TEATRO › LYNNE VALENSKY, DIRECTORA ARTISTICA DEL NUEVO ESPECTACULO DEL CIRQUE DU SOLEIL
La responsable de Varekai, espectáculo que se verá a partir del 8 de septiembre en el Complejo al Río de Vicente López, cuenta de qué modo la compañía canadiense adaptó el mito de Icaro para realizar “un tributo acrobático al espíritu nómada”.
› Por Cecilia Hopkins
En su próxima visita al país, el afamado Cirque du Soleil ofrecerá una veintena de funciones de Varekai, espectáculo inspirado en una leyenda clásica. El grupo creado por el acordeonista y lanzallamas Guy Laliberté en 1984 concretará su cuarta temporada en Buenos Aires recién a partir del 8 de septiembre. Mientras tanto, los fans de la troupe plurinacional nacida en la ciudad canadiense de Québec decidirán qué hacer: o adquirir las entradas que en breve estarán a la venta o ponerse a ahorrar y dentro de tres meses hacer lo propio.
Varekai, que en lengua romaní –la usada por los gitanos del mundo– quiere decir Donde sea, fue creado en Montreal en 2002 por Dominic Champagne, quien considera su obra “un tributo acrobático al espíritu nómada”. El espectáculo –que ya realizó 3500 funciones en 18 países– está basado libremente en el mito griego de Icaro quien, para huir de la isla de Creta donde estaba preso, construyó unas alas que se derritieron al volar demasiado cerca del sol. Pero en la versión del Cirque, Icaro no se ahogará, sino que se las arreglará para aterrizar en un bosque frondoso donde le enseñarán otras maneras de volar.
“En lo profundo del bosque, en la cima de un volcán, hay un mundo extraordinario, un mundo en el que todo es posible, llamado Varekai”, rezan los textos que promocionan el espectáculo. También informan acerca de las diferencias entre el Icaro mitológico y éste otro que, tras lanzarse en paracaídas, cae en la oscuridad de un bosque mágico, “un universo caleidoscópico habitado por criaturas fantásticas, donde comienza una extraordinaria aventura. Este día, en este lugar de posibilidades, comienza el encanto de una nueva vida”. Que el título del espectáculo aluda a los gitanos no es azaroso: Champagne quiso rendir un homenaje a “los eternos nómadas, al alma y al arte de la tradición del circo”.
En la monumental carpa que el Cirque du Soleil levantará en Laprida y Bartolomé Cruz, en el Complejo al Río de Vicente López, el bosque de marras se conformará con más de 300 “árboles” de entre cuatro y diez metros de altura, más unos veinte “árboles acrobáticos” que servirán de atalaya a sus moradores. La escenografía, obra de Stéphane Roy, se completa con un escenario de doce metros de diámetro, con una pasarela y un mirador aéreos. Entre las destrezas circenses que presentará la troupe figuran el trapecio, el aro y las correas aéreas, el columpio, ejercicios acrobáticos y malabarismo con cuerpos humanos.
De los 56 artistas que participan del espectáculo, sólo cuatro son sus personajes principales: el mencionado Icaro, su prometida, el anciano Guía y el Vigía del cielo. Todos visten las coloridas creaciones (más de 600 trajes) de Eiko Ishioka, vestuarista japonesa recientemente fallecida, la misma que ganó en 1993 un Oscar por el vestuario que creó para el Drácula de Coppola. De acuerdo con la naturaleza multirracial del elenco del Cirque, Violaine Corradi creó la partitura musical del espectáculo inspirándose en rituales hawaianos, melodías armenias tradicionales, música gospel y hasta canciones de los trovadores franceses del siglo XI, música interpretada en vivo por una banda de siete músicos y dos cantantes.
En estos días, el Cirque está realizando funciones de Varekai en Brasil. Pero con el objeto de presentar un adelanto en Buenos Aires, su próximo destino, cinco intérpretes de la troupe ofrecieron dos cuadros del espectáculo el miércoles en el Tattersall de Palermo. Los acompañó Sheryl Lynne Valensky, directora artística del espectáculo, quien conversó con Página/12.
–¿Cuándo ingresó en el Cirque?
–Hace siete años que estoy con ellos y éste es el cuarto espectáculo que dirijo. Los anteriores fueron los que ya se presentaron en Buenos Aires: Saltimbanco, Alegría y Quidam.
–¿Cuál es la diferencia entre aquéllos y éste?
–En Varekai hay una historia y un desarrollo de sus personajes. En cambio, en los anteriores el desarrollo estaba puesto en el concepto mismo del show. En esta obra se habla del triunfo del espíritu humano. Es una celebración que se ofrece al espectador a través de los ojos de Icaro, su protagonista.
–¿Qué representa este personaje?
–Con Icaro hablamos del espíritu humano, de su voluntad para seguir adelante. Creemos que el alma del individuo sigue luchando a pesar de todas las adversidades que debe enfrentar. Por eso en Varekai el mito griego de Icaro experimenta un cambio: Icaro no muere, sino que desarrolla todas sus potencialidades con la ayuda de otros personajes que lo motivan para el cambio. Estos otros personajes representan el futuro y la esperanza.
–¿Se trata de una parábola pensada especialmente para espectadores jóvenes?
–No necesariamente. Varekai habla de un encuentro en un bosque, pero esta historia puede ser para cualquiera. Es cierto que no hay ninguna posición ideológica en la propuesta...
–¿Lo dice porque los bosques, con tanta depredación, no son hoy los mejores lugares para pensar con optimismo acerca del futuro?
–Sí, eso es cierto. Pero nosotros no entramos en ninguna cuestión de índole política. Esta es más bien una historia fantasiosa. Pero de todas formas le brinda al espectador diferentes niveles de disfrute, relacionados con la comunicación de las culturas en el mundo. Esto tiene que ver con la época en la cual fue creado el show.
–¿Cuál es esa relación?
–Varekai fue estrenado en 2002, cuando estaba entrando a pleno el poder de Internet. Antes no hubiese sido posible la comunicación entre gente de todas partes del mundo. El bosque de Varekai puede compararse con esa posibilidad de comunicación que hoy encuentran las culturas a través de Internet.
–¿Tampoco implica una posición ideológica el hecho de que Varekai se proponga como un homenaje a los gitanos, la minoría étnica mayoritaria en Europa?
–En ese aspecto pienso que sí. Los gitanos son un grupo humano identificable con la lucha por la vida. Su nomadismo tiene que ver con el hecho de considerar que cualquier lugar en el mundo puede ser su propio mundo.
–Las veces anteriores que vino el Cirque realizó una tarea social. ¿Harán lo mismo esta vez?
–Esa es una tarea que está por fuera de los espectáculos que ofrece el Cirque. Pero es cierto, siempre hay algún taller o encuentro destinado al trabajo social. Sólo que aún no podemos saber con certeza en qué consistirá. Suele resolverse en una fecha cercana al comienzo de las funciones en cada lugar.
–¿Cuál es su tarea como directora artística?
–Mantener el show tal como fue creado. Asegurarme de que su concepción no cambie con los años, de que la performance sea la misma.
–¿No consideran que los cambios pueden ser favorables?
–Este espectáculo lleva diez años, por lo que muchos de los artistas han ido cambiando. Y cuando llega uno nuevo a veces hace propuestas que son muy bienvenidas. Nuevos saltos, nuevas destrezas. Lo que no debe cambiar es la visión del show.
–¿Cuántos artistas hacen Varekai?
–Son 56, provenientes de veinte países diferentes. Todos ellos aman lo que hacen, por eso es que hacen de su trabajo su estilo de vida. Viajamos todo el tiempo, así que es indispensable que nos gusten la aventura, el cambio constante, el adaptarse a diferentes culturas. Yo misma, con suerte, estoy solamente seis semanas por año en mi casa de Toronto.
–¿Cómo se lleva la compañía en gira?
–Tenemos mucha paciencia y respeto mutuo por nuestras diferencias y culturas. Piense en las Naciones Unidas.
–No es un buen ejemplo...
–Ok, es cierto. Tal vez ellos deberían aprender de nosotros...
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