Sáb 18.08.2012
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TEATRO › ALEJO BECCAR Y SU OBRA SACUDIR LA LANZA (SHAKESPEARE)

Shakespeare defiende su honor

En su puesta, que se puede ver los sábados en La Tertulia, el director y dramaturgo aborda uno de los grandes misterios de la historia del teatro universal: la autoría de las obras del célebre escritor inglés, que desde hace siglos es acusado de impostor.

› Por Paula Sabatés

Como la filosofía, el teatro se caracteriza más por plantear dudas que por otorgar respuestas. No es el caso, sin embargo, de la nueva propuesta del docente, director y dramaturgo Alejo Beccar, que se puede ver los sábados a las 21 en La Tertulia (Gallo 826), teatro que él mismo fundó y dirige desde 2002. Sacudir la Lanza (Shakespeare), así su nombre, propone una solución para develar uno de los misterios más emblemáticos de la historia del teatro universal, del cual también se ocupó, el año pasado, la polémica película Anonymous: la verdad sobre la autoría de las obras del célebre escritor inglés, que desde el siglo XVII es acusado de impostor por distintos grupos de investigadores y aficionados.

De entre todos los que desconfían de Shakespeare como el verdadero autor de la magnífica obra que se le adjudica, la pieza de Beccar hace foco en Delia Bacon, una investigadora norteamericana que vivió entre 1811 y 1859 y que intentó convencer al mundo de que los verdaderos autores de las obras y sonetos fueron los integrantes de un grupo de eruditos dirigidos por el célebre filósofo, político, abogado y escritor Francis Bacon (que no guarda parentesco con ella, pese al apellido). Apoyada por algunos intelectuales, la mujer viajó a Inglaterra y visitó la iglesia donde se encuentran los restos del dramaturgo para buscar las pruebas que, sostenía, estaban guardadas en su tumba. Aunque se le fue negado, la mujer pasó una noche entera en la iglesia. Para sorpresa de todos, a la mañana siguiente renunció a su idea. Nunca se supo por qué.

Sacudir la Lanza (Shakespeare) pretende revelar, entonces, ese misterio. En la obra, Bacon (bien interpretada por Mariana Hansen) maldice el epitafio de la tumba de Shakespeare (en la piel de Enrique Cragnolini), que declara que no puede ser molestado, y por el cual se le niega su petición. Al escuchar sus palabras, el mismísimo dramaturgo vuelve a la tierra para defender su nombre de esos ataques. Durante toda la noche (“los muertos pueden volver del más allá hasta el primer rayo del sol”), los dos personajes se enfrentan en una discusión que pareciera no tener fin. Shakespeare no le confirma que es el autor de la obra sino que intenta explicarle que eso no importa, y que si él fue elegido para prestar su nombre por algo fue, y no se lo revelará jamás. Por más que lo intente, sin embargo, no logra que Bacon cambie de parecer. No lo consigue hasta el final, cuando algo sucede en ella, que la cambia para siempre.

Beccar cuenta en la entrevista con Página/12 que siempre supo que la autoría de las obras de Shakespeare era cuestionada, pero que no le prestó atención a la teoría hasta que Derek Jacobi, el actor shakespeareano vivo más importante, encabezó en 2007 un nuevo capítulo de esta movida desde su página de Internet. “Me llamó muchísimo la atención y me movilizó como autor. Escribí esta obra poniéndome en su lugar, pensando en qué me pasaría a mí si cuando muero se me cuestionara lo mismo, salvando las distancias, claro.”

–¿Cuál cree que es su aporte a este misterio?

–Delia Bacon era una mujer apasionada y vehemente. Para su época debió haber sido una mujer muy fuerte, con muchos ideales. Siempre me intrigó muchísimo saber por qué una persona de sus características renunciaría, de la noche a la mañana, a despejar sus dudas. Creo que es lo que les pasa a muchos de los que conocen la historia, y por eso decidí descifrar el enigma, contando una de las cosas que pudieron haber pasado.

–¿Y piensa que el haberse encontrado con Shakespeare pudo haberle hecho cambiar de opinión, si estaba tan convencida?

–Creo que sí, que lo que le sucede esa noche es demasiado fuerte. Sin dudas fue una noche mágica para ella, a pesar de todo, porque es un evento especial en la vida de cualquiera el encontrar a la única persona que puede despejarte tus dudas más profundas.

–De todos modos, en su obra no queda claro si Shakespeare es el autor de la obra o no... Durante toda su charla con Delia, él mismo dice que eso no importa.

–Es que eso es lo que quise dejar como mensaje, que lo verdaderamente importante es la obra, porque es la que a fin de cuentas trasciende y deja algo. Pero también pienso, y se lo hago decir a Shakespeare en uno de sus parlamentos, que no se molesta a los muertos. Para mí es un tema que ya habría que abandonar, aunque los ingleses piensen hoy todo lo contrario. Hay que dejar de molestarlo porque pruebas no hay y a esta altura, si no aparecieron ya, no va a haber. Es lo que siento como autor y quise de alguna forma montar un pedido de respeto.

–Más allá de eso, ¿piensa que no importa quién haya escrito esa obra, o cualquier otra? ¿Da lo mismo si fue encargada por el poder político que si fue un texto “independiente”?

–Realmente creo que no importa, porque sus obras teatrales y sonetos trascienden todo, son los más representados en todo el planeta y no hay otro autor que genere lo que él, y eso es por algo. Por eso a esta altura sinceramente creo que si lo que dice esta corriente es cierto, de todos modos él fue el elegido en su momento. ¿Por qué ahora sacarle su trono? No tiene sentido.

–¿En cuál de las teorías cree usted?

–Creo que él fue el autor. Todo lo que se le cuestiona, como por ejemplo su poca educación o que no haya salido jamás de Inglaterra, son cosas que se superan con inteligencia. Y para mí Shakespeare tenía un don. Fue un elegido.

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