Sáb 02.02.2013
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TEATRO › RUBéN ORSINI, NICOLáS SOLEZZI, GERARDO PORIóN Y LOS TíTERES PARA ADULTOS

“La magia pasa por darle vida a un objeto que no la tiene”

El rosarino lleva casi una década dirigiendo e interpretando su unipersonal, Marionetas Orsini. Solezzi y Porión, junto a otros tres titiriteros, animan el espectáculo Soy Solito. Ambos se verán a partir de la semana próxima en un ciclo en el CCC.

–¿Y este muñeco cómo se llama?

Rubén Orsini: –Mmm... No tiene nombre. Le digo el mono, ese es su nombre.

De una caja encerrada en una valija de cuero antigua aparece el mono, enredado entre sus propios hilos. El nombre del títere del marionetista Rubén Orsini no le hace el juego a la imaginación. Cada una de sus cuatro letras revela lo que su aspecto físico deja al descubierto. “Es un mono”, reitera Orsini sin más preámbulos. Su colega y compañero en esta nota con Página/12, Soy Solito, no parece tener mejor suerte. Al correrse el cierre de la matera en la que lo trasladan (no de las elegantes, sino de las que vienen de regalo al comprar el set de termo, mate y bombilla), el aroma a suavizante para ropa es inminente. De gomaespuma y perfumado para la ocasión, Nicolás Solezzi y Gerardo Porión, las manos detrás de Soy Solito, desdoblan y estiran el cuerpo del protagonista de la obra homónima. ¿Y el nombre del títere? “Todos lo conocen por Soy Solito. Tiene un nombre, pero es secreto.”

Orsini, Solezzi y Porión comparten varios intereses. Uno es, sin dudas, el gusto por los títeres para adultos y el teatro de objetos. De forma individual, el rosarino Rubén Orsini lleva casi una década dirigiendo e interpretando su unipersonal, Marionetas Orsini, espectáculo que le valió el reconocimiento en teatros y festivales nacionales e internacionales. Diez años pasaron también desde que Solezzi y Porión emprendieron “Todo en caja producciones”, una compañía de cinco jóvenes actores y titiriteros que, desde 2008, mueven los hilos de Soy Solito, nombre de la obra con el que más tarde bautizaron al muñeco de gomaespuma que sacaron de la matera.

En noviembre pasado, ambos espectáculos recibieron el Premio Nacional Javier Villafañe para Espectáculos de Teatro de Títeres y Objetos, otorgado por el Centro Cultural de la Cooperación (CCC) en el marco de los festejos por su primera década de existencia. A pocos meses de ese reconocimiento, “Soy Solito” y “el mono” abren la temporada 2013 del CCC (Corrientes 1543) con un ciclo de títeres para adultos que, desde el 9 de febrero y por separado, los subirá a uno de los escenarios más reconocidos del circuito porteño durante los sábados y domingos de febrero y marzo, a las 20.15.

Herramientas de trabajo

El trabajo con objetos inanimados tiene algo de omnipotente. Hay un juego de manipulación marcado por la distancia entre los hilos que mueven las manos y el títere que se deja mover. Cualquier expresión, movimiento o acción es el resultado de la voluntad de esa presencia humana que, por detrás, digita el destino y la suerte de un guante, un pedazo de gomaespuma, madera o plástico convertido en protagonista de un relato dramático.

Más allá de los análisis filosóficos y las cuestiones teóricas que conlleva esta forma de hacer teatro (la relación sujeto manipulador-objeto manipulado, el antropomorfismo o cualquier otro deseo de soberanía sobre la existencia del otro), el trío de titiriteros evita caer en dilemas existencialistas y planteos religiosos para justificar la ausencia de un nombre que identifique a sus marionetas. De hecho, los espanta un poco la idea de sentirse ligados paternalmente a sus muñecos. “Trato de evitarlo todo el tiempo. Con lo de los nombres, es una voz interna. Trato de diferenciar el objeto para no sentir que manipulo, que hay algo más. Es un instrumento”, explica Orsini, acompañado de fondo por el sintético consentimiento de Solezzi, uno de los tres directores a cargo de Soy Solito: “Es una herramienta de trabajo”.

Descartada cualquier remota posibilidad de filiación, el debate sobre los nombres y las identidades de las marionetas desemboca en la reflexión sobre algunos aspectos menos craneados del quehacer del marionetista. Una primera convicción de Orsini abre el fuego.

Orsini: –Lo del nombre no tiene nada que ver. Lo miro como un instrumento. Está bueno verlo así. Saber en qué registro y nota está.

Solezzi: –Es como usar un instrumento musical, como cuando un músico agarra su guitarra y toca.

Porión: –También hay músicos que les ponen nombre a sus guitarras.

Orsini: –¡Eso es un problema!

Porión: –Sí, del músico.

–O sea, que los títeres nunca pierden su entidad de objeto.

A coro: –Totalmente.

–¿Fabrican sus propios títeres? ¿Cuánto hay de ustedes en ellos?

Orsini: –Transito todos los puntos: creación, diseño, manipulación. Cada vez que hago un número, tardo un año o dos. Es la acumulación de muchos momentos de mi vida. Todo lo que hay en los títeres es mío. Al final de la obra, es mi vida. A la hora de realizarla es un desdoblamiento tuyo desde otros aspectos que uno busca. Sé cómo concebí al objeto y eso lo diferencia mucho de la actuación.

Solezzi: –El nuestro, al ser un trabajo conjunto, es una mezcla de cada uno.

Porión: –Hay puntos que nos unen como grupo de trabajo. Hablamos de cosas que nos pasan y conocemos. Todas las confecciones son nuestras. Luces, escenografías.

–Ocultos detrás de la marioneta, ¿se sienten menos expuestos para contar algunas historias?

Porión: –No va por el lado del grado de la exposición, sino por el tipo de cosas que podés contar. Los títeres tienen sus límites y los actores también. Hay cosas que no las podés contar con actores, como hay cosas que no las podés contar con títeres. El títere agrega la magia de un objeto animado, que no es un humano ni una persona que respira de verdad, a la que le corre sangre por las venas. Es un muñeco de gomaespuma. La magia pasa por darle vida a un objeto que no la tiene.

Solezzi: –Soy Solito es como una coreografía de 40 minutos, como un videoclip. Esta misma historia contada por actores sería aburridísima. Lo interesante es que la contamos con títeres.

Orsini: –No sé cuánto nos cubrimos. Estamos muy expuestos. Estamos limitados con las acciones. Te desdoblás por partes en un metro cuadrado. Trato de pensar que puedo ver de un lado no tan anormal eso de ¿por qué estamos atrás? Hay una cuestión medio energética. Cuando uno actúa está íntegro. Nosotros estamos por partes y la energía va por partes.

Entonces, Rubén comienza una descripción precisa y esotérica acerca de cómo, en un acto de casi transmutación, abandona su cuerpo en el momento exacto en el que mueve los hilos de “el mono”: “A mí me sedujo mucho que la mirada no esté en mí, sino tres milímetros al lado. Uno nunca puede salir de su cuerpo y verse. Y en este caso, muchas veces me pasa que estoy fuera de todo eso. Me fui, pero la imagen está. A veces cuando tengo el objeto acá (se toca, con su mano derecha, el brazo y parte del hemisferio izquierdo), hay como una disociación, y uno se ve y puede salir y ver hacia arriba también. Es como que van cambiando las etapas de percepción en escena. No sé si no pueden hacer lo que hace un actor. Juego a que se parezca lo máximo a un actor, aunque tengo limitaciones porque hay partes que no muestro y que sugiero. El desdoblarse, el salir y entrar, el ser otro y ser uno. El actor es otro en su cuerpo. Es como un surrealismo (enfrenta las palmas de forma inversa y las mueve sincronizadamente desde y hacia él), las imágenes se superponen”. Después de sortear semejante laberinto, Orsini busca la aprobación de sus colegas con un remate que encuentra eco instantáneo. “Para mí fue una disyuntiva terrible esta respuesta, no sé para ustedes.” Enseguida, Porión sale al encuentro de esa enorme masa reflexiva que el rosarino acaba de soltar en un minuto de disertación ininterrumpida: “Claro. Estás actuando, pero podés ver lo que estás actuando”.

El tipo de títere depende del titiritero, de lo que éste pretenda relatar y transmitir, con las limitaciones y las virtudes de contar desde el silencio de un material sin vida. En el caso de Orsini, “la necesidad” fue lo que lo motivó a comenzar como solista en su ciudad natal, donde las primeras confecciones y puestas en escena le descubrieron un panorama un tanto hostil para sus herramientas de trabajo. “Lo mío es totalmente solista. Armo todo yo y las técnicas pasan por tratar de investigar cómo lo puedo hacer solo. Cuando uno se complementa tiene que hacerlo con lo que haga el par. Es muy difícil. Siempre trabajé y tuve la necesidad de solista. Como un cantautor, necesitaba hacer mis propios temas y no podía esperar a ese par. Cuando uno trabaja con otro se abre otra ventana, la energía es compartida, y eso implica buscar la energía justa”, cuenta Orsini.

El trabajo en conjunto abre otros desafíos para la compañía “Todo en caja producciones”. Su propuesta incursiona en la disociación del títere, dividiéndolo en dos partes (cabeza y piernas) sobre una mesa o superficie plana, técnica que, aclaran, les exige mucho detalle en la manipulación y coordinación. Vestidos de negro y a la vista del público, intentan ensamblar en una única partitura visual el repertorio de dos titiriteros: “La vuelta de tuerca en nuestro laburo es tratar de armar de dos, uno”, explica Nicolás.

–Entonces, esa disociación les es funcional a la hora de realizar un espectáculo...

Porión: –Cuando trabajamos con un títere no lo pensamos como un objeto, lo pensamos como un actor. Y la dirección le pide a ese objeto lo mismo que le pediría al actor. El trabajo de investigación muchas veces tiene que ver con eso, con cómo hacemos que un material nos diga lo que queremos que nos diga. Sobre todo con nuestro laburo, que no tiene texto. Es un espectáculo de acción en el que todo lo que se ve, se va a comprender a través de las acciones. Tiene un ritmo y un tiempo particular. Cuando la conducción la lleva la cabeza, yo no tengo más que acompañar, y viceversa. A nuestro espectáculo lo pueden ver adultos o niños, aunque no sea un espectáculo típico de títeres para chicos. Una vez un chico me pidió a mí que llorara. Riéndose, Orsini agrega: “Yo soy el muchacho de las piernas. Hablá con la cabeza”.

Porión: –Claro, ¡no me pidas que llore!

Informe: Daniela Rovina.

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