TEATRO › LANG LANG TOCARA HOY EN EL COLON
› Por Diego Fischerman
Hace rato que las categorías “clásica” y “popular” dejaron de referirse a cuestiones significativas en cuanto a calidad musical o profundidad expresiva. Y, también, hace tiempo que muchas de las figuras más populares (los Tres Tenores a la cabeza) son clásicas. En ese sentido, la calificación de “artista de música clásica más popular del planeta” con la que el New York Times ungió al pianista Lang Lang encierra, en su aparente contradicción, toda una descripción del estado actual del mercado. Y resulta, también, más que propicia para hablar de un intérprete que, en 2004, actuó en el Waldbühne (escenario en el bosque) de Berlín, junto a la Filarmónica de esa ciudad, dirigida por sir Simon Rattle, ante 23.000 personas. Para alguien que, en la campaña radial que anunciaba su reciente actuación en Chicago, era calificado como “un derviche del teclado”, promocionándose además “una cámara sobre sus manos, con proyección simultánea en pantalla gigante”.
Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. Es cierto que este pianista de origen chino, graduado en el Instituto Curtis de Filadelfia, tiene una tendencia natural al gran espectáculo y no les hace ascos a los afanes promocionales de una industria del entretenimiento que, en el campo de la llamada música clásica está, por lo menos, en crisis. Pero también lo es que se trata de uno de los intérpretes más importantes de las últimas décadas, capaz de una concentración impresionante, y más electrificante aún por la altura de sus lecturas del repertorio más exigente y menos concesivo que por la parafernalia montada alrededor. Y el programa con el que hoy a las 20.30 debutará en el Teatro Colón, en el marco del Abono Bicentenario, es una buena prueba: la Partita No. 1 en Si Bemol Mayor, BWV 825 de Johann Sebastian Bach, la genial –y tan infinitamente melancólica como dolorosamente bella– última sonata para piano de Schubert, escrita en esa misma tonalidad y catalogada como D960, y los 12 Estudios Op. 25 de Frédéric Chopin.
Lang Lang se convirtió en estrella a los 17 años. Estudiaba piano desde los 3. Y tuvo una de sus consagraciones populares al actuar en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Beijing, en 2008. A lo que sucedió después se lo bautizó con su nombre: “Efecto Lang Lang”. Es que, después de esa actuación, 40 millones de niños chinos comenzaron a estudiar piano. Tal vez fue por eso que la revista Time lo consideró una de las personas más influyentes de su época. Ahora, a pocos días de cumplir 30 años, acaba de ser distinguido como Doctor Honoris Causa por la Manhattan School of Music, en reconocimiento por sus “extraordinarias realizaciones como músico, educador y embajador musical en el mundo”. Su carrera, en poco más de veinte años, es deslumbrante. Alumno, en sus comienzos, de la profesora Zhu Ya-Fen, a los 5 ganó el Concurso de Piano de Shenyang y tocó en su primer recital público. Entró en el Conservatorio Central de Música de Pekín cuando tenía 9 años, estudiando Zhao Ping-Guo. A los 11, ganó el primer premio en el Cuarto Concurso Internacional de Jóvenes Pianistas en Alemania. En 1995, a los 13, tocó completos los 24 Estudios de Chopin en el Pekín Concert Hall y ganó el primer premio en el Concurso Internacional Tchaikovsky de Jóvenes Músicos, en Japón, donde tocó el Concierto para Piano No. 2 de Chopin con la Orquesta Filarmónica de Moscú, en un concierto retransmitido por televisión. El año siguiente fue solista en el concierto inaugural de la Sinfónica Nacional de China, retransmitido por la cadena CCTV, y a los 15 comenzó a estudiar con Gary Graffman en el Instituto Curtis en Filadelfia. Con un contrato exclusivo con Deutsche Grammophon, su discografía incluye una formidable interpretación de los Tríos de Rachmaninov y Tchaikovsky, con el violinista Vadim Repin y el cellista Mischa Maisky; uno recién publicado, con los Estudios de Scriabin y el Concierto No. 3 de Rachmaninov, junto a la Orquesta de San Petersburgo dirigida por Yuri Temirkanov; su versión de las Variaciones sobre un tema de Paganini y del Concierto No. 3, también de Rachmaninov, junto a la Orquesta del Teatro Mariinsky conducida por Valery Gergiev, y la grabación de un excelente recital en la Misikverein de Viena, con obras de Beethoven, Albéniz, Prokofiev y Chopin.
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