Lunes, 7 de mayo de 2012 | Hoy
TEATRO › HáMSTER, UNIPERSONAL PROTAGONIZADO POR LUISINA DI CHENNA
La actriz utiliza elementos de clown, danza contemporánea y canto para encarnar a este personaje, que aparece atrapado entre cuatro paredes. Las lecturas son múltiples: “Uno elige siempre en qué jaula encerrarse”, destaca Julia Muzio, la directora del espectáculo.
La libertad, el encierro, las búsquedas personales y la angustia de una mujer atrapada en su propia “jaula” son las temáticas que explora Hámster, un unipersonal protagonizado por la joven actriz Luisina Di Chenna y dirigido por Julia Muzio, que puede verse (y disfrutarse) los viernes a las 21, en Belisario Club de Cultura (Corrientes 1624). Se trata de una obra que, a pesar de contar con muy pocos elementos en escena (sólo un banquito y un elástico) y una escenografía austera, puede transmitir muchas ideas y generar gran empatía con el espectador, además de emocionar, divertir y prestarse a un sinfín de interpretaciones. La trama no tiene una sola lectura, por el contrario, pueden haber tantas interpretaciones como espectadores en la sala. “Nos animamos a que haya distintas definiciones de la obra. Es difícil sostener un espacio simbólico como éste sin que te lo cuestionen todo el tiempo. Pero decidimos que sea abierto y que el público pueda hacer su camino”, cuenta a Página/12 la directora Muzio.
En Hámster, la protagonista de la historia se siente encerrada en un espacio de cuatro paredes, como si se tratara de un animal. Busca la salida constantemente, pero no la encuentra. Y eso la angustia y la hace entrar en pánico. Es que, en realidad, se trata de un encierro simbólico y mental, más que físico. “¿Tuve un accidente, estoy soñando, estoy muerta?”, se pregunta el personaje, sin encontrar respuestas. La obra gira en torno al fracaso, a la desilusión y a situaciones que encierran al ser humano en su mundo interior y que limitan su liberación. Y en ese sentido también plantea una crítica a la sociedad actual: “Criticamos las cosas que nos limitan y nos llevan a encerrarnos, porque el límite genera eso. Constantemente nos dicen que hay que casarse, tener hijos, vivir en un country, y uno se la cree y se encierra en eso. Es una crítica a uno mismo como ser humano y a la sociedad también”, dice la actriz, que utiliza elementos de clown, danza contemporánea y canto para encarnar a este personaje.
Uno de los elementos interesantes de la puesta es el juego de luces y sombras (a cargo de Carolina Rolandi). La joven, que está completamente sola en ese espacio, encuentra su propia sombra con la que se comunica hasta darle vida propia. El ensimismamiento en su estado pleno. La misma sensación se percibe en otra escena de la puesta: el personaje intenta salir de ese encierro, pero lo hace atada con un elástico a un banquito. Por más que quiera liberarse, sigue atrapada.
–¿Por qué decidieron hablar del encierro?
Julia Muzio: –Fuimos armando la obra de a poco. Primero ensayábamos y después escribíamos. Y comenzamos con una imagen que tenía Luisina, que era una mujer hablándole a la pared. Y a partir de ahí pensé en encerrarla entre cuatro paredes y luego pasó de ser un espacio formal a uno simbólico. Empezamos a trabajar sobre los límites y después con la palabra fracaso.
–¿Qué significados simbólicos les atribuyen a los elementos que utilizan?
J. M.: –La venda tiene que ver con estar limitado físicamente, que era un tema del que queríamos hablar. También representa una salida, pero a la vez está atada a algo.
Luisina Di Chenna: –También hay una oveja que vuela y que representa a la libertad. Me daba esa sensación de libertad que esa mujer hiciera volar un barrilete.
–¿Qué características de la actriz tiene este personaje?
L. D. C.: –¡Un montón! Esto del límite físico, porque a mí me pasa a veces. Es inevitable no poner cosas de uno porque estamos poniéndole el cuerpo todo el tiempo a la obra. Entonces hacés catarsis con lo que te pasa y después se van acomodando esas cosas y pasan a ser escenas, con el objetivo de contar algo, porque, si no, sería como una terapia accionada y no da. Siempre me preocupaba por eso, no quería estar contando un cuentito mío sino que pretendía transmitir algo. El personaje tiene muchas características mías. El exceso de actividades y no poder estar sin ellas. Y el hecho de tener que esperar... es algo que a mí me cuesta mucho. Como actriz me gusta mucho el movimiento. Estar en silencio y encontrar las pausas fue un desafío para mí.
–¿Por qué decidieron no darle un nombre al personaje?
J. M.: –Esta mujer no tiene nombre porque en realidad es una mujer simbólica, como lo es el espacio en el que está. Entonces se trata de esta mujer, de la cual conocemos sus características, pero no la quisimos nombrar. Ella está en un espacio simbólico en el que se piensa y se repiensa. Y del cual no puede salir. Puede ser su mente, su imaginación u otras cosas. Ella está en un encierro físico y mental.
L. D. C.: –El hecho de no nombrarla abre más el juego.
–¿Cuál es la crítica que hacen sobre el mundo actual?
J. M.: –Más allá de lo físico, quisimos pensar en qué tipo de pensamientos nos encierran y nos hacen entrar en ese universo en el que está esa mujer. En un momento, el personaje hace catarsis con frases de la familia que la hacen encerrarse más. Piensa en lo que le dice su familia, desde clichés como “tenés que tener una casa, un auto, etc.”, a cosas no tan cliché. En gran parte de la obra la crítica es más personal e individual y en ese momento (cuando el personaje recuerda lo que le dice la familia) la crítica se hace más social. Uno siempre elige en qué jaula encerrarse. A cada persona lo encierran cosas diferentes.
Informe: María Luz Carmona.
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