TEATRO › IRENE GOLDSZER Y SU ORIGINAL APUESTA EN PEDAZOS
Desde hace años viene investigando “cómo intervenir teatralmente la música”. En Pedazos, toca la guitarra y canta temas de su autoría. Define su espectáculo como “una linda mezcla: soy una actriz/música que canta, que hace un recital que no es puro”.
› Por María Daniela Yaccar
La sala que está en el subsuelo del Camarín de las Musas es ideal para la propuesta de Irene Goldszer, una actriz que hace años viene investigando “cómo intervenir teatralmente la música”. Pedazos, que estará en cartel hasta el domingo 2 de diciembre (21.30, Mario Bravo 960), no es exactamente un recital, pero tampoco es una obra de teatro propiamente dicha. Así como en el escenario ocurre un poco de todo, en la platea se replica la fusión: “Hay que llegar puntual porque si no no entrás, y hay momentos en que el espectador no puede hacer otra cosa que mirar. Sin embargo, en otros, Pedazos es muy recital y daría para mirarlo tomando un vinito”, explica Goldszer, que admira a PJ Harvey, Liliana Felipe, Chavela Vargas, Gabo Ferro y Thom Yorke.
En Pedazos, Goldszer toca la guitarra y canta temas de su autoría. Hay pequeñas intervenciones de músicos y actores, que la acompañan con un charango, una melódica, otra guitarra y también cantando. “Escribo un diario íntimo en la computadora”, cuenta la actriz y también poeta. “Extraigo de ahí las letras de mis canciones y los recitados. Manipulo esa información para que se vuelva dramática y poética. Mi espectáculo no es una obra de teatro, pero se desarrolla cierto drama. Son historias que le pueden pasar a cualquiera, vistas desde una óptica surrealista, onírica.” En el escenario, Goldszer muestra un costado tierno, transparente e íntimo, con canciones que hablan de corazones que caen de balcones, de la cerveza que tomó en el balcón de su casa, de una cama que se parece a un mar, de sirenas. Y, sobre todo, del amor.
Goldszer se considera fundamentalmente actriz. Vive de participaciones en publicidades y en la televisión. En el teatro, entre sus últimos trabajos se encuentran la aplaudida Estado de ira, de Ciro Zorzoli, y una obra de Aldana Cal sobre Rodolfo Walsh, La cita, en la que interpretaba a Lilia Ferreyra, la última mujer del periodista. La música, así como también la escritura, le brota desde su lugar de actriz. “Soy una mujer inquieta. Además, las personas con las que estudié, como Pompeyo Audivert o Nora Moseinco, me estimulaban a investigar en las áreas en las que trabajo”, explica. En la actualidad estudia guitarra con Lucio Mantel. “Estoy profundizando en la música. También estudio canto. Desde que participo en ciclos con músicos, decidí dejar un poco de lado la intuición.” Pedazos se estrenó en 2010, en Abrancancha. En estos años, claro, se fue actualizando a la par que la vida de su creadora.
–¿Por qué escribe un diario íntimo?
–Es una manera de plasmar pensamientos y emociones que me van pasando. En general escribo cuando estoy mal. Sin embargo, el recital no es triste ni melancólico. Quizás es un poco oscuro, pero lo llevo a un lugar más gracioso, tragicómico. Escribo para desahogarme.
–Al margen de que está al frente, tocando la guitarra y cantando, habla de cosas muy íntimas. ¿Cómo vive esa exposición?
–El recital es el lugar en donde más me muestro. Lo hago de una manera linda, profunda, emocional y graciosa. Es en donde más soy yo, incluso más que en la vida. El recital me sana, me tranquiliza poder mostrarme tan simple. No hay nada rebuscado en la luz, la escenografía o las letras. Apelo a un lenguaje bastante cotidiano, porque escribo sobre lo que me pasa a mí. Todo lo que digo es verdad. Marco los libros que leo y estoy mucho en mi balcón. Tengo uno muy lindo, con plantitas, con algunas cosas de huerta. Desde allí se ve mucho el cielo. Es lindo, pintoresco. Sucede mucho en el balcón de mi casa.
–En el recital nombra a varios autores, entre ellos a Clarice Lispector. ¿Tomó de esta escritora la actitud de observar lo simple y traducirlo?
–Sí, porque mucho de lo que cuento tiene que ver con el estar en mi casa, con la observación de encuentros y de momentos que vivo. No sabía que iba a hacer este recital. Había hecho uno en 2008 y vengo investigando la intervención de la música de una manera teatral. El otro se llamaba Y el fin. Era superoscuro, re darky. Estaba más enojada con la vida. Era mala. Ahora no sé quién soy, no tengo que estar definiéndome. Soy lo que se ve ahí, con cosas buenas y malas. Lo interesante es que si leés las letras significan una cosa, y si las interpreto, otra.
–Ahí está lo teatral de la música, ¿no?
–Soy actriz y música, pero no busco el virtuosismo. No desafino, pero no busco llegar a la nota más alta. Hay un viaje en la voz. Y mi trabajo está en cómo llevo mi intimidad a algo que se pueda mostrar. Lo bueno del espectáculo es que todo vale, eso me da mucha libertad. Me sorprende mucho la permeabilidad que el recital tiene para los cambios. Por ejemplo, los músicos que me acompañan ahora no estaban en los años anteriores, y su participación encajó muy naturalmente. También me encanta cómo la gente empezó a participar. Cada tanto alguien del público dice algo. Y eso que no es teatro participativo no es un stand up para nada. La fusión de los lenguajes permite que en un momento haya silencio absoluto y que en otro nos riamos o yo comente y alguien responda.
–¿Le interesaría probarse en un recital propiamente dicho?
–Puede suceder cualquier cosa. Tengo ganas de tener una banda, pero no dejaría esta búsqueda por eso. Pedazos es una linda mezcla: soy una actriz/música que canta, que hace un recital que no es puro. Lo hice en terrazas y bares y es otra cosa, se vuelve más punky. Tengo que pelar más la voz, forzarla más para que el ruido de las botellas no la tape. En una sala están concentrados viendo lo que hago. Una banda es otra propuesta, me coparía probarla.
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