TEATRO › TEATRO DALIA GUTMANN Y EL CICLO DE STAND UP COSA DE MINAS
“Quería que las minas de las nuevas generaciones tuvieran un lugar para hacer sus monólogos”, explica la creadora del ciclo por el que rotan varias damas humoristas. Y ella también, claro, con su panza de seis meses de embarazo.
› Por Facundo Gari
El “infierno tropical” atosiga al mundo del otro lado del cristal de la bella confitería La Armonía, de Villa Ortúzar, en la que desde el nombre se otorga un “equilibrio” climático cortesía de un acondicionador de aire con aleros alocados. Ya se cierra la tarde y son tres a las mesas: dos cincuentones y Dalia Gutmann (de 34 recién cumplidos), que enseguida se presta al fotógrafo de Página/12 en la vereda. El más alejado de la mesa en la que la entrevista a la locutora y humorista ocurrirá pregunta si es “la voz de Antes del mediodía” (Telefe) y el otro se desvía de su periódico para afirmarlo y agregar que es la mujer de Sebastián Wainraich. “Me gustan porque son un par de locos lindos y gente normal”, dice el primero y cada cual regresa a lo suyo. Gutmann vuelve, toma asiento y sorbe su jugo de naranja.
Lo de mostrarse normal no es hipocresía televisiva: Gutmann es una mujer normal, aunque la etiqueta suponga un temeroso índice de regularidad femenina. Casi siempre coqueta, pero no como “objeto sexual”. “Cuando estudiaba locución en el ISER, una profesora medio milico me cagaba a pedos porque usaba aros grandes”, reseña antes de comentar de qué se trata Cosa de minas (jueves a las 21 en The Cavern, Paseo La Plaza, Corrientes 1660), el pretexto de esta charla. “Es un show de stand up que tenía ganas de hacer desde hace tiempo, porque el humor femenino cambió bastante en los últimos años. Quería que las minas de las nuevas generaciones tuvieran un lugar para hacer sus monólogos. Hice el espectáculo el año pasado y, como me divierte, volvió ahora”, celebra.
–Siempre hubo grossas, como Niní Marshall. La verdad, no sé vida y obra de las mujeres que hicieron humor, pero en general antes eran guionadas por hombres u ocupaban dos lugares comunes: la linda que era medio planta o la fea-fea que hacía de eso, de fea. Ahora las mujeres que hacemos stand up nos guionamos y estamos derribando eso de “qué pensarán los hombres de nosotras”. Hay más honestidad por parte de la mujer consigo misma.
–Hay cuestiones propiamente de género y después están las cosas que te pasan en el banco o cuando vas a tomar un café. Hay temas generales y propios del mundo de la mujer, que es inagotable. Por ejemplo, ahora estoy embarazada de seis meses, se me mueve una persona adentro. En ese sentido, el tipo tiene una estabilidad que la mujer no tiene nunca: cuando no está indispuesta, está menopáusica; cuando no está menopáusica, está embarazada. Siempre le pasan muchas cosas hormonales. La mujer tiene una montaña rusa emocional que el hombre no entiende.
–Standaperos o standapistas suenan muy nabo. Pero sea libre, se puede decir como cada cual quiera.
–En el mundo del espectáculo, la gente es muy bizarra o muy intelectual. Y los que hacemos stand up estamos en una franja de “gente promedio”. Gente que no está buenísima.
–Eso pasa a veces. “Con esa facha, ¿quién te va a creer que te quedaste con la amiga de la linda?”. El stand up está muy asociado al loser. Intento no hacer mucho humor de ese tipo. Soy muy loser para la vida, vivo muchas situaciones de perdedora, pero abusar de eso no está bueno. Tampoco de que sos un ganador. Lo importante es tratar de hacer humor con la verdad. El stand up es como un monólogo interno. Son esas cosas que no se las comentás a nadie. Por ejemplo, pienso que el de la iglesia y el del teatro de revistas son el mismo público, pero es algo que no tengo a quién decírselo en la vida cotidiana porque no me gusta ser provocativa al pedo. El stand up es un buen lugar para hablar de esas cosas de las que uno no habla.
–No aguanto el feminismo. Entendido como “quiero la igualdad de derechos con los hombres” me parece una estupidez, porque desde el vamos somos distintos. A un tipo le encanta una mina en bolas en una revista y una mina al ver un tipo musculoso en el mismo lugar piensa: “Mirá qué bien, cómo se entrena”... no le sale esa cosa de “vení para acá”. Son mundos muy distintos. Creo que las mujeres tenemos un lado muy lindo, pero también uno muy idiota, como los hombres. Lo que trato de combatir es el prototipo de mina como “objeto sexual” o “mantenida”. En general, no aguanto nada que se ponga en víctima, como cuando el judío se ofende con el chiste de Página/12 (N. de R.: se refiere a la tira de Gustavo Sala en el Suplemento NO de este diario).
–La interpreté como una gastada al público de David Guetta. Como chiste me pareció malo, pero no soy susceptible a esas cosas, salvo que confirme que el otro es un mala leche. “Ay, es una falta del respeto al Holocausto...” Ni en pedo.
–Los humoristas tenemos licencia para decir cosas que todos piensan y no se animan a decir. Pero no me gusta perder energía psíquica en pelotudeces. No soy combativa, me gusta provocar por otro lado. En la tele, si todos están hablando de si tal mina cobró por sexo, me digo: “Pará, recuperemos el criterio”.
–Al comienzo, jodo mucho a los flacos. “¿Cómo vas a venir a ver esto? ¿No entendés? ¡Co-sa de mi-nas!” Pero, al mismo tiempo, me encanta que vengan. El otro día un pibe me miraba como diciendo “no banco mucho lo que estás diciendo”, pero creo que los hombres la pasan muy bien. Yo me pongo en mina come-coco y el hombre se pregunta: “¿De dónde conocés a mi mujer?”. El show se llama Cosa de minas, así que bancate lo que voy a decir.
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