los dos actores principales de la puesta que se presenta en el C. C. de la Cooperación analizan el texto del dramaturgo noruego, que por esta obra incluso sufrió problemas de censura. “Con los grandes autores es fácil trabajar”, señalan.
› Por Paula Sabatés
Los viernes y sábados, la sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación sufre una transformación: cuando el público ya está acomodado y se apagan las luces hay un instante, corto, de limbo entre dos mundos. Por un lado, el de afuera, el de todos los días. Por otro, el que está por aparecer cuando se ilumine el salón. Este –inesperado si uno entra distraído– corresponde a otro momento histórico: a la (conservadora) Noruega de fines de 1880, tierra del dramaturgo Henrik Ibsen y los personajes de su obra Espectros, que dirige Mariano Dossena. Y es que el director decidió serle fiel a la época del autor para “potenciar la metáfora”. Protagonizada por Ingrid Pelicori y Walter Quiroz, y con Marcelo Bucossi, Horacio Acosta, Iride Mockert y el contratenor Joaquín Rodríguez Soffredini completando un elenco que se luce en su totalidad, la puesta realza las temáticas que hicieron que la obra estuviera prohibida durante un tiempo en la península escandinava: la rebelión de la mujer contemporánea, las relaciones incestuosas, los librepensadores, la renovación espiritual y, por sobre todo, el karma. A este último punto refiere, precisamente, el nombre de la obra: “Los espectros son esas viejas creencias que muchas veces se interponen en nuestros deseos. Es todo aquello que no nos permite disfrutar del puro presente de la vida”, cuenta Dossena.
Espectros narra la historia de la viuda Alving, que tras recibir a su único hijo –de regreso en la casa de la infancia por una enfermedad–, decide sacar a la luz todas las mentiras que envolvieron a la familia durante varios años. La obra original se caracteriza por tener poca acción (lo que no significa en absoluto que no pase nada) y mucha verbalidad (que es muy distinto a decir que es tediosa), y Dossena también respetó eso. De lo que sí se apropió por completo es de la estética de la puesta (producida por Pablo Silva), uno de los mayores aciertos. “Me interesó la estructura y el cómo todos los sucesos están entrelazados entre sí como si fueran cajas chinas. De ese imaginario que propone el autor me inspiré para diseñar el lugar, la iluminación y el vestuario”, dice Dossena.
–¿Cree que Espectros sigue siendo una pieza actual y revolucionaria?
M. B.: –Sí, porque los temas que trata siguen generando polémica, incluso escozor, y todos ellos nos plantean diferentes posibilidades de pensar la vida. Lo que más me interesó fue la temprana percepción espiritual que tuvo Ibsen en 1880 sobre el vivir para sufrir versus la alegría de vivir, ejes temáticos que tienen mucho que ver con una búsqueda mía y que me parecen muy actuales.
–Entonces, ¿por qué decidió serle fiel al contexto original?
M. B.: –Porque si la hubiésemos sentado en el hoy, habría ciertas cosas que tienen que ver con esa época que no podrían ser contadas. Y si no se mostraran esas cabezas, ese imaginario, esa forma de vida y esa oscuridad que hacen al núcleo del conflicto, la metáfora no tendría la misma fuerza.
W. Q.: –Hay una atmósfera como de bruma, que no sé si existiría si la historia estuviera situada en un contexto actual. Y es un clima que está bueno, que si bien es muy pesado y muy duro de representar, al final brinda una esperanza y un alivio, que también se nota en el público.
I. P.: –Y es necesario trabajar la manera que tienen aquellos vínculos, que son una parte fundamental y hacen al desarrollo de la narración. Hay que trabajar cómo uno se imagina esa manera de sentir y pensar y ver desde dónde se lo puede sostener actoralmente. Además es fundamental situar al público en el contexto original para que la historia se cuente como estuvo concebida y pueda tener toda su resonancia. Por eso creo que el lenguaje elegido hace que la actuación de todas maneras resuene y que sea orgánica, sin solemnidad. Es atractivo, porque como actor es lindo tener problemas.
–Bueno, usted tiene uno grande: interpretar a una mujer que está en la transición de ser muy cobarde a ser muy valiente...
I. P.: –Sí, pero los grandes autores ya te dan todo muy servido, es más fácil trabajar un personaje así. Sobre todo de Ibsen, que es súper generoso con sus personajes y sus actores. De todos modos, su obra tiene una riqueza tan grande que no se agota nunca. Habría que hacer una constelación de esta pieza y de alguna forma nosotros también seríamos espectros y herederos de todos los demás actores y lecturas que se hicieron de ella. Pero sí, lo atractivo y desafiante de este personaje es la cantidad de contradicciones que tiene. No es lineal, tiene misterio.
–Como toda la pieza...
M. B.: –Sí, hay algo en el orden de lo misterioso que todo el tiempo está rondando y que altera todas las áreas de la puesta. Ibsen deja la puerta abierta y nosotros tomamos cosas de su propuesta.
W. Q.: –Igualmente, si bien hay mucho misterio también hay algo que queda muy claro, que es lo que tiene que ver con lo kármico, con que todo aquello que no esté a la luz y que sea un secreto mal guardado genera enfermedad. Algo que en algún momento pasa factura y que demuestra que es mejor ir por la luz.
–Durante la primera mitad de la obra predominan textos donde se explican antecedentes. ¿Creen que es necesaria esa estructura?
I. P.: –Sí, porque en esa parte se dice todo lo que hay que saber de entrada para que la acción se desencadene después. Todo ese texto está en función de una acción, se dice para que pase algo con el otro, está revelando vínculos.
W. Q.: –Lo que se dice remite a un pasado, pero tiene un valor dramático en el momento, lo que hace que esté particularmente vivo. Y eso hace progresar la acción en el aquí y ahora.
I. P.: –Además, como la obra en sí es una revelación de todos los secretos y siempre parece que hay más por saber, todas esas palabras se dicen por primera vez. Es decir que tiene un valor dramático muy fuerte porque se dice lo no dicho. E incluso la obra termina y quedan muchos misterios sin revelar. Porque no hay manera de saber todo y tampoco es necesario.
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