TEATRO › LOS SUTOTTOS TRANSITAN NUEVOS LENGUAJES PARA SU OBRA LOS BAGRES
Andrés Caminos y Gadiel Sztryk declaran una primera intención de que su propuesta sea popular, pero sin resignar una sofisticación humorística que da relieve a su crítica social. “Somos tercos, molestamos a la gente, le ponemos mucho placer y sangre”, dicen.
› Por Facundo Gari
En Los bagres, la nueva obra del dúo Sutottos, el “submundo” es cucurtiano: Constitución, colectivos y trenes, panchos con lluvia de papas, cumbia y sudor. Un par de remiseros evoca estimulado las caderas dominicanas de Claudia, dicha que se transforma en nostalgia, pesar que deviene en una cita con la Costanera, cañas en mano. Ocurren un accidente y una mutación absurda. También al son de la música tropical, pero de la que canta las penas, Andrés Caminos y Gadiel Sztryk se convierten en peces del contaminado Riachuelo. En ese océano narrativo bracean con los recursos habituales de puestas anteriores, un iceberg de lenguaje cuyas partes visibles son el teatro, el clown y la música, y que refugia en lo submarino un fuerte sentido de “identidad propia”, artesanal y bricolage. La metáfora del iceberg viene al dedo porque esa parte oculta es en definitiva agua: no se puede agarrar. “Adquirimos información y hacemos una mezclita. Nuestra premisa primordial es que nuestro teatro sea popular: tu tía lo tiene que entender”, definen.
Para este tándem de veinteañeros se trata de la primera pieza concebida como una “historia” y no como un racconto de sketches, cuyo compilado fundamental exhibieron el año pasado al cumplirse cinco años de su primera presentación (al menos, si no se considera el entonces prometedor debut en el porteño Festival de Arte Joven Sub 18, en 2005). “Era un desafío contar una historia, pero ahora que lo hacemos nos damos cuenta de que el espíritu es el mismo”, concede Sztryk. Lo secunda, como arriba del escenario, Caminos: “Tratamos de mantener la esencia con otro tipo de relato”.
–¿Qué ganó Sutottos al enfrentar ese desafío?
Gadiel Sztryk: –Desde que arrancamos hicimos el mismo formato de números. Quisimos agarrar nuestro lenguaje y ampliar las posibilidades. Este y los otros espectáculos tienen densidades diferentes. Narrar nos permite explorar otras maneras sin perder lo que traemos. En definitiva, es una excusa que nos hacemos para crear.
Andrés Caminos: –Lo complejo fue escribir y después cagarnos en eso, porque algo literariamente interesante a lo mejor es una cagada actuado. Armamos todo el guión lindo, pero para poder actuarlo tuvimos que destruirlo. Luego, los recursos de Los bagres no están tan lejos de nuestras obras anteriores. Pero si contás una historia se te plantean problemáticas relacionadas con la necesidad de dar información. ¿Cómo la doy actuando? A veces, en los ensayos, lo que hacemos nos suena muy a “teatro”, y nos peleamos con esa idea.
Su “esencia” está empapada por la comicidad y la crítica social: en sus piezas una es vehículo de la otra, y el bote que las impulsa es casi siempre la incomodidad, más en dosis de gestualidad e insinuaciones orales que en chistes conclusivos. Sobre el escenario, los Sutottos se deforman y reconstruyen en delirantes caricaturas cualquier estereotipo, con la naturalidad con la que aparece la risa en el público. “Pensamos que íbamos a perder humor, pero no pasó. No vimos los huecos de humor, y no es una careteada –jura Caminos–. Es que no lo buscamos, no ‘hacemos’ humor. Por ejemplo, nos tiran unas preguntas para alguna revista y nos piden que las contestemos de manera chistosa. Y la verdad, nos cuesta mucho. Pedimos ayuda y nos dicen: ‘Dale, boludo, si es lo que ustedes hacen’.” A propósito de la crítica social, el hiperconsumo es el tema: aun bajo el turbio Riachuelo, los protagonistas piensan “en una feria acuática, en comprar para sentirse mejor” a cambio de pensarse.
–¿En qué sentido se “pelean” con el teatro?
G. S.: –Nos gusta más la idea de que sea rock.
–¿O potrero? La distancia que marcan –y que se percibe– es cercana a la que hay entre el jugador de barrio y el de club: el primero tiene, como el segundo, sus maestros, pero le suma un puñado de gambetas inéditas.
G. S.: –Eso mismo, éste es un teatro de potrero. Tiene que ver con el barro, con tirarte al piso. Eso no cambia, hagamos números, una historia o una ópera.
–No es una cuestión de falta de presupuesto, porque sus producciones no escatiman recursos, al menos en comparativa con el teatro off más pudiente.
G. S.: –No, la cuestión es el juego.
–¿Y en qué consiste?
G. S.: –En poder lograr que el que viene a ver la obra quede atrapado en todo sentido. Hacemos teatro popular e intentamos que las maniobras más complejas no se vean de esa manera. Eso es el potrero y nuestro juego no se negocia. Hay en Sutottos una coincidencia con Los Melli y Los Macocos (N. de R.: de hecho, tanto en Los bagres como en puestas anteriores, contaron con la colaboración artística de Daniel Casablanca): tenemos formación teatral, pero nosotros queremos hacer una traducción para que eso sea popular sin ser berreta.
A. C.: –De hecho, en la obra hay una referencia a (José) Marrone, a ese humor popular clásico.
G. S.: –Una canción de Calle 13 dice: “Me infiltro en el sistema y exploto desde adentro”. Tener formación teatral nos da ciertas herramientas, pero no queremos que vengan actores y directores a decir: “Qué bien usan los procedimientos de actuación”. Que vengan, pero nuestra tarea es agarrar esas herramientas y darles una vuelta para todo el mundo.
–Ya que mencionaron el rock, una de las postales del último gran festival vernáculo fue la de un público con fuerte presencia juvenil en contraposición a las generaciones de los músicos locales: Las Pelotas, Fito Páez y Charly García. Un auditorio similar presenció las jornadas importadas de esa cita, con exponentes de aparición más reciente: MGMT, Arctic Monkeys, Band of Horses. Salvando las distancias, Sutottos llena en cada función, tiene nombre en el under, como otros tantos artistas jóvenes. El futuro llegó hace rato... ¿pero no a la masividad? ¿Cómo lo ven?
A. C.: –He escuchado músicos geniales que no sé por qué quedan atrapados en un círculo. Hay pibes de 20 al nivel del joven Spinetta. Creo que los espacios hay que ocuparlos, porque, si no, los ocupan otros. Uno confía en lo que hace, labura y no viene a vender un buzón. Si en el Gran Rex no están Les Luthiers, están los Teletubbies.
G. S.: –A nivel musical, un pibe puede grabar un video en su casa y ser visto por muchas personas de diferentes lugares, pero la masividad del festival es parte de la industria. Es mejor que nuestros jóvenes no llenen estadios, que cada cual escuche al que quiera en espacios más pequeños, más cercanos. En teatro, más allá de la amplitud de la oferta que hay en Buenos Aires, hay un nivel altísimo. Hay actores jóvenes desconocidos que son animales y mucho aprendizaje entre compañeros. Queremos que Sutottos crezca y nos rompemos el culo por eso. Somos tercos, molestamos a la gente, le ponemos mucho placer y sangre. Por eso estamos acá.
* Funciones de Los bagres: sábados a las 22.30 y domingos a las 20 en Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131.
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